lunes 02 de junio de 2014, 11:26h
Un tal Barry Clifford, de profesión "explorador marino" dice haber encontrado los
restos de la nao "Santa María" a siete kilómetros de la costa y a solo tres
metros de profundidad, varada en un banco de arena. La nave, propiedad de Juan
de la Cosa, fue la única que no regresó a España de las tres cuya aventura
cambió la historia del mundo moderno. Consta que Colón y su gente aprovecharon
sus maderas de roble y hasta las piedras de lastre para guarnecer el fuerte
Navidad en la isla "La Española", hoy denominada Haiti. Barry Clifford no
parece dar otras pruebas de su hallazgo que un montón de piedras sobre la arena
y la fotografía de un arma, supuestamente una "lombarda", que desapareció
posteriormente. Al parecer el banco era de arenas movedizas. En cuatrocientos
años, la tierra ha ganado terreno al mar y el barco ha quedado sepultado.
Lo
único que no es dudoso es el diario de Colón, donde se dice "quedó el
gobernalle en manos de aquel muchacho y las aguas que corrían llevaron la nao
sobre uno de aquellos bancos". Según se deduce, el Almirante debía estar
"tumbado a la bartola" en su camarote. Cosa extraña sabiendo que navegaba tan
cerca de la costa y en aguas "que corrían", sobre bancos peligrosos. Lo de echarle
la culpa al "muchacho", que sería un aprendiz de marino como aquel Miguel de
Elorriaga que embarcó en su cuarto viaje, no parece serio.
Colón
tenía gran empeño en titularse Almirante y exigió que se le reconociera tal
título junto a los de Virrey y Gobernador, antes del éxito de su expedición. Se
comprende que era título eufónico y que sonaba bien a los oídos de un marino
profesional como él era. Pero en realidad, era un título hasta entonces,
ambiguo, atribuido a quien tenía jurisdicción en cosas de mar y mando sobre
navíos y galeras, de dimensiones imprecisas. Era una palabra de origen árabe,
"Amir-Al-Ma", que quería decir Emir del Mar y que, como tantas otras, se
incorporó a las lenguas cristianas con distinta graduación. Igual se podía
hablar del Almirante de Castilla que del almirante-propietario de una flotilla
vasca. En el caso de Colón, no se consideraba a sí mismo Almirante de sus tres
embarcaciones sino de toda la Mar Océana.
Tan
compenetrado se sentía con su almirantazgo que, cuando fue destituido de su
autoridad por el juez Francisco de Bobadilla, consiguió que los Reyes Católicos
lo despojasen de todos sus cargos a excepción del de Almirante. Esta pasión por
sentirse Emir del Mar no parece que fue heredada por los marinos españoles que
le sucedieron en otras empresas ya que en las Ordenanzas de Patiño de 1717 se
calificaba a los altos mandos navales como Capitanes Generales, Tenientes
Generales y Jefes de Escuadra, unificando los generalatos de mar y tierra hasta
en los uniformes (botas de montar aparte). Fue, a partir de la revolución
decimonónica apodada "La Gloriosa" cuando se aceptarían oficialmente los
empleos de Almirante, Vicealmirante y Contraalmirante en la Armada española. Quizá
influiría el protagonismo del almirante Topete en aquella revolución. Los
almirantes pasarían antes al lenguaje anglosajón, más lejano a la incorporación
de palabras árabes que el nuestro. Así Nelson fue Emir del Mar. Hoy, sin
embargo, almirantes vicealmirantes y contraalmirantes se han convertido en
graduaciones universalmente adoptadas en todos los mares, con olvido de su
origen. Hoy en día, hasta los chinos han inventado un almirante Zheng He que
dicen que llegó a América antes que Colón con un gigantesco navío de ciento
treinta metros de eslora. No sabemos de dónde sacaron los chinos la palabra
almirante, aunque si sabemos de dónde sacaron la palabra "mandarín". Es decir
los que mandan, en español. Sea lo que fuere, del almirante o mandarín chino no
quedó ninguna huella. Pero del Almirante de la Mar Océana quedó un Continente
occidentalizado en que se basa la autentica cultura del mundo contemporáneo,
incluido el comunismo chino.
Quien
parece olvidado en la actualidad, en la que los problemas de Ucrania inquietan
a un mundo con pocas ganas de complicaciones ajenas, es un almirante español
nacido en Nápoles, como Colón nació en Génova, que conquistó, en su día, Odesa
para Rusia. Se llamaba José de Ribas y estaba al servicio de los Zares. Si bien
ningún olvido es justo, lo que sería injustificable es desentenderse de que, si
como pretende Barry Clifford, el montón de piedras pertenece a un lastre de la
época y, bajo su peso, queda una astilla del barco, y se tratase de los restos
de un "buque de Estado", que serían de la "Santa María", buque de mando del almirante
Cristóbal Colón, cuyo título reconoce el mundo entero como el más consagrado de
la historia, sería imperdonable la indiferencia. En este caso no se trataría de
las magníficas monedas de la fragata "Nuestra Señora de las Mercedes". Si quedase
una piedra, un rastro de madera de roble español o un clavo oxidado, no se
trataría de cuentos chinos sino de las reliquias sagradas de la configuración
del mundo occidental, tal y como lo conocemos hoy. España tendría el deber de
hacerse presente en este asunto. Pero lo más probable es que la nao del Almirante,
como el arca de Noé, haya pasado al rango de los mitos inaprehensibles y
eternos.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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