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El columnista anteriormente llamado Manuel Pascua

El columnista anteriormente llamado Manuel Pascua

sábado 19 de mayo de 2012, 12:39h
En un mundo globalizado y trabajando en un periódico digital, hay a quien le parece extraño que un columnista sea también global y me afean que, residiendo en Colombia, escriba sobre lo que pasa en Europa. Es sorprendente porque aquí me piden que explique lo que pasa allá y, ya puestos, que analice también lo que pasa en medio oriente e, incluso, que cuente cómo es eso de las Primarias gringas.

Yo suelo escribir de política y de economía, dos disciplinas globales. Entendería las quejas si yo tratara de la política municipal de San Juan de Palomeque o si publicara en la Hoja parroquial de Corporario, provincia de Salamanca. Pero se recoge en un medio global y resulta que mis escritos, afortunadamente, se leen desde sitios tan dispersos como Winnipeg, Karnataka, Sverdlovskaya, Ryad o Antofagasta -un saludo y mi agradecimiento a tan lejanos como inesperados lectores- así que me da que quienes muestran desconcierto porque estando acá escribo de lo que pasa acullá no acaban de entender el cibermundo.

Y hablando de globalidad, no consigo entender por qué en España la porquería ladrillera y de suelo que tienen los bancos en sus balances ha de ser saneada con dinero público y no con el de sus accionistas. Podría entenderlo -que tampoco- si cuando se hunde una fábrica textil, una farmacia o un quiosco de prensa papá estado saliera en su ayuda con el dinero de todos, pero no es así, eso se llama economía socialista o intervenida.

En el caso de los bancos no debe ser distinto -tiene bemoles que el símbolo por antonomasia del capitalismo, la banca, exija la intervención estatalista propia de regímenes marxistas-; de hecho, hay ejemplos de países -EEUU, Noruega, Suecia, Japón, Alemania- donde no ha sido así. Si una empresa va bien, gana pasta y sus accionistas se reparten las ganancias. Si una empresa va mal, pierde dinero y son sus accionistas quienes deben apechugar.

En España encubrimos su porquería con el dinero de todos y encima pedimos a la gente que ni se le ocurra retirar su dinero del sistema financiero. La crisis en que vivimos hoy la generaron, entre otras causas, la codicia de bancos y la irresponsabilidad de los políticos, pero en España la pagamos los trabajadores.

Los bancos españoles, agarrándose a una interpretación literal de las NIC (Normas Internacionales de Contabilidad) y no al espíritu que las inspira -la transparencia y la seguridad- no quieren reconocer en sus balances la pérdida de valor que su porquería inmobiliaria ha experimentado y mantienen contabilizados a precios de oro lo que no es más que fango. Esta es una de las principales causas por las que (tampoco) está funcionando el mercado interbancario: todos los bancos saben que los otros bancos tienen basura en sus balances y no se fían; temen que si prestan el dinero irá a sanear detritos ajenos. Estando en manos de un hombre que no entiende las matemáticas de 2º de la ESO, de otro que fue actor de reparto con opción a Goya en la quiebra de Lehman Bros y de un tercero que en campaña proponía la creación de un "parking" para basura bancaria que pagaríamos los contribuyentes, difícilmente saldremos de esta con bien.

Esta semana hemos visto cumplirse uno de los dogmas de la bolsa: compra con la noticia y vende con el rumor. Los tenedores de bankias más avezados -espero que Rato no, sería ilegal- han ganado en 24 horas un 56% con la aplicación del principio y, así, habrán convertido 100.000 euros en 156.000. O un millón en más de millón y medio. Por supuesto, la ganancia la ha reportado la noticia de que somos los españolitos contribuyentes los que ponemos la pasta para rescatar el Cuarto Mayor Desastre de la Champions League de la Banca española.

El primer problema y el primer objetivo es generar puestos de trabajo. Se dice que la creación de un puesto de trabajo supone una inversión de 250.000 euros. Rebajemos la cifra a 50.000. Para crear 3 millones de puestos -la mitad del paro que arrostramos- necesitaríamos 150 mil millones, el 15% del PIB. Con un crecimiento (imposible) del 3% anual necesitaríamos 5 años. ¿Alguien se lo puede explicar al presidente Rajoy?
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