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El año que vivimos peligrosamente

miércoles 02 de marzo de 2016, 15:33h

Si todo sucede como está previsto y Pedro Sánchez tampoco es investido el viernes nos embarcamos en una dinámica cuya única salida es esa segunda vuelta que algunos están deseando que se produzca. Hace un mes titulé uno de mis artículos con el nombre de la película deAdrian Lyne, ya saben “Nueve semanas y media”, poniendo ese tiempo como tope para que nuestros políticos alcanzaran algún acuerdo que desbloqueara la enconada situación en la que se encuentra la política española. Esas nueve semanas y media contadas desde el día después de las elecciones del 20-D se cumplieron el pasado 25 de febrero.

Bueno, pues visto lo visto, ni “Cincuenta y cinco días en Pekín”, ni “Nueve semanas y media”. Esto va camino de convertirse en “El año que vivimos peligrosamente”. Porque si Sánchez no consigue apoyos de última hora que le salven los muebles, y no parece que Podemos y sus marcas que son los únicos que pueden sacarlo del laberinto con sus votos, estén por la labor, nos encaminamos indefectiblemente a una nueva convocatoria electoral que, como muy pronto, se celebraría a finales del mes de junio, es decir casi doscientos días después de las primeras.

O eso o lo que persigue Sánchez y tratará de conseguir en estos dos meses de plazo que tiene tras la segunda sesión de investidura del viernes. Convencer a los barones y baronesas de su partido que es mejor pactar con Podemos que con el PP ya que con los primeros él sería presidente mientras con los segundos lo sería Rajoy. Esta posibilidad que tendría que contar con el apoyo también del PNV y al menos la abstención de los grupos independentistas catalanes, daría lugar a un Gobierno bastante parecido al Camarote de los Hermanos Marx conPablo Iglesias como vicepresidente y con las diversas marcas blancas de Podemos poniendo sobre la mesa del Consejo de Ministros sus particulares y a veces contradictorias propuestas. Y con Sánchez de mera figura decorativa, eso sí muy contento con poder ocupar su sueño en la Moncloa.

Y hablando de Marx, de Groucho, claro, que era el inteligente, hay varias frases suyas que retratan a la perfección a Pedro Sánchez y su forma de actuar. Una afirma:”Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente”, y otra dice “Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se dejen engañar. Es realmente un idiota”, o una tercera que señalaba: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlo, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Y, sobre todo, una de sus frases más conocidas que el líder socialista puede aplicar tanto a Ciudadanos como a Podemos, me refiero a la que afirmaba: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”

Ayer, volviendo a mi casa en el autobús, el 31 por más señas que sale del Prado de San Sebastián y acaba en Las Tres Mil Viviendas, asistí a una conversación entre dos currantes cuarentones en paro que venían de hacer unos trabajillos chapuceros para sacarse unos euros. “¿Tú te estás dando cuenta la poca vergüenza que se gastan estos políticos? El nota del PSOE se presenta a Presidente sabiendo que no va a salir, pacta no sé que chorradas con el niñato catalán y a sus espaldas negocia con los del coletas. Total, para nada porque cada uno va a lo suyo, a trincar lo que pueda. Yo, a Rajoy no lo quiero ni en pintura y no lo voté, pero si ha ganado las elecciones, que le dejen gobernar. Porque me da a mí que esto tiene poca solución y mientras tanto los catalanes y los vascos está haciendo de las suyas. No me extraña que algunos empresarios digan que aquí va a invertir tu tía, porque lo que es ellos prefieren irse a otro país en el que la cosa esté más tranquila”.

No hace falta ser un experto tertuliano para colegir que el cuento de nunca acabar, la historia interminable de este inacabable proceso negociador puede darle la puntilla a la presunta recuperación económica que tanto vende el PP y que los ciudadanos siguen sin ver por ninguna parte. Porque a mí, que baje la prima de riesgo, el que se pague menos por la deuda pública, que España tenga un crecimiento del 2 o del 3 por ciento no lo percibo en el día a día. Ni yo ni la gran mayoría de los españoles. Quizás ahí esté el gran fallo del PP, en que esa salvación de España de la posible quiebra en la que nos metió Zapatero no sólo no la ha sabido vender proporcionándonos a todos más beneficios tangibles, sino que, al contrario, después de castigar a la clase media con la bajada de sueldos, con el aumento del IRPF y del IVA, resulta que a quienes sí parece haber beneficiado la política económica de Rajoy es a los banqueros o a los dueños de Zara. Esos polvos, entre otros muchos, han traído los actuales lodos y arenas movedizas de las que va a ser muy difícil salir.

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