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Audiencias cautivas

Audiencias cautivas

martes 07 de enero de 2014, 14:20h
Decía hace poco el pensador libio Moisés Naím que "el problema del poder es que para perdurar necesita una audiencia cautiva". Eso explica muchas cosas que suceden en nuestra sociedad. Por ejemplo, que unos pocos consigan que los "aparatos" de los partidos políticos sean omnipotentes y controlen todos los mecanismos de poder internos -listas electorales, cargos, prebendas, propuestas, decisión de voto-. O que baste con apelar a la "voluntad" del líder para que todos respondan "sí señor" ante el miedo de quedar descolgados para siempre de cualquier proyecto. Quien, de verdad, ha sido un "verso suelto" en el partido, se ha atrevido a discrepar aunque sólo haya sido internamente, o ha mostrado que piensa por su cuenta, sabe que su futuro político es manifiestamente predecible.

Eso explica que los partidos sean del signo que sean se atribuyan la representación única de los ciudadanos y hablen y decidan ex catedra, no sólo sin consultar a quienes dicen representar sino, en ocasiones, contra la voluntad de éstos y, sobre todo, eliminando la voz libre de cualquier asociación, institución o colectivo profesional que pueda ser realmente independiente del poder político. ¿Dónde están las asociaciones de vecinos, los movimientos como el 15-M, las asociaciones culturales y dónde van a estar pronto, si alguien no lo remedia, los colectivos profesionales? Donde no molesten.

Eso explica que los argumentos que un partido mantiene en la oposición cambien radicalmente cuando llega al poder y que quien estaba en el poder utilice los argumentos que usaba el partido contrario cuando estaba en su lugar. Solo se produce un cambio de posición y de cromos. Los principios han dejado su lugar a los intereses.

Eso explica que ningún partido -conservador o socialdemócrata- se meta con los beneficios exagerados de la Banca o de algunas empresas porque la connivencia entre ambos poderes garantiza que unos y otros siguen decidiendo todo.

Eso explica que ningún partido sea del signo que sea tenga interés en que funcionen las instituciones que deben controlarlos como el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, las Defensorías del Pueblo o el Tribunal de Cuentas por sólo citar unos pocos. No sólo no quieren ser fiscalizados ni vigilados -mucho menos que se elimine la corrupción- sino que se aseguran que quienes llegan a esos lugares lo hacen siguiendo el mandato político.

Eso explica, en fin, que ninguno de los grandes partidos o de los menos grandes tenga interés en que tengamos una educación de calidad que fomente ciudadanos libres, independientes, autocríticos, con ideales, bien formados, capaces de tomar decisiones. Si así fuera, la mayor parte de los políticos que ahora están en lo más alto se irían al paro.

Por eso se degrada el poder y por eso necesita audiencias cautivas que se conformen con votar cada cuatro años, con poner a parir a todos en las tertulias y con quejarse de lo que tenemos. Y que no hagan nada para cambiar la realidad.
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