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Del primo de zumosol a la prima de riesgo

Del primo de zumosol a la prima de riesgo

miércoles 09 de mayo de 2012, 19:52h
Hay que ver la de economía que estamos aprendiendo los españoles en los últimos años por culpa de la maldita crisis. Hasta hace unos años, todo nos sonaba a chino. No teníamos ni puta idea de balances, de cahs flow, de bonos basura o de ratings. Antes te hablaban de los tipos de interés y lo primero que se te venía a la mente eran George Clooney o Brad Pitt y si te decían algo sobe la prima de riesgo, lo único que se te ocurría preguntar era que quien es ese tal riesgo con una prima tan famosa. Ahora, nada más despertarte, están todas las tertulias machacándote con la deuda pública, con los mercados, con la caída del IBEX 35, con la quiebra de los bancos, con los recortes del Gobierno de Rajoy y con los concursos de acreedores que nada tienen que ver con el "Un, dos, tres" y sí con el "Aquí no hay quien viva" o con el control presupuestario.Pero no es eso lo peor, lo peor es que te subes al autobús, acudes a la peluquería o te vas al consultorio a por recetas y allí todo quisque sigue hablando como si fuese John Maynard Keynes proponiendo soluciones a cual más disparatada sobre lo que debería hacer o no el Gobierno de turno. Para el común de los mortales que seguimos sin tener mucha idea, lo único que nos queda medianamente claro es que Zapatero nos metió en un berenjenal con difícil salida, que todos nos gastamos durante décadas mucho más de lo que ingresábamos y que la culpa de toda esta movida que amenaza con hundirnos en la más pura miseria la tienen los bancos que son quienes, ahora, no paran de recibir miles de millones del erario público para evitar su "crash" y que acaben con el cuadro dejándonos también sin los escasos ahorros que nos quedan a los curritos que les hemos pagado durante años los millonarios beneficios a sus accionistas abonándoles préstamos personales, hipotecarios y comisiones sin cuento en la época de las vacas gordas. Al fin y al cabo, para que todos entendamos lo que estamos pasando sólo hay que mirarse a nosotros mismos, a nuestras familias. ¿Cómo se podía vivir a todo tren, con vacaciones en hoteles o cruceros de lujo, con un par de hipotecas, con dos coches, con cenas en restaurantes un día sí y otro también, si en casa sólo entraba un sueldo que en la mayoría de los casos no superaba los tres mil euros? A muchos nos parecía incomprensible y así era. Todo estaba más que inflado y cuando estalló la burbuja inmobiliaria, arrastró consigo a toda la mentira económica en la que vivíamos.

Hace unos días acudí a la presentación de un libro del ingeniero, escritor, presidente de Ayesa y profundo trianero, José Luis Manzanares, titulado "El final de la crisis" en el que se daban algunas claves para tratar de superar, al menos, la depresión colectiva en la que se halla sumida la sociedad occidental. Decía Manzanares, y no le falta razón, que no son los políticos quienes nos van a sacar de la crisis, sino que tenemos todos que poner el hombro, ajustándonos el cinturón y trabajando más por menor salario, para poder comenzar a ver el final de actual túnel que va a ser largo de cojones. Se trata, decía, de una nueva guerra mundial sin bombas ni tanques en la que el tercer mundo, movido por la falta de alimentos, por la explotación y los bajos sueldos, le está echando un pulso al mundo occidental en el que los derechos adquiridos, la comodidad, la seguridad y la sociedad del ocio suponen un coste añadido que no podremos pagar en el futuro. Mientras en el Tercer Mundo siguen muriendo de hambre millones de personas y muchas más, incluidos los niños, son explotados miserablemente, aquí hemos conseguido sanidad universal y gratuita, pensiones más o menos dignas, educación a bajo coste, transportes públicos subvenconados por el Estado. Todo eso cuesta, y mucho. Hemos conseguido muchos derechos pero no nos damos cuenta que todos esos derechos conllevan una serie de deberes que no todos estamos dispuestos a pagar. A lo mejor tendríamos que privarnos de algunas cosas para evitar que la situación nos obligue a tener que renunciar a todas. Quizás esta crisis sea sólo un aviso de que tenemos que cambiar nuestra comodidad por el esfuerzo, el deber por el derecho, el trabajo por la molicie.

Pido perdón a mis lectores por haberme salido del guión típica y tópicamente andaluz, pero estoy a la espera de las primeras medidas que vaya a adoptar el nuevo Gobierno de coalición que vueve a presidir Pepe Griñán para ver si las cosas comienzan a cambiar en Andalucía. Aunque mucho me temo que como como decía Lampedusa en El Gatopardo, "que todo cambie para que todo siga igual". Y solo basta con contempar la primera medida para crear empleo juvenil aprobada en el primer Consejo de Gobierno: Doscientos millones de euros en reforestación y acciones medioambientales. Lo dicho, Griñán quiere ahora que todos nuestros hijos se echen al monte. A lo mejor era lo que tenían que hacer antes de ver como se les pasa la juventud en las colas del INEM.
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