Tanto se ha comentado ya sobre la reunión de junio del BCE en las últimas semanas y días, que es difícil no caer en la reiteración. Hoy, todas las dudas y especulaciones quedarán despejadas. Ahora, al presidente del BCE le toca cambiar las palabras por obras. En mayo, Draghi dijo que el banco estaría cómodo con aplicar un alivio de la política monetaria en su reunión de junio, siempre que sus pronósticos apoyasen tal decisión y si el euro, que en ese momento cotizaba a poco menos de 1,40 dólares, mantenía su fortaleza contra el dólar. Desde entonces, los mercados han ido anticipando un leve recorte, tanto en el tipo de interés de referencia como en el tipo de depósito, junto con algún tipo de programa de créditos para empresas, lo que ha llevado al euro ha depreciarse más un 2%. Por otro lado, la inflación de la zona euro lleva estancada en zona de peligro desde octubre, y junto con un débil crecimiento que ayer se confirmó en el primer trimestre, supone un riesgo para la recuperación. Se confirma pues que los datos macro que se han ido conociendo desde entonces dejan poquísimo margen a la opción de que el BCE retrase cualquier nueva actuación. De hecho, en pocas ocasiones el presidente del BCE ha sido tan directo y claro en las futuras intenciones de la institución monetaria como lo está siendo ahora. Ha llegado el momento de que los “carteles anunciadores” que nos han ido presentando para la reunión de hoy se ajusten a lo que se espera. De no ser así, el BCE debería revisar seriamente su política de comunicación. No obstante, por si acaso, para recordárselo siempre está el FMI que ayer, nuevamente un día antes de la reunión del BCE, le instaba a tomar las medidas necesarias para impulsar el crecimiento en el actual contexto de baja inflación. Veremos si hoy el presidente Draghi en la conferencia de prensa posterior a la reunión, vuelve a mostrar su malestar por las reiteradas presiones que el FMI viene haciendo al respecto.
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