Gobernantes alarmantes

Cuando el gobierno decretó –en un alarde de autoridad que se echó de menos en otras ocasiones- el estado de alarma, previsto en la Constitución para situaciones extremas, los ciudadanos se sintieron predispuestos a darle su apoyo. El agujero negro creado por los controladores en el espacio aéreo nacional, con repercusión internacional, hizo olvidar que el gobierno llevaba casi siete años en ejercicio sin poner los medios par a resolver el problema, que el ministro Blanco llevaba un año tensionando el asunto y que el comienzo de un puente festivo elegido por el gobierno para hacer públicos sus proyectos de cambio en la navegación aérea era el más provocativo. Pero, a pesar de estas circunstancias, el chantaje al Estado y a los    ciudadanos era tan intolerable que la medida excepcional fue acogida con cierta simpatía.
 
Pasados los quince días que la Constitución concede al Gobierno para actuar por su cuenta, en cierta medida, se cambiaron las tornas. Es el gobierno el que ha chantajeado al Congreso para que no se oponga a una prórroga de un mes del estado de alarma, ya que impedir dicha prórroga por parte de los diputados sería como responsabilizarlos de cualquier anomalía que se produjese en este periodo, especialmente en fiestas navideñas y de fin de año. En alarma seguimos, pues, mes y medio sin que se hayan producido nuevas amenazas. Se trata de una alarma preventiva, de dudosa constitucionalidad, que igual podría aplicarse a las amenazas sindicales de huelga general que se están haciendo y que, como sabemos por experiencia, solo funcionan a base de paralizar los transportes públicos terrestres.

Mes y medio parece período suficiente para que el ministro de Fomento tome las medidas que no ha sabido tomar en un año. Pero lo que verdaderamente produce alarma es su incompetencia para resolver una situación por cauces normales. La política del gobierno de Zapatero se mueve entre la improvisación y lo excepcional cuando le llega el agua al cuello en estos conflictos puntuales, como el de los privilegiados controladores, mientras actúa con pachorra ente las reformas y ahorros del gasto que exige el tratamiento de la crisis económica. Hoy, quienes empiezan a provocar alarma son unos gobernantes capaces de utilizar todos los recursos del poder para cubrir su ineficacia y llenar los medios informativos de polémicas sobre  constitucionalismo mientras se pudren los problemas sociales y económicos. Son los españoles quienes empiezan a sentirse en estado de alarma por la deriva de unos gobernantes imprevisibles y arbitrarios.