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Pongamos que hablo, por ejemplo, de Susana Díaz.

Pongamos que hablo, por ejemplo, de Susana Díaz.

domingo 10 de mayo de 2015, 10:07h
Susana Díaz. He ahí el nombre que, entre los muchos nombres sobresalientes o peculiares en el hervor político de la galopada hacia las urnas -Ada Colau, Esperanza Aguirre, Manuela Carmena, Fabra, Barberá, qué sé yo--, se ha convertido en referente de una situación de inestabilidad. Y sospecho que de Susana Díaz seguiremos hablando, para bien o para mal, esta semana que comienza. Y la próxima, y... Escribo desde Sevilla, a mi entender el corazón del laboratorio político que es  todo el país en campaña. Naturalmente, no tengo confirmaciones acerca de lo que ocurrirá este jueves en la nueva sesión de investidura de Susana Díaz como presidenta de Andalucía. Pero me atrevo a vaticinar que nuevamente no podrá lograr sus propósitos. Suma y sigue...
 
He percibido una cierta sensación de miedo, de irritación y de desconcierto en el socialismo andaluz ante los continuados revolcones que sufre la candidatura de Díaz de manos del PP, de Ciudadanos y de Podemos: no entienden algunos de mis interlocutores que estas tres formaciones no faciliten, con su abstención, la consolidación de la candidata que ganó en votos a los demás. Claro que desde el PP, desde Ciudadanos, desde Izquierda Unida o lo que queda de ella, tampoco entienden muy bien en virtud de qué 'estabilidad' y de qué 'gobernabilidad' adelantó la señora Díaz las elecciones autonómicas andaluzas. Y así estamos, estancados.
 
Un panorama, diría yo, que se va a repetir tras las elecciones del domingo 24 en otras muchas autonomías y no digamos ya en cuántas ciudades españolas. Vamos a ver pactos contra natura, chantajes, extraños compañeros de cama, si los resultados reales son los que anticipan las encuestas: o PP y PSOE llegan a pactos que podríamos calificar como 'de gobernabilidad', dejando que gobierne el candidato más votado, o será Albert Rivera, el líder indiscutible de Ciudadanos y el mimado hoy por las encuestas, quien decida según su libérrimo y muy poderoso albedrío en qué ciudades, en qué autonomías, gobernará el candidato del PP o el del PSOE. Y, desde luego, sacará rédito de ello, como no podría ser de otra forma.
 
Muchas de las personas con las que hablo en distintos puntos de Andalucía están seguras de tres cosas: una, que la investidura de Díaz no saldrá adelante hasta después de las elecciones del próximo 24. Dos, que Ciudadanos hará buena su promesa -nunca explicitada ante micrófonos, es la verdad-de dejar gobernar al más votado, que es lo que quieren los españoles, según dicen los sondeos; así que acabará absteniéndose en el Parlamento andaluz para que Díaz se quede en el sillón de San Telmo. Y tres, que lo más probable es que, no obstante, acabe siendo el Partido Popular el que, con su abstención, facilite la investidura de Díaz; eso sí, a cambio de que los socialistas hagan lo mismo en aquellas capitales andaluzas en las que gane el candidato 'popular', pero no por la mayoría suficiente como para gobernar.
 
O sea, que gobierne el más votado, como digo. Era eso lo que hace meses proponía el PP -maliciándose los resultados que les anticipaban sus propias encuestas-y a lo que se opusieron, por las mismas razones, los socialistas: si gobierna el más votado y se cumple lo que los sondeos auguran, lo más probable sería que los 'populares' se hagan con el poder en nueve autonomías y en más del sesenta por ciento de las ciudades españolas importantes. Es decir, que el partido de Rajoy revalidaría casi íntegro el inmenso poder territorial del que hoy goza, aunque, eso sí, a base de pactos y con no pocas cesiones. Suponiendo, insisto, que se cumpla en la realidad lo que las encuestas profetizan, que ya se ha visto, por ejemplo en el Reino Unido, que no siempre se cumple.
 
Pero, claro, un cambio de cromos entre PP y PSOE, que se atribuirá al deseo de ambos de facilitar la 'gobernabilidad' del país, no puede tener lugar hasta que conozcamos los resultados las urnas dentro de menos de dos semanas. Y, mientras tanto, ya verán ustedes cómo el tema de los pactos se aplaza para mejor ocasión por parte de los candidatos que esta semana comienzan sus debates televisivos, con la participación, faltaría más, de los emergentes, aunque estos no figuren en los parlamentos autonómicos ni en los consejos municipales: no conviene hablar de pactos en campaña, por lo mismo que, en campaña, no conviene facilitar la investidura de la señora Díaz como presidenta andaluza. Lo que no entiendo es la razón por la que ella ha convocado una nueva sesión de frustración para este jueves 14, sabiendo, como saben todos, que los 'noes' de PP, Ciudadanos y Podemos seguirán superando a los 'síes' socialistas hasta que se entre a negociar de veras tras la jornada electoral. Claro que tampoco entendí las verdaderas razones del adelanto electoral que la 'lideresa' andaluza propició en aras de la estabilidad, consiguiendo, como todos esperaban, justamente lo contrario. Son esas cosas que resulta difícil comprender en la tantas veces surrealista política nacional.

El blog de Fernándo Jauregui
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