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Memorias de Hortaleza

Memorias de Hortaleza

sábado 01 de febrero de 2014, 18:19h
Hace seis años, cuando la selección española ganaba la Eurocopa, escribí una nota para un diario latinoamericano, con la intención de explicar de alguna forma el cambio de estilo del futbol español, de la mano de Luis Aragonés. Hoy, cuando recibo la mala nueva de la muerte del sabio de Hortaleza, retomo aquella nota porque creo que, con algunos retoques, resulta un buen homenaje a la memoria de un hombre que vivió plenamente su tiempo.

Apenas había cumplido yo siete años, cuando mi padre comenzó a llevarme de la mano a presenciar los encuentros del Pinar Club de Fútbol, el equipo local de Hortaleza, por entonces un pueblo al Norte de Madrid, que pronto se convertiría en un barrio periférico de la capital en expansión. En el Pinar C.F. jugaba un muchacho flaco y desgarbado, que pronto destacaría por su visión instintiva de campo, sus pases en profundidad y su buen toque en los tiros libres, pero que apodaban "el Plomo" por su correr lento y cansino.

Cuando el Plomo jugaba un buen partido hacía las delicias de los seguidores locales, pero también los desesperaba cuando jugaba mal, algo que sucedía con similar frecuencia. Obviamente, yo prefería que el Plomo jugara bien y el Pinar ganara, porque así aumentaba la posibilidad de que fuéramos con el equipo a degustar las delicias de Hortaleza: chuletitas de cordero, regadas con un vino semidulce denominado "garnacho". Para mí, el Plomo acabaría convirtiéndose en todo un símbolo de las vueltas que puede dar la vida. ¿Quién iba a imaginarse que aquel muchacho humilde acabaría convirtiéndose en Luís Aragonés, el sabio de Hortaleza, entrenador de una selección campeona de Europa?

Lo cierto es que no todo es casualidad: en los años de la España franquista agarrarse con todas sus fuerzas a sus habilidades futbolísticas entregó a Luís la llave maestra de la movilidad social, sobre todo al alcanzar la primera división. Pronto llegarían los años en el Atlético de Madrid, donde fue rebautizado como "Zapatones" por la pesadez y contundencia de sus botines, sobre todo cuando tiraba a balón parado.

Recuerdo que el joven Plomo tenía un mentor en el presidente del Pinar C.F., conocido como Ángel el carnicero, cuyo comercio sufría de vez en cuando las cargas de su mecenazgo futbolero. También recuerdo que mi padre y el tal Ángel hablaban de vez en cuando siseando, algo que me irritaba bastante. Sólo más tarde comprendí el motivo del siseo: el club de fútbol de Ángel el carnicero, se había convertido en un espacio medio espontáneo de encuentro de republicanos derrotados, que mantenían las esperanzas de acabar alguna vez con la dictadura. En ese clima barrial, donde había que tener cuidado de lo que se hablaba, fue madurando Luís Aragonés, que luego militaría en las filas del equipo representativo de la oposición popular, el Atlético de Madrid, sobre todo ante un Real Madrid utilizado hasta la saciedad por el general Franco como estandarte deportivo del régimen. ¿Tendría algún contenido político la insistencia de Luís en que el Atlético era el club de sus amores, cuando rechazaba algún alcance que le hacían desde el Real Madrid?

Afortunadamente, la transición democrática fue borrando esas connotaciones que afectaban a los equipos españoles, pero fue Luís Aragonés quien logró llevar al fútbol aquel espíritu de la reconciliación. Algunos se preguntan si para lograrlo tuvo que adoptar la decisión irrevocable de excluir a un Raúl excesivamente representativo del madridismo tradicional. Pero lo cierto es que la selección de Aragonés no sólo incorporó futbolistas de toda España, sino que no tuvo empacho en recoger el legado que dejaron los holandeses en el Barcelona y hacer de ello la base del nuevo futbol de la selección nacional. Había nacido el tiki-taka.

De ese modo, la Roja dejó de identificarse con la imagen de la furia, para asociarse a la de la técnica y la astucia. Atrás quedó aquel juego marcado por el esfuerzo desesperado (bien simbolizado por Raúl), para dar lugar al disfrute de la creación imaginativa, eso sí, compatible con la disciplina táctica. Fue sintomático que uno de los "jugones" de Aragonés, Xavi Hernández, fuera elegido como el mejor jugador de la Eurocopa. Resultó una lástima que los gerifaltes de la Federación dejaran marchar al sabio de Hortaleza. Y ha sido una suerte que le sucediera un hombre como Vicente del Bosque, que, sin ser la mitad de creativo que Aragonés, siempre ha sido un buen administrador de las buenas empresas en marcha. Habrá que ver si Brasil no resulta una señal de que ya va siendo necesario dar otra vuelta de tuerca a la creatividad. 

Pero hoy, ante la infausta noticia, quisiera levantar mi copa de garnacho a la memoria de aquellas sucesivas generaciones que vivieron tiempos duros, tuvieron la suficiente sabiduría para superarlos y murieron con las botas puestas, como Luis El Plomo, Angel el Carnicero o mi propio padre.
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