El barco

Es en la tempestad donde se sabe quién es buen marinero. En las situaciones difíciles cuando se demuestra la altura de los hombres y mujeres de una nación que exige a sus líderes el respeto suficiente de querer lo mejor para todos.
 
Es en la tempestad, efectivamente, el momento en el que hay que tomar el timón de un barco que parece que va a la deriva. Pierde el rumbo porque nadie toma la dirección de una embarcación que necesita ser dirigida.
 
Pero no todo el mundo vale para tomar el rumbo. Sólo aquellos que saben y tienen el valor suficiente para arrostrar problemas y oleaje, terribles ciclones y ruidosas afrentas, largos debates y defensas encendidas de un proyecto que merece convertirse en realidad.
 
La nao naufraga si nadie de la embarcación se toma en serio el futuro de un partido que necesita explicaciones, orientaciones y soluciones. No podemos quedar mirándonos a nosotros mismos desde la bodega del velero esperando que llegue la calma.
 
Porque nadie nos ayudará a enderezar el bajel y a llegar a puerto. Muy al contrario, fuera de esta nave desean que el naufragio sumerja a la izquierda en la inquietud de estar para siempre escorados.
 
Y más allá de los tiempos, a veces, tenemos la obligación de llegar a puerto por el bien de todos aquellos que nos miran y esperan en algún lugar del electorado que les demos las respuestas que nos están pidiendo.
 
El buque necesita alguien que lo dirija. El valor suficiente para subir al puente de mando y mostrarle al mundo que afrontaremos cualquier tempestad sin escondernos en la panza de la goleta.
 
No nos vamos a quedar mirando cómo las olas engullen al balandro sin que no haya respuestas más que el silencio. Máxime si la nave es suficientemente fuerte como para soportar las peores condiciones.
 
Es valor lo que se necesita. Es capacidad de liderazgo. Haberse ganado antes la calle. Estar a la altura de los acontecimientos. Estar a la altura de los tiempos. Estar a la altura de nuestra gente.  
 
@AntonioMiguelC