La presencia del Rey, por primera vez en Las Ventas desde que subió al trono, y pasajes sueltos de la terna, sobre todo de Juan del Álamo que le valieron para una oreja de escaso fuste, fueron lo único destacable en el inicio del largo, demasiado largo ciclo isidril. Lo peor, los seis borricos con cuernos de dos de los hierros secundarios de los Lozano, una moruchada infame y olé. O, mejor, 'desolé'.
Ea, ya se sabe que los calés no quieren buenos principios. O sea que si se cumple su aserto, disfrutaremos de un ciclo isidril maravilloso. Mas seamos serios: ni hay toros con bravura suficiente para tanto festejo, ni coletudos destacados e ilusionantes que les hagan frente. Claro que dentro del descastamiento generalizado a que los taurinos y sus figuras han llevado al otrora fiero 'bos taurus', existen algunas divisas que tocan fondo y son casi siempre un seguro de moruchada. Por ejemplo, las dos de los hermanos
Lozano que saltaron al encerado venteño, nada que ver con su hierro estrella de Alcurrucén.
Así que
Felipe VI -gracias por el detalle de dar la cara por la Fiesta en estos tiempos- habrá tomado nota, suponemos, de este grave problema que no depende de él, claro. Y sí de esos taurinos profesionales que manejan y manipulan el espectáculo atentos sólo a ganar dinero; o sea, que estamos perdidos. También recordará anteriores y lejanas presencias suyas en este coso con lleno hasta la bandera o casi en cualquiera de las funciones de San Isidro. Bien distinto de la pobre entrada en este inicio que se une a la sintomática bajada de los abonos en más de setecientos.
Eso sí, al menos el Rey también habrá comprobado que la terna de coletudos con buenas actuaciones anteriores en la Monumental, quería refrendarlas e hicieron todo lo posible y hasta lo imposible por lucirse. Pero ya se sabe que el hombre dispone y el toro -o esos feos mulos con cuernos que saltaron al ruedo- descompone. Por lo que sólo alcanzó el éxito estadístico un enrazado
Juan del Álamo -que lleva de promedio una oreja por tarde en Madrid, años luz superior al de las figuras, figuritas y/o figurones- frente al menos malo del encierro, su primero.
Le dio distancia y a base de temple y ligazón le robó, siempre en la contraquerencia del platillo o el tercio, también a base de tragar valientemente, varias series de redondos que calaron y despertaron al tendido, antes de cerrar con unas manoletinas de escalofrío. Una faena interesante pero no con méritos para la oreja, menos aún después de una estocada defectuosa. Pero el usía, quizás por la presencia del Jefe del Estado, tiró de moquero y el salmantino la echó en su esportón.
Seguro que con la idea de repetir ante el sexto y salir a hombros, pero éste, aparte de semejar más un caballo percherón que un bicorne, como el resto del encierro sólo buscaba la paz de las dehesas, y si le hubieran abierto cualquier puerta, habría salido corriendo hacia la vecina M-30. El animal, aunque noblote, en un descuido de su matador, lo echó por los aires, aunque no le caló y todo quedó en un susto morrocotudo. Las ilusiones de
Joselito Adame y
Pepe Moral -que extrajo con firmeza y colocación algunos naturales a sus dos borricos-, suficientes y sobrados ante los de su lote, topones, parados y rebrincados, se esfumaron sin darles ni una opción.
FICHA DEL FESTEJOToros de
LOZANO HERMANOS y 1º y 6º de
EL CORTIJILLO, desiguales de volumen y sin trapío, con 2º y 5º, chicos; mansos y descastados.
JOSELITO ADAME: silencio tras aviso; silencio.
PEPE MORAL: silencio tras aviso en los dos.
JUAN DEL ÁLAMO. oreja con protestas; ovación. Plaza de Las Ventas, 8 de mayo. 1ª de la Feria de San Isidro. Menos de tres cuartos de entrada.- Incidencias. El rey Don Felipe de Borbón presenció la corrida desde una barrera del tendido uno, donde le brindaron los espadas su primer toro.
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