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Editorial

¿NUESTRO VOTO? NO MOLESTE: TODAVÍA ESTAMOS REFLEXIONANDO...

¿NUESTRO VOTO? NO MOLESTE: TODAVÍA ESTAMOS REFLEXIONANDO...

domingo 24 de mayo de 2015, 08:52h
Son varias las consideraciones que se nos ocurren ante la jornada electoral de hoy y que arrancan de la consideración de lo que ha sido una campaña electoral frenética por un lado y es de temer que anodina por otro. Estas son las reflexiones que a Diariocrítico le suscita la jornada electoral de este 24 de mayo.
1.-La reforma electoral necesaria.-
 
Son varios los periódicos, comenzando por El País, que esta sábado incluían en sus páginas algo que podría ser muy similar, si es que no lo son, a encuestas puras y duras. La cosa es discutible, claro, como el propio concepto de 'encuesta'. Pero lo cierto es que, desde que El Periódico de Cataluña tiene una edición en Andorra, que tradicionalmente se salta a la torera la prohibición de no publicar sondeos desde seis días antes de la jornada electoral, la 'globalización' de los medios ha hecho estallar de hecho, ya que no de derecho, una prohibición absurda. Son muchos los países que han cambiado esta normativa, permitiendo la publicación de encuestas -que, para colmo, los partidos hacen y filtran en su beneficio hasta horas antes del término del día de las elecciones- hasta la víspera de la cita con las urnas. No como aquí y ahora, donde y cuando todos se saltan de una forma u otra las cadenas impuestas por la ley.
 
Y, ya que estamos, otra incongruencia de la muy peculiar legislación electoral española es precisamente la de la jornada de reflexión. Ya carece de sentido pedir a la ciudadanía que 'reflexione' tras la avalancha de mensajes recibidos desde los partidos. Los ciudadanos son ya muy maduros, reflexionan a todas horas y se corre el peligro de que ocurran cosas como la de este sábado: ¿se puede o no manifestarse sin que ello suponga pedir el voto para una determinada formación política? ¿No puede uno protestar contra-lo-que-sea en un día como el de este sábado? El caso es que los 'indignados' del 15-m, sin el apoyo explícito de la formación Podemos, que nació de este movimiento, pero que luego adquirió su propio y multicolor vuelo, decidieron mantener la convocatoria de su manifestación 'conmemorativa' de sus cuatro años de existencia en la Puerta del Sol. Claro desafío a la normativa electoral, o simple desprecio de la misma. Aunque la cosa quedase en apenas un centenar de 'indignados' en el kilómetro cero: puede, dicho sea de paso, que el movimiento 'indignado' haya muerto a manos de su sucesor, Podemos.
 
Quizá estas deberían ser las últimas elecciones en las que esta obsoleta normativa, injusta en su falta de proporcionalidad, esté en vigor. Pero el calendario de tiempos, que ya no permiten grandes movimientos en el Parlamento, indica que también las próximas generales, de noviembre o diciembre (¿o de septiembre, coincidiendo con las catalanas, como creen algunos?), se verán con el corsé de la excesiva, poco equitativa, regulación encima. Luego, en la próxima Legislatura, tal vez nuestros perezosos partidos acuerden una reforma a fondo de la legislación electoral, que buena falta hace desde tiempo ha.
 
2.-¿A quién diablos votar hoy?
 
Así que, ya que hemos de reflexionar, reflexionemos. Muchos periódicos del mundo democrático no esconden el sentido de su voto cuando así lo estiman oportuno. Nosotros, el Grupo Diariocrítico, desde nuestro modesto alcance, hemos rechazado decantarnos por una opción concreta desde que nacimos, hace doce años. NO escondemos, sin embargo, nuestra inclinación por el cambio. La dialéctica en esta campaña, a través de los discursos mitineros que hemos seguido puntualmente (no deje de darse una vuelta por nuestra sección España en elecciones), es, sin duda, la siguiente: los que proclaman el cambio, como hizo el PSOE en 1982, frente al partido que dice que hay que consolidar lo hasta ahora logrado en los tres años de mandato de Mariano Rajoy. Quizá este haya sido el principal fallo de los estrategas del PP, el que va a hacer que ganen en muchos lugares donde ya habían ganado, pero con mucho menor número de votos que hace cuatro años, y que pierdan en otros sitios en los que gobernaban, aunque esto ocurrirá presumiblemente en un menor número de casos.
 
Los demás, tanto el PSOE e IU como los emergentes Podemos y Ciudadanos, han apelado al 'cambio', "sensato", como dice Albert Rivera, o más radical, como, a veces, ha proclamado Pablo Iglesias. Lo que ocurrirá a partir del lunes será que comprobaremos si el 'cambio', en sentido global, se aliará frente al partido que proclama afianzar lo ya hecho y seguir por el mismo camino (en ningún caso hablaremos de inmovilismo), o seguirá cada uno por su lado. Hoy, los indicios en nuestro poder indican que Ciudadanos, aunque el entusiasmo hacia esta opción se haya estancado algo, sigue siendo el árbitro, el juez supremo que puede decidir si, con su abstención en las investiduras respectivas, la lista más votada -es decir, en el mayor número de casos el PP-obtiene o no el poder. Un poder pactado previamente, claro, y, por tanto, más limitado que si se hubiese obtenido con una mayoría absoluta...O si se une a un hipotético 'frente del rechazo' al PP. Porque, en el caso de Podemos, Pablo Iglesias no tiene más que un aliado 'fuerte' posible, si así lo busca y si así lo quiere Pedro Sánchez: el PSOE.
 
