Lo dejó dicho
Zapatero,
recordemos: el PSOE es lo más parecido a España. Espero, a la vista de lo que está
ocurriendo en el segundo partido del país, que no sea así. Creo que esta nación
nuestra está en una obvia segunda transición, y, para constatarlo, no hay más
que ver lo que ocurre en el Parlamento, donde el debate entre el ser y no ser
se produce en un clima de normalidad que acabará la semana próxima en el
desenlace lógico y, a mi modo de ver, mejor: la proclamación de
Felipe VI. Me
gustaría, porque creo que las tormentas no son buenas para el campo, estar
seguro de que el desenlace en el partido que ha sufrido, en sus 135 años de
vida, no pocas convulsiones, también será el previsible. Pero ¿cuál es el
desenlace previsible?
Desde la dimisión de
Pérez Rubalcaba,
al día siguiente del desastroso resultado electoral del 25 de mayo, todo se ha
precipitado en el PSOE: Susana Díaz, que era la esperanza de los secretarios de
las federaciones socialistas, desiste de presentar su candidatura a la secretaría
general en el congreso del PSOE que tendrá lugar, porque así lo fijó Rubalcaba
en el momento de su dimisión, en julio. Pretexto para esta salida de escena de
la presidenta de la Junta andaluza: que
Eduardo Madina no se retiraba de la
competición. Ella, por lo visto, quería no una elección, sino un plebiscito.
Razón real: los socialistas andaluces no querían perder una baza que ya se ve
que les mantendrá en el poder en la Comunidad más importante de España, el
granero de votos por excelencia. Entre otras cosas.
Luego siguieron las dimisiones:
la lógica y tardía del navarro
Roberto Jiménez y la bomba' del abandono
de
Pere Navarro al frente de los socialistas catalanes, abriendo una brecha con
connotaciones peligrosas: el constitucionalismo sigue perdiendo pie, al menos
en la Cataluña política. He podido constatar, por otra parte, el desánimo de
varios otros dirigentes territoriales que, o bien están embarcados en peleas
fratricidas pretextando carreras por colocarse en las primarias (caso de
Castilla y León), o, simplemente, están abrumados por la pérdida de votos, abochornados
por el ridículo hecho como consecuencia de su apoyo público y fallido a
Díaz y
totalmente desconcertados ante las muchas noticias contradictorias que reciben:
que si congreso sin primarias, que si con primarias, que si con Díaz como única
candidata, sin Díaz, que si las primarias se retrasan...
Y, a todo esto, el panorama
se va poblando de candidatos a esa secretaría general en liza en el ya
inminente congreso del partido, que, no lo olvidemos, sigue contando con cinco
millones de votos seguros y al menos doscientos mil militantes (no
necesariamente en desbandada, aunque sí desanimados) que quieren votar en las
futuras primarias, se formulen como se formulen. Esos candidatos a liderar el
partido y, se supone, a presentarse luego a las primarias, carecen del carácter
indiscutible que, desde el primer momento, acompañó a Susana Díaz. Pedro
Sánchez, economista madrileño, es muy estimable, pero relativamente desconocido
aún. El vasco Eduardo Madina tiene tras sí, pese a su juventud, una ya bastante
larga trayectoria parlamentaria, poblada, eso sí, de silencios; tiene fama de
honesto políticamente, pero también de algo taciturno. El representante de
Izquierda Socialista, Pérez Tapias, tiene los apoyos que tiene: escasos. Y lo
mismo otros nombres que suenan, como el jovencísimo
Alberto Sotillos, que
encabeza un colectivo. O el navarro
Juan Moscoso, que duda. Como la portavoz parlamentaria
Soraya Rodríguez. O el eurodiputado
Juan Fernando López Aguilar... Dentro de
pocas horas sabremos quiénes están definitivamente en la carrera.
Pero ya digo: todo está
abierto. El próximo líder del PSOE tiene que pacificar los territorios, llegar
a un pacto con la poderosa federación andaluza, normalizar las relaciones con
un PSC que se hunde sin remedio, desgajado entre los constitucionalistas y los
secesionistas, resolver los 'brotes republicanos' que, precisamente
ahora, empiezan a proliferar en las bases, concretar las propuestas de reforma
constitucional y buscar algún tipo de pacto con el Gobierno. Casi nada. Añádase
a ello la necesidad de seguir ocupando dignamente un puesto en el escenario
socialista internacional y dar respuesta a las reclamaciones sociales de unos
españoles que, en la izquierda, buscan nuevas fórmulas, aún no bien definidas.
No estoy seguro de que entre los nombres apuntados se encuentre el hombre o la
mujer -tampoco
Patxi López o
Carme Chacón, retirados de esta primera
contienda, o sea, provisionalmente, lo eran- capaz de atender a todos
estos frentes.
Sí sería capaz, acaso, un
colectivo de todos ellos. Es urgente un 'pacto de federaciones' en
el PSOE, incluyendo un PSC que ha de tomar una de las dos direcciones que se
abren ante él, para una dirección más o menos colegiada, que contemple el
pasado --¿por qué no intentar recuperar orgánicamente a
Felipe González o al
propio Rubalcaba, cuya trayectoria yo, al menos, aplaudo, para la presidencia?-y
suponga, al tiempo, una fuerte renovación generacional. Y de ideas. Quiero
creer que el PSOE, en su por muchas razones admirable esfuerzo de regeneración
interna, ha comprendido, al menos, que los partidos no pueden seguir funcionando
como antes, como hasta ahora. Y yo todavía confío, porque creo que esta
formación es esencial para 'centrar' las propuestas de lo que viene
llamándose izquierda, en que este doloroso proceso de incertidumbres y 'strip
tease' intestino, sirva para crecer, fortalecerse, a este partido que ya
ha sufrido, en su historia, como al principio decía, varias conmociones, quizá
nunca tan fuertes como ahora.
Hoy, la verdad, creo que la
frase de Zapatero es más inexacta que nunca; el PSOE no es el partido que más
se parece a España. Pero tiene en su interior muchos de los problemas que
padece España. La inanidad política es uno de ellos.
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