viernes 07 de noviembre de 2014, 08:19h
Un
familiar me envía un presunto decálogo del grupo Podemos para modificar la
Constitución. Apostilla: "Suena bien".
Cuando le comento que me parece una tontería casi deja de hablarme.
Y
en que al socaire del éxito de Podemos, la labia de sus dirigentes, lo radical
de sus teorías y la contradictoria indefinición de sus propuestas, todo vale:
hasta que te lleguen e-mails de
dudosa procedencia que no aluden a los verdaderos problemas de España que debe
afrontar una nueva -y necesaria- Constitución: reforma de la instituciones del
Estado, del sistema electoral, de la separación de poderes, del papel de los
partidos políticos, de las competencias de las Comunidades Autónomas, etc.,
etc.
En
vez de eso, muchos ciudadanos, como mi informante, creen que todo se resuelve,
como en el decálogo de marras, masacrando a los políticos: limitando sus
salarios y su tiempo de actividad, y por consiguiente su aportación a la
Seguridad Social, y poniendo todo tipo de trabas a posibles incentivos de
dedicación o de productividad como el resto de los trabajadores españoles.
Tantas
limitaciones y tantas gárgaras, dejarían la política no ya en manos de los más
preparados -que sería lo lógico-, sino en poder de inútiles arribistas sin
mejores posibilidades laborales, de funcionarios con el reingreso asegurado o
-y esto es lo peor para los regeneracionistas de nuevo cuño- de ricos y muy
ricos que, sin necesidad de un salario, dedicasen su actividad política a fines
más perversos.
Por
si faltase algo en ese decálogo de arbitrariedades inconsistentes, se mantiene
hasta un 50 por ciento el número de los asesores actuales de la clase política.
¿Y dónde quedan los funcionarios? ¿Por qué no se les potencia? ¿Por qué no se
les traslada la autenticidad de sus competencias profesionales para las que se
hayan perfectamente preparados?
Grosso
modo, esa es la respuesta que se me ocurre a las tonterías que cualquier
indocumentado puede poner en la red al amparo de las siglas Podemos o de las de
Perico de los Palotes. Esperemos que los chicos de Pablo Iglesias depuren sus mensajes y eviten la proliferación de
absurdos contenidos en la red, para
merecer así la credibilidad que parece que han conseguido y no tener que
salir huyendo de ellos como de la peste.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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