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A favor de la banca pública: sobran los motivos

lunes 21 de mayo de 2012, 16:57h
La crisis económica que estamos viviendo tuvo su origen en el sector financiero, fruto del enorme poder del que dispone el gran capital financiero en los Estados que lideran la globalización neoliberal (fundamentalmente los Estados Unidos y la Unión Europea), de su excesiva concentración y de la ausencia de una regulación pública efectiva sobre el mismo. 

La falta de control público sobre el sector financiero privado provocó sucesivamente dos imponentes burbujas especulativas -primero la inmobiliaria, ahora la de la deuda pública- que han acabado por afectar gravemente a la economía real. Las consecuencias están a la vista de todo el mundo: el paro se ha situado en límites insostenibles y el tejido de las pequeñas y medianas empresas agoniza por la brutal caída de la demanda y por el estrangulamiento del crédito.

La crisis es el producto de la aplicación del llamado paradigma neoliberal. La gran paradoja es que, desde que estalló a finales de 2007, los gobiernos de la Unión Europea -socialdemócratas o conservadores- desplegaron una estrategia de salida de la crisis inspirada precisamente en esos postulados. Una estrategia del todo irracional, pues el neoliberalismo es el problema y, por tanto, no puede ser la solución.

Todas las recetas que se han aplicado por mandato imperativo de BruSelas-Berlín se han revelado fracasadas. Tanto en el ámbito de la UE como en el del Estado español o en el de mi país, Galicia, las políticas basadas en el recorte brutal de los derechos sociales y del gasto público no han hecho más que agravar la que ya es conocida como la Gran Recesión.

Las privatizaciones, el recorte de los salarios y de las pensiones, el abaratamiento del despido,... ninguna de esas políticas ha servido para cumplir el objetivo que se invocaba por parte de los distintos gobiernos, presos de dogmas que la realidad se ha encargado de desmentir una y otra vez.

En Mayo de 2010, el Gobierno Zapatero dio un giro de 180 grados a su política económica y apostó ciegamente por la política de los recortes. Lo justificó por la presión de los ya célebres mercados. En aquel momento utilizó la coartada de que la prima de riesgo estaba ya en los 130 puntos. Apartir de ahí la carrera de las contrarreformas se abrió paso. Dos reformas laborales, cuatro reformas del sistema financiero, una reforma del sistema de las pensiones. Es decir, menos derechos para los trabajadores y para los ciudadanos, y más poder para el gran capital financeiro, al que se le ofreció a precio de ganga el gran bocado de las cajas de ahorro. Todo eso se hizo en dos años. ¿Y cuál fue el resultado? El resultado es que dos años después la prima de riesgo, ahora con Rajoy en la Moncloa, superó por vez primera la terrorífica frontera de los 500 puntos.

En Galicia el resultado de estas políticas no es menos desolador. Hemos batido nuestro récord histórico de paro en un país con una de las tasas de actividad más baja de Europa y que sigue sufriendo la sangría de la emigración, hemos más que duplicado la deuda -Feijóo se encontró con una deuda de 3.300ME y ahora tiene un mínimo de 7.700- y nuestra recesión es aún más profunda que la española. Es más: Feijóo va a pasar a la historia con el dudoso honor de ser quien dirigió el país en el momento en que se perdía todo nuestro sistema financiero: cuando asumió el poder, Galicia tenía dos cajas de ahorro -Caixa Galicia y Caixanova- y un banco privado -Banco Pastor. Tres años después, no quedan ni las cajas ni el banco. Ese es el legado del gobierno autonómico del PP.

Se impone un cambio de rumbo. La solución está en la política, pero desde luego en otra política. Una política alternativa que tenga como prioridad el crecimiento de la economía. Pero un crecimiento de la economía que no puede reproducir el modelo ya fracasado (el modelo de crecimiento sobre la base del endeudamiento masivo), sino que debe partir de premisas bien distintas. El crecimiento debe basarse en la apuesta por la economía productiva, en la recuperación del poder de compra de las mayorías sociales (sin el cual es imposible que la demanda se reactive) y en el impulso de las políticas sociales y de la inversión pública (que hay que financiar no con más deuda, sino con más impuestos progresivos a los grandes capitales).

En esta nueva estrategia es clave el papel de la banca pública. Los nacionalistas del BNG hemos lanzado una campaña en favor de la Banca Pública Gallega. Sin financiación no es posible relanzar la economía y hoy la banca privada no está cumpliendo el papel de proveedora de crédito para la economía productiva.

El Estado español ha inyectado, a través de distintos mecanismos, más de 118.000 millones de euros en la banca privada desde que comenzó la crisis. Es más de dos veces el PIB de Galicia. Con ese dinero se han socializado las pérdidas del gran capital financiero español. ¿Qué han obtenido a cambio las ciudadanas y los ciudadanos del Estado español? Podemos decir que nada. Los bancos se han seguido comportando como antes del gran crack. El dinero no ha ido al tejido productivo. Ha ido a pagar deudas y a especular con bonos del tesoro.

La política de nacionalizaciones de bancos (Novagaliciabanco, Bankia) puesta en práctica por el Estado evoca las practicadas por el INI franquista. Se ponen en juego miles de millones de euros de todos los contribuyentes para cubrir las pérdidas privadas, de manera que, una vez saneadas, esas entidades sean de nuevo transferidas, y a precios irrisorios, al sector privado. Es un negocio ruinoso para las arcas públicas, pero muy goloso para los gigantes del sector financiero, que son los que se harán con las entidades nacionalizadas. 

Con esa política no salimos de la crisis. Precisamos apuestas distintas. La banca pública es una realidad fecunda en Europa. En Alemania el sector de la banca pública de los la?der es líder en captación de depósitos y concesión de créditos. Hay banca pública hasta en Suiza y en algún estado de los Estados Unidos. En Galicia,  y me atrevó a decir que también en España, es una herramienta necesaria como punto de partida para evitar la expatriación de nuestro ahorro y financiar la economía productiva, contrarrestando los circuitos financieros especulativos inherentes a la globalización, y con ello es un pilar imprescindible para hacer posible otro rumbo para  la salida de la crisis.


** Francisco Jorquera es Portavoz del Grupo Mixto de la Comisión de Presupuestos (BNG)
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