Esta es la ventaja de los socialistas sobre el PP. El PSOE también va a tener considerablemente menos votos que en las últimas municipales y autonómicas -que ya es decir--, pero puede pactar tanto con Ciudadanos, como con Podemos, como, cuando ello sea posible, con Izquierda Unida (o con UPyD, que se va quedando muy a la zaga en la carrera, que ya es virtualmente cuatripartita). O como con los nacionalistas  catalanes, con los que el PP está ahora seriamente enfrentado, pero el PSOE tiene cierto -cierto-margen de maniobra.
 
Ante este panorama, ¿a quién votar? Rajoy lo dijo en sus últimos mítines, como si ello fuese una ventaja, en lugar de un inconveniente: solamente el voto al PP garantiza que el sufragio va a una opción concreta y determinada. Lo otro, incluyendo Ciudadanos -de cuyo apoyo, ya se ve, parece estar muy poco seguro-vaya usted a saber en qué parará: seguramente en un respaldo al socialismo. Está Rajoy sugiriendo su soledad: orgullosamente solos, íntegros en nuestro mensaje, inflexibles ante el cambio. Parece que algo de esto perciben los ciudadanos aún no convencidos de hacia dónde orientar sus preferencias. El del PP es un voto inequívoco, refractario a evoluciones que quién sabe a dónde pueden conducir, con esta gente nueva poblando la iconografía política: estos inventos modernos siempre acaban en desgracia, dicen los más ortodoxos, y pedimos perdón por lo que puede parecer una caricatura. Pero mucho de esto hay.
 
Enfrente está Pedro Sánchez, que se juega mucho en unas elecciones que son mucho más que municipales y autonómicas. Con o sin alianzas -y ya ha dicho que, excepto el PP y Bildu (¿?), está abierto a pactos con todos--, necesita que los socialistas gobiernen en algún sitio además de en Andalucía, donde la investidura, o no, de Susana Díaz se ha solapado con la campaña para las elecciones de este domingo después de que, de manera un tanto incomprensible, la lideresa andaluza anticipase sus propias elecciones al pasado 11 de marzo. Le bastaría con un pacto en Madrid, algo así como 'todos contra Esperanza Aguirre' (estaría, a nuestro juicio, justificado, por los volatines dados por la aún presidenta del PP madrileño), para mantenerse. O una victoria por la mínima y con alianzas sobre María Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha. O que ocurriese el milagro en Valencia, o en Extremadura (no le basta, entendemos, con mantener la hegemonía socialista en Asturias). O que el número total de votos obtenidos por el PSOE superase ligeramente a los del PP. Magro consuelo, leve amarre. Pero su posición es mejor que la de Rajoy, porque Sánchez va a la conquista desde lo poco que tenía territorialmente; Rajoy tiene que mantener la fortaleza, desde su posición actual de presidente del partido con mayor poder territorial en la historia de la democracia.
 
3.-Llega lo nuevo
 
Especialistas ha habido en las últimas horas empeñados en subrayar las posibilidades de un 'vuelco' espectacular en puntos tan emblemáticos como la ciudad de Madrid, donde la candidata más o menos afín a Podemos (ella niega excesiva proximidad), Manuela Carmena, ha escalado rápidamente peldaños en las preferencias de la calle, lo mismo que en Barcelona ha ocurrido con la activista Ada Colau. Es el combate, en su versión más extrema, entre lo ya conocido y lo por conocer. Pero qué duda cabe de que cualquiera de las dos inmediatamente citadas ocupando el despacho de la alcaldía de una de las dos principales ciudades españolas pondría rostro a esa nueva era que no es que esté llamando a la puerta: es que ya se ha colado en casa.
 
¿Qué posición adoptar ante lo nuevo?  Hay quienes creen, y dicen, que es una cuestión meramente generacional. No estamos del todo seguros de ello. Hemosasistido a mítines de todo tipo en ciudades de diversos puntos de España. Hemosvisto bastante transversalidad en edades y atuendos, aunque uno no puede, lógicamente, esperar ver determinados 'fenotipos sociológicos' en mítines del PP o en los de Podemos, por seguir con los dos ejemplos extremos. Vimos, así, en la cena con la que Ciudadanos celebró el cierre de campaña en Madrid a gente ataviada casi como para una boda. Y muchos más mayores 'consolidados' que jóvenes 'rupturistas' en el acto final del PP, que finalmente optó por arriesgarse -y tuvo un llenazo-en el Palacio de Deportes madrileño. Es obvio que los 'populares' han gastado más dinero que los demás en cartelería, folletos y organización de mítines; la suya ha sido una campaña más 'clásica' que la de los demás, PSOE incluido. Una campaña, diríamos, acorde con lo que ha venido diciendo el infatigable -quién lo iba a decir-Rajoy en sus mítines: más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer.
 
Pues ese es el quid de la cuestión, esa es la incógnita que se abre no tanto ante las votaciones de este domingo como cuando, mañana lunes, comience la era novísima de llamadas frenéticas, cambios de cromos, ofertas que antes nunca se habían puesto sobre la mesa. Puede que, al final, el cambio radique precisamente en eso: en lo que se ofrece como nuevo a cambio de que te abstengas o no a la hora de votar una investidura, por ejemplo. O sea, casi una transacción comercial, más que una subasta de valores. Bueno, algo es algo; a nosotros nos basta para invitar a acudir, aunque sea arrastrando los pies, como cuando nos llevaban al colegio, a la urna. Hay muchos, muchos más quizá que nunca, motivos para esa participación que desde estas mismas páginas auguramos bastante masiva.
 
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