El candidato de Rajoy

A Rajoy no es que le cueste tomar decisiones; es que no las toma. Fiel a la idea de que cuando hay un problema, lo mejor es que no te pille allí, deja correr el tiempo antes de señalar con el índice al cabeza de cartel de su partido para las elecciones europeas del mes que viene. Ahí, en esas elecciones, hay un problema para el PP, y si por Rajoy fuera, preferiría no estar allí, o que no figurara el 25 de mayo en el calendario, o que no hubiera Europa ese día, pero como hay cosas que ni el mismo Rajoy puede torcer, el curso inexorable del tiempo sin ir más lejos, pues lo que hace es salir él en los mítines como si fuera el candidato. Cualquier cosa, menos decidir, menos elegir, esa acción que los niños ven a veces en los adultos, pero que a ellos les repugna sobremanera. Como a Rajoy.

   Claro que con este rollo del candidato del PP a las europeas, que lo mismo es Cañete pero no se dice para que no le lluevan los palos de la oposición, se soslaya el asunto principal y recurrente: la nula democracia interna de los partidos que alardean de democráticos. A Elena Valenciano, condenada hasta el momento al soliloquio en sus mítines de precampaña, ¿quién la designó candidata? Pues entre Rubalcaba y ella misma, supongo. ¿Y a Cañete o al que sea? Aquí habría que decir que Rajoy, pero por no asustarle, no diremos nada. Pero tampoco son, ciertamente, los únicos que le dan sistemáticamente y con fruición al dedo: el resto de las formaciones y partidos, incluso la mayoría de aquellos que van de asamblearios, hacen lo mismo, es decir, lo que dicen los jefes, o, en algún caso, los que más salen en la tele.

   El PP teme como a un nublado las elecciones al Parlamento Europeo del 25-M, que son las primeras en las que la ciudadanía va a decirle lo que piensa de él, de sus abusos, de sus recortes, de sus despojos, de sus mentiras, de sus regresiones y de su caja B. Y Rajoy, como es natural, se resiste a poner, hasta el fin de los plazos, al muñeco del pim-pam-pum.