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El vídeo del pijo y la otra

El vídeo del pijo y la otra

viernes 05 de octubre de 2007, 21:01h

No estoy de acuerdo con el poeta Gabriel Celaya, quien dijo una vez que “el humor es fascista”. Quizás él, hombre serio como pocos, no supo disfrutar del bálsamo de la risa y de la ironía cuando las muchas cornadas que le dio la vida.

O sea, que en principio nada que objetar al uso de la caricatura y de la parodia como instrumentos de crítica. Pero me temo que se equivoca Rodríguez Zapatero al calificar de “simpático” y de “útil” el vídeo en que las juventudes de su partido ridiculizan la postura del PP sobre la de Educación para la Ciudadanía. Los reproches que el sketch ha merecido de todos los lados han puesto a la defensiva al secretario juvenil del PSOE, Sergio Gutiérrez, que se justifica arguyendo que en el vídeo no se identifica a nadie. O, lo que es peor, a Pérez Rubalcaba, quien añade que “el que se pica, ajos come”. Ya, ya: blanco y en botella y no debe tratarse de leche…

El error de la parodia no radica, según veo, en lo que dice sino en cómo lo dice. Para que una sátira resulte legítima debe estar sustentada en hechos comprobados y no en presuntas actitudes del otro. ¿Por qué los autores del vídeo no manifiestan sus propias opiniones, en vez de citar a José María Aznar —que no tiene nada que ver en esa película— o de presuponer que sus rivales son unos pijos estúpidos que llaman “mariconas” a los homosexuales? ¿O esa lamentable expresión no será más bien un acto fallido de su autor? En cualquier caso, flaco favor le hace a la causa gay al airear un vocablo tan infamante.

Nos hallamos, quizás, ante el vídeo con más audiencia en la historia audiovisual de este país, al haber sido reproducido por todos los canales de televisión para la sublime satisfacción de sus creadores. Y es que la moda iniciada por el mismo PSOE en 1996, con el doberman aquel con rasgos de Álvarez Cascos, ha seguido sin tregua todos estos años, con pifias tan solemnes como la del PP al usar imágenes de Colombia con las que pretendía denunciar la inseguridad ciudadana en España.     

Y nadie se libra de ese pecado. Ni el circunspecto partido de Artur Mas, con el montaje de una filmación en la que denigraba al tripartito liderado por José Montilla.

La última plancha, ya lo saben, ha sido la del metro de Madrid, que contrapone en un anuncio la actitud cívica de un madridista frente a la chulería irresponsable de un atlético. Vaya por Dios. Al menos, el Ejecutivo que preside Esperanza Aguirre ha tenido la decencia de retirar el corto y de expedientar a sus autores. Y es que, al parecer, resulta más grave ofender a los hinchas de un equipo de fútbol que a los votantes de un partido político.

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