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Si no conocemos al elector, no sabremos convencerlo

martes 14 de junio de 2016, 12:31h

A la hora de inocular los argumentos de campaña, cada partido se encuentra una serie de dificultades. El primero son los antagonismos que genera cada uno hacia determinados segmentos del electorado, que hacen que sus argumentos sean rechazados como fuentes fiables de información o se cuestionen todas aquellas informaciones que contradigan las creencias propias, esto hace que los electores pierdan una de las vías para ser persuadidos, la razón-argumentación. En segundo lugar, son los electores más escépticos, más céntricos ideológicamente y más reflexivos los que someterán a más reflexión los argumentos de los diversos partidos, estos electores suelen ser volátiles, y se deciden por una opción u otra en base a el posicionamiento del partido concreto en determinados temas relevantes, sin embargo, aunque a estos electores se les pueden inocular argumentos a través de la razón-argumentación, pierden una vía fundamental (quizá la más básica) para tal efecto, el vínculo afectivo.

Argumentación y afecto son las dos formas principales para que los partidos inculquen sus argumentos en el electorado. Pero la relevancia que tenga cada una en un elector concreto, es inversamente proporcional a la relevancia de la otra.

Pero ¿cuáles son las ventajas o características de uno y de otro? Para ello definiremos los dos electores “tipo”: el elector racional y el elector afectivo.

El “elector racional” sopesa las diferentes opciones, y acaba escogiendo aquella que considera que le proporcionará mayor utilidad en base a los asuntos que considera más relevantes, o a aquella opción que considera más cercana a sus propias posturas en ese momento. Suele ser un elector volátil y se le debe convencer en base a argumentación. Este elector no suele tener vínculos afectivos muy potentes hacia las diversas opciones, con lo cual escuchará los argumentos de la mayoría de ellas.

El “elector emocional” es aquél elector que, al sentir un vínculo afectivo hacia un partido, tenderá a tomar las posiciones propias de dicho partido en los diversos temas, tomará como propios los argumentos que diga el partido, y desechará o pondrá en duda los argumentos del resto, especialmente los argumentos de los partidos hacia los cuáles sienta un mayor sentimiento de rechazo.

Como ya hemos dicho, ambos perfiles de electores se dan de forma simultánea, aunque los efectos de ambos no son aditivos, es decir, a más vínculo afectivo, menos racionalidad y viceversa.

Considerar ambas vías para argumentar al electorado es fundamental, por ello es clave que los diversos partidos identifiquen bien quiénes son esos votantes racionales y quiénes son esos votantes afectivos.

Existen diversos indicadores acerca del mayor o menor nivel de afectividad-racionalidad del elector (su ubicación ideológica, simpatiza con un partido, rechaza a un partido, etc.), pero también algunas variables sociodemográficas pueden orientarnos acerca de cómo debemos argumentar (emocional o racionalmente) a nuestro elector objetivo.

El nivel de estudios sería un buen indicador de esto, por el siguiente motivo:

Un elector con mayor nivel de estudios suele tener una mayor capacidad para procesar la información, con lo cual necesitará en menor medida que otros (concretamente los propios partidos) interpreten la realidad por él. Es por ello que el elector con mayor nivel de estudios tenderá a formarse opiniones propias, desarrollando con ello un menor vínculo afectivo hacia un partido, por tanto, el elector más formado tenderá a ser más racional. El caso

El elector con menos formación, al contrario, necesitará que los partidos interpreten la realidad por él, es decir, que le ahorren el tiempo necesario en sopesar todos los datos para tomar la decisión posible, con lo cual tenderá a desarrollar un mayor vínculo afectivo hacia un partido en cuestión, por lo que será un elector más emocional, al que los argumentos de los otros partidos le generarán rechazo o duda.

Si analizamos la distribución del electorado, y siguiendo esta lógica, sería más probable que los partidos nuevos tuvieran mayor propensión a ser votados entre los electores más formados, puesto que estos electores tendrían un menor vínculo afectivo hacia los partidos tradicionales, por el contrario, los electores menos formados, es más probable que tengan mayor vínculo afectivo con los partidos tradicionales, ya que tendrían una mayor necesidad de que otros interpreten la realidad por ellos, dejando un menor margen a que otros partidos entren en su mapa mental.

Analizando los datos del barómetro del CIS de Abril, comprobamos cómo, en efecto, los partidos nuevