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El entierro y Rubalcaba

El entierro y Rubalcaba

viernes 27 de junio de 2014, 17:24h
El mejor epitafio político sobre sí mismo y su marcha lo ha verbalizado él. Alfredo a Pérez Rubalcaba usando ese fino sentido del humor que le caracteriza, ha dicho que en España se entierra muy bien, de maravilla. ¡Qué razón tiene!. Sobre todo cuando los que han  reparado el entierro son los propios. El adiós de Rubalcaba no por esperado ha dejado de ser noticia, en unos tiempos donde raro es el día en que no surgen dos o tres bombas informativas de primera magnitud.

Dice que en septiembre, cuando el PSOE tenga un nuevo secretario general dejará su escaño y volverá a la Universidad a enseñar. Química orgánica, que es lo suyo, aunque como dice una amiga de ambos después de 28 años de estar en política "tendrá que hacer un cursillo de adaptación y reciclaje a la enseñanza".

Rubalcaba ha sido protagonista de primer nivel en la historia más reciente de España y como todos los que se han dedicado a la cosa pública, tiene sus luces y sombras. Nadie a estas alturas le discute que -como toda esa generación de socialistas abanderada por Felipe González- tiene un alto sentido de Estado y lo ha demostrado siempre que las cosas han pintado mal en España. Se puede decir, por tanto, que ha sido, o mejor dicho es, un animal político, un hombre que ha llevado la política en las venas y ha respirado política por todo los poros de su piel, inteligente, irónico, poliedrico, ingenioso,  controvertido, al que es mejor tenerle como amigo, que como fiero enemigo.

Siempre ha sido un magnífico número dos y tal vez su error fue  querer ser número uno. Deja un partido dividido que bajo su liderazgo ha tenido la peor marca de su historia y por eso, por el desplome que ha tenido en las últimas elecciones tanto generales como europeas, y por el profundo desapegó de los ciudadanos hacia la marca que representa acierta marchándose, quitándose del medio para que una nueva generación de socialistas lidere el proyecto.

Es un brillante parlamentario que durante los 21 años que ha permanecido en el escaño, nos ha dado días de gloria, y ha sabido  tejer complicidades -en muchas ocasiones agridulces- con los periodistas que hemos cubierto la información tanto del PSOE como de  la carrera de San Jerónimo. Es un hombre pragmático, capaz de decir una cosa y hacer justo la contraria en cuestión de minutos si la ocasión lo requería y también ha sido maquiavélico y camaleónico con sus adversarios políticos, a los que por contra, jamás les ha considerado enemigos. No es de extrañar que anunciara su marcha con emoción precisamente en el Congreso de los Diputados y que recibiera una sincera y merecida ovación por encima de las miserias partidistas. ¡Qué bien se entierra en España!

En su partido ha sido un superviviente nato, que sobrevivió al felipismo mas oscuro de los GAL, se instaló en el Zapaterismo hasta su ocaso y supo salir adelante y victorioso aunque, como él mismo suele recordar, siempre apostaba a caballo perdedor. Perdió apostando por Joaquin Almunia y también cuando lo hizo por José Bono pero ¡al final! supo situarse en primera línea con los ganadores. Curiosamente sólo ganó a pecho descubierto la carrera apostando por él mismo frente a Carmen Chacón. El problema es que lo hizo por un escasísimo margen de votos y lejos de integrar, del famoso encuentro de Sevilla salió un partido débil, dividido y con un líder que se ha movido mucho mejor en la sombra, entre bambalinas ejerciendo esa faceta conspiranoica  -que sea o no una leyenda urbana a él le ha hecho grande- que en primera línea. Ahora muchos lamentan su marcha, los mismos que hasta anteayer le despellejaban vivo y dicen que ha sido un gran estadista que junto a Rajoy ha salvado la Monarquía pero, si finalmente, diera marcha atrás volvería, sin duda, la ácida leyenda del maligno comando Rubalcaba moviendo los hilos para llevarse por delante lo que hiciera falta ¡Qué bien enterramos en España!

Yo le tengo aprecio personal y respeto político. Echaré de menos las comidas en Ferraz con tres o a lo sumo cuatro colegas un almuerzo frugal y una larga sobremesa de análisis político en estado puro. Incluso por echar tal vez echaré de menos ¡aunque lo dudo! el durísimo veto, incomprensible e injusto, al que me ha sometido en los últimos años por ser colaboradora de El Mundo, negándose en rotundo a que le entrevistara para ese medio -aunque es cierto que no para otros- desde que el periódico destapó el caso FAISÁN. Ha sido uno de los grandes de la política desde la Transición que como todos los grandes ha tenido luces y sombras y eso le humaniza. Por eso su adiós ha provocado también por el siempre terrible y doloroso fuego amigo, no ha dejado indiferente a nadie.
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