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A 'ellos' les fastidia debatir

lunes 13 de junio de 2016, 08:44h

Me hubiese gustado un 'cara a cara' entre Rajoy y Albert Rivera, en torno al concepto de política de centro que tiene cada uno de ellos. Otro, entre Rajoy y Sánchez, a ver si el socialista ya no le llama ‘indecente’ y, sobre todo, para comprobar que seguramente están de acuerdo en mucho más de lo que dicen y ellos mismos quisieran. Por supuesto, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, por lo de ir definiendo los perfiles de la verdadera socialdemocracia, que es concepto evanescente, como el de liberal, dependiendo de quién y cómo lo use. En fin: que no me bastó con el único e irrepetible ‘debatazo a cuatro’, ni con los descoloridos sucedáneos del ‘match a cuatro’ entre mujeres (¿de quién fue la disparatada y poco igualitaria idea?) o entre economistas (todos hombres). El debate en televisión, mucho más que el mítin y no digamos ya que esas ridículas apariciones explicando a los niños que las ‘chuches’ no tendrán más impuestos, es consustancial a una buena campaña, como lo son los programas electorales, de los que nadie habla más allá de si se parecen o no a un folleto de Ikea. Y es que a ‘ellos’, más allá del jaleo que pueda ser ganancia de pescadores de imagen y de ataques, no les apasiona debatir en serio: tienen miedo a no dar la talla.

He seguido ocasionalmente algunas campañas en Estados Unidos, en Gran Bretaña y en Francia. Lejos de mí la admiración por principio hacia cuanto se haga fuera de nuestras fronteras: en todas partes cuecen habas de frivolidad y falta de ideas. Pero la verdad es que he presenciado algunos debates modélicos, en los que el público, o los moderadores, atornillaban a los candidatos en torno a cosas tangibles casi hasta hacerles derramar lágrimas y no permitiéndoles ese ‘y tú más’ que tanto place a los políticos caseros. Se trata de que los electores conozcan lo que de verdad planean hacer, quienes aspiran a representarnos, con nuestro futuro en cuestiones que tanto nos importan: impuestos -y para qué-, educación, sanidad, trabajo... Es decir, el Estado de bienestar. Pero no es solamente eso, tan citado: a mí, al menos, también me gustaría saber cómo enfocan otros asuntos que también son vitales, como la profundización del Estado democrático. O sea, las reformas constitucionales y legales, las reformas administrativas, nuevos planteamientos territoriales que sirvan, entre otras cosas, para frenar la locura secesionista catalana y acabar con el desmadre en el que ha caído la financiación autonómica...

Y me temo que no basta con un solo, confuso, debate entre los cuatro candidatos que nos han traído hasta esta situación para saber si ‘ellos’ pretenden o no abordar de manera coherente, generosa, todo lo antedicho. Se necesitan debates parciales, sobre cuestiones puntuales: qué reforma constitucional es exactamente la que pretende el PSOE -tiene muy olvidada esta cuestión en la campaña- y hasta dónde se lo permitiría ese PP siempre reticente a los cambios de fondo. O qué piensan hacer con la Cataluña de Puigdemont, que es todavía más caótica que la que heredó de Artur Mas. Porque resulta que lo malo de esta situación de provisionalidad eterna en la que vivimos mantiene indefinidas las políticas energética, de transportes, de reforma de la Justicia, el pacto por la educación, una más justa distribución de la riqueza... Bueno, casi todo, en realidad, está como en funciones, como el Ejecutivo. Y para definir qué piensan ‘ellos’ sobre todo esto, no basta con un debate de hora y media, por muy buena voluntad que se le ponga, que alguno ni siquiera se la pone. Comprendo que, en el fondo, todos piensen como aquello que sí se atrevió a confesar Rajoy en una emisora de radio: que eso de debatir es un fastidio, pero, en fin, qué remedio…


- Así será el 'debate a cuatro' de hoy: hablarán de pie desde un atril en un plató en tonos negros y grises

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