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El espectáculo llega a la política

El espectáculo llega a la política

jueves 14 de mayo de 2015, 15:08h
Nadie sabe cuándo y dónde dio comienzo un fenómeno que se circunscribía a los programas del corazón, pero que en muy poco tiempo se ha apoderado de las tertulias políticas y de las campañas electorales. Ver a Mariano Rajoy montado en una bicicleta vestido con camisa, corbata y lustrosos zapatos negros, resulta como poco ridículo, fuera de contexto, por más que a sus ideólogos les pareciera la mejor imagen para captar el voto de los desencantados.
De esos que se han ido a otras formaciones, según palabras del propio José María Aznar, y a los que hay que convencer de que fuera de la casa madre del PP hace un frío que pela. En clara referencia a quiénes se han pasado a Ciudadanos, la formación de Albert Rivera, que tampoco anda muy sobrado de ideas, debido a una excesiva exposición mediática, lo que le obliga a decir lo primero que se le pasa por la cabeza, si con ello consigue colarse en los telediarios.

No son los únicos, y me temo que esta moda de salir a la calle a decir y hacer lo que les marcan desde las redes sociales, o desde las sedes de sus partidos, va a ir en aumento, de manera que el efecto sorpresa que pudo causar en un principio ver a Esperanza Aguirre sentada en un sofá esperando que la gente que pasa por la calle le cuente sus preocupaciones, se evaporará como se evaporan esas cientos, miles de promesas que a diario nos hacen y de las que una vez conseguido su objetivo de llegar a ocupar la poltrona del Ayuntamiento o la Comunidad, se olvidan.

De ahí que alguien debería decirles a los candidatos, de todos los partidos, que no hagan más el ridículo, que los ciudadanos no somos tontos, que sabemos distinguir la paja del heno, pero sobre todo que somos conscientes de cuando un político incumple su programa y cuando no. Y que mejor prueba que la indiferencia y la insolidaridad con la que este gobierno ha gestionado los graves problemas de la gente.

No recuerdo ni una sola palabra de Rajoy en contra de los desahucios, de la situación de indefensión en la que se encuentran esas familias, o sobre los jóvenes que pese a estar bien formados tienen que emigrar a otros países en busca de un salario mejor que el que se les ofrecen en el suyo propio, después eso sí, de que se pusiera en marcha una reforma laboral que no ha servido más que para empobrecer a la población, rebajando los salarios, hasta límites nunca vistos en democracia. 

Y qué decir de los mayores de 50 años a los que se está sacando del mercado laboral a empujones y sin ofrecerles una salida digna con la que hacer frente a los muchos años que todavía les quedan hasta llegar a la jubilación. O de los mayores dependientes, para los que no hay presupuesto, mientras vemos con asombro como el dinero de las arcas públicas han servido para llenar los bolsillos de tantos y tantos políticos corruptos como hay en nuestro país.

A los políticos hay que pedirles seriedad, honradez y rigor en los presupuestos, no si sacan a pasear a su perro cuando llegan a casa, ya que de lo contrario corren el riesgo de convertir la política en un reality, en un barrizal. Y a los ciudadanos que no se dejen llevar por los fuegos de artificio, porque es nuestra salud, nuestro trabajo, nuestra educación, nuestra cultura, nuestro futuro lo que está en juego.
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