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Periodistas, oscuro objeto del deseo

Periodistas, oscuro objeto del deseo

sábado 13 de noviembre de 2010, 11:35h
Decía la periodista Angels Barceló, incansable desde su teléfono móvil, que pudo utilizar pese a estar oficiosamente retenida en una comisaría de El Aaiun, que el papel de los informadores no puede ser el de convertirse en protagonistas. Ella, quiéralo o no, lo ha sido, porque, con su equipo, realizó la proeza de ‘colarse’ en territorio saharaui pese a la prohibición que Marruecos ha impuesto a que los periodistas puedan visitar la zona presumiblemente masacrada: fueron detenidos y expulsados a España. Y es que, claro está, los chicos de la prensa son testigos incómodos cuando de practicar la represión, la brutalidad o la injusticia se trata.

Tiene razón Barceló: los periodistas no debemos protagonizar la noticia, que ya se sabe que es ‘todo aquello que alguien no quiere que se publique’. En torno a eso, a lo que alguien (el régimen alauita) no quería que se publicase, y en torno a lo que, por el contrario, algunos querían que fuese publicado, ha girado esta semana enloquecida.  El caso es que, posiblemente pese a ellos mismos, algunos periodistas –como los represaliados por Marruecos, que incluso ha retirado acreditaciones a algunos corresponsales españoles residentes en Rabat—han tenido un cierto protagonismo en los últimos días.

La cosa empezó con los reproches dirigidos a la nueva ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, en el sentido de que no había respondido con la suficiente contundencia a su colega marroquí cuando, en Madrid , se permitió lanzar graves descalificaciones contra los medios de comunicación españoles. A partir de ahí, la diplomacia española con respecto a la política del Gobierno de Mohamed VI se ha ejecutado con un ojo puesto precisamente en lo que podrían decir los comentaristas de los periódicos, las radios o las televisiones. Procurando, eso sí, no irritar demasiado al monarca que, parece que abandonadas ya las tentativas de apariencia democratizadora, reina en el vecino del sur.

Eso, en cuanto al frente exterior (nunca habrá lamentado tanto un viaje la ministra Jiménez como el que innecesariamente ha realizado a Bolivia y Ecuador, mientras su antecesor, el diplomático Miguel Angel Moratinos, enviado a Argel y Tánger, el centro de la tormenta, acaparaba el interés de los titulares). En el interior, también un periodista en el ojo del huracán: me refiero a Gorka Landaburu, llamado a declarar por la defensa en el juicio que se sigue contra Arnaldo Otegi por el mitin que el dirigente batasuno  protagonizó en Anoeta el 14 de noviembre de 2004; estamos, por cierto, de aniversario, y no me extrañaría que en los próximos días comiencen las recopilaciones sobre aquel comienzo de negociaciones con ETA y su entorno.

El caso es que Landaburu ganó una muy involuntaria popularidad por haber sido citado como testigo por la abogada de Otegi, Jone Goirizelaia, junto con el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren. Un hombre que, merced a sus posiciones siempre favorables a la negociación con la banda terrorista, y a base de algunas declaraciones excesivamente sinceras, se ha ganado un aluvión de ataques en numerosos órganos de prensa, abriéndose una polémica sobre si debe continuar al frente del PSE: el lehendakari Patxi López salía a defenderle, mientras desde muchos medios, desde el PP y desde la asociación de víctimas, se le lapidaba. Tengo para mí que Gorka, amigo desde hace años y víctima él mismo de un atentado de ETA, comparte bastantes puntos de vista con Eguiguren, que, equivocado o no, lo cierto es que ha dado, y está dando, mucho de sí mismo para llevar la paz a Euskadi. Veremos en qué para este juicio, en el que el propio juez desató la polémica al no permitir declaraciones ‘políticas’ al principal procesado, ni preguntas “imperetinentes” a la abogada.

El tercer frente informativo ha estado esta semana en Seúl, donde se celebró una reunión del G-20, con asistencia de Zapatero, que buscó, por supuesto, la foto con Obama –cinco minutos de charla con traductora por medio—y hasta propició una muy comentada imagen suya con el ‘premier’ británico Cameron, ambos haciendo ‘jogging’ por la capital coreana. Y ahí también han tenido un indudable protagonismo los medios: porque los jefes de Estado y de Gobierno reunidos en el seno del G-20 llegaron, aparentemente, a un solo acuerdo sustancioso: dar la impresión a las legiones de periodistas que por allí pululaban de que el encuentro había servido para algo. Y, como es también habitual, los chicos de la prensa recogieron el anodino comunicado final, pero comentándolo luego. ¿Escapaban, con su ‘correría’, Cameron y Zapatero de esos comentarios y análisis periodísticos? Una imagen dándose a la fuga ya se sabe que vale más que mil palabras escépticas escritas en un editorial; lo malo es que luego hay que volver a la incómoda realidad de casa…

 

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