Un plan de comunicación para el Gobierno

Que la comunicación, tanto la interna como la externa, suele ser la asignatura pendiente de todos los gobiernos españoles, ha sido algo tan repetido que apenas merece la pena recalcarlo. Pero, en los momentos que vivimos, con el acoso exterior de mercados, eurócratas y medios de comunicación, y con la desbandada de mensajes internos, se hace imprescindible que el Gobierno elabore un 'plan de comunicación'. Asumiendo que el fallo no es de los responsables concretos de la cuestión, sino de los propios gobiernos, que se aferran a los viejos modos, es decir, no mantener contacto frecuente con la opinión pública, desdeñar las tareas propias de la comunicación, desde las relaciones públicas al 'lobby', y considerar enemigos personales a los periodistas, tanto a los nacionales -incluidos los 'de casa'-- como a los extranjeros.
 
Mantener contactos informales con informadores y 'fabricantes de opinión' es una receta saludable. Cierto que Luis de Guindos lo ha hecho con los directores de algunos periódicos madrileños, y también con el consejo de redacción de un influyente diario anglosajón, pero eso no es bastante para dar cuenta de una realidad. Hemos celebrado el viraje de Mariano Rajoy (y espero que del resto del Ejecutivo), que, desde su cierto catastrofismo, ha pasado a asegurar (el sábado lo hizo en una buena intervención en Sitges) que no estamos al borde del abismo, que la realidad 'es otra', se supone que distinta a la que pintan bastantes medios, bastantes políticos, incluso del PP, los portavoces de bastantes instituciones...y, desde luego, la 'realidad' que nos quieren algunos personajes representativos en la UE, las agencias de calificación, el Wall Street Journal o el Financial Times, por poner algunos casos.
 
Resulta imprescindible atajar esta cascada de informaciones y opiniones contrarias, que tanto daño hacen a una economía que es, como decía Galbraith, "un estado de espíritu". Primero, poniendo orden en las propias filas (por ejemplo, al diputado 'popular' Beneyto, que casi nos ve ya intervenidos, contra la doctrina oficial); después, aproximándose a los odiados medios, nacionales y extranjeros; en tercer lugar, procurando que las otras formaciones políticas hagan causa común; y, por fin, explicando 'nuestra' visión 'urbi et orbi', desde a premios nobeles de economía hasta a los representantes de las universidades y foros de opinión más prestigiosos, una labor que bien podría estar realizando ya nuestra diplomacia. Es el 'plan de comunicación' omnicomprensivo, tenaz, acaparador de mucho tiempo que se dedica a otras cosas menos productivas, que yo le reclamaría al equipo de Mariano Rajoy. Y a Mariano Rajoy en primer lugar, claro.
 
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