Ayer, en el Congreso de los Diputados, el Gobierno sacó adelante su propuesta de incrementar el IVA, con una Cámara dividida y con argumentos para todos los gustos. Para los partidarios de la medida aprobada, la crisis económica exige un mayor esfuerzo en los impuestos; para los enemigos de la iniciativa, si la vida se encarece, el consumo se retrae, y todo se pone aún más difícil, también a la hora de crear empleo. ¿Y qué dicen los técnicos, los expertos? Hay opiniones para todos los gustos. Cuentan que
Nixon tenía 300 asesores económicos en la Casa Blanca, y que sospechaba que uno de ellos, al menos uno entre los 300, tenía razón, pero lo malo es que no sabía quién era. En fin, tendremos tiempo de hablar del IVA y de escuchar la opinión de nuestros oyentes con los micrófonos abiertos y también de algún experto a lo largo de la mañana.
Pero hoy queremos dedicar este “correo sin respuesta” a otro asunto: a esos 320.000 profesores de enseñanza primaria y secundaria de toda España que han firmado un documento, que remitirán al Gobierno, solicitando que se les siga permitiendo jubilarse voluntariamente a los 60 años. Es una medida que actualmente está en vigor pero que, salvo prórroga expresa, quedará abolida el año que viene. 320.000 profesores , de un colectivo total de 600.000, piden que esa medida se mantenga ya que su actividad exige un especial desgaste físico y mental, comparable incluso a profesiones consideradas tradicionalmente como de más alto riesgo. También argumentan con que hay que facilitar la incorporación a las aulas de profesores jóvenes, ya que actualmente un tercio de los docentes españoles supera os 50 años de edad.
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En otras circunstancias, la prórroga de esa posibilidad de jubilarse voluntariamente a los 60 años sería automática, pero en estos tiempos en que está sobre la mesa (aunque aparentemente se haya retirado por su impopularidad) la obligación de aguantar en el puesto de trabajo hasta los 67 años, se ha producido una verdadera alarma entre los profesionales de la educación. Se trata de un honroso y sacrificado estamento laboral que ya no tiene la misión, como en otros tiempos, de desasnar mocosos, sino de forjar muchachos cultos, integrados en la sociedad y con afán de conocimiento.
Nos ponemos de parte de los maestros y profesores españoles en la consideración de que su trabajo es de riesgo, es agotador, desgasta física y psicológicamente, especialmente en unos tiempos en que muchos padres, en lugar de colaborar con los profesores, se han convertido en cómplices de sus hijos en contra del magisterio y de la autoridad de esos 600.000 españoles que cada mañana deben insistir en que el planeta Tierra es redondo o en que ser ciudadanos no es sólo adquirir conocimientos teóricos o memorísticos, sino también respeto, inquietudes y, a fin de cuentas, educación.
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