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La montaña rusa

sábado 30 de enero de 2016, 12:58h

No espero que suceda algo tan inesperado como para que vuelva a ilusionarme. Me siento en el sofá y dejo que los rayos del sol me acompañen en el silencio. Cierro los ojos e intento viajar por el pasado, o por el futuro, sobre todo huyendo de un presente tan huero que huele a vacío. El sonido del televisor pierde sus palabras y se pierde por una bruma de ruidos. Los niños juegan en la calle porque el invierno no ha echado aún sus visillos. Los automóviles pasan como siempre pero el aire parece más sin alma. Los semáforos suenan como en la nada. Los balcones tienen menos macetas. Las ventanas se esconden detrás de las cortinas. En las calles del centro hay mucha gente que va y viene con las manos en los bolsillos. Las tiendas están silenciosas. Solo las sombras de los chinos mueven sus productos en la penumbra de fríos supermercados. Huele a nada envuelta en atardecer. Al aire de la noche le cuesta despertarse en el alba, absorber el sol para regar de luz las fachadas más viejas.

No espero nada que salte del escenario para ofrecerse. Una mano con una flor o una caricia. Un discurso vacío que al menos abra una puerta cerrada. El cruce de las espadas luchando por un fin noble. No espero nada de las promesas. Al lado de mi casa hay una estación. Hay una vía muy larga que se pierde hacia el sur pasando un valle de nieblas. Hay un polígono desierto en el que viven los pájaros. Hay una urbanización llena de casas invisibles, o de vigas calladas que no pueden continuar. Cuando pasa el tren se oye un ruido de vida que corre por las calles desiertas. Unos cuantos olivos que desconocen que hay subvenciones se están cayendo a pedazos. El invierno es largo, pero todavía no ha venido.

Ayer fui al cine y vi otra película más que nos cuenta la crisis, “La gran apuesta”. Lo que dice es muy simple. Arriba, en la cúspide, donde se toman las grandes decisiones que tienen efecto sobre millones de vidas, solo hay tontos, avaros y avariciosos. La gente inteligente se dedica a los libros y a cosas improductivas. El dinero va a espuertas en manos de ignorantes que piensan que es posible doblar y doblar en cada jugada. Esa es la base de la crisis financiera de 2008. Esa es la razón de que el mundo haya avanzado para llegar mucho más atrás. El sistema, en su esencia, es eso. Y nadie conoce cuál es la mejor alternativa, porque las que había se derrumbaron sin vida como el muro de Berlín. Vamos en un tren dirigido por gente que no sabe adónde nos lleva ni cuándo se acaba la vía. La única esperanza es saber que la vida es un milagro acostumbrado a vencer en las peores condiciones. Y que por supuesto, de esta también saldremos, y que volveremos, como siempre, a la montaña rusa de la historia.

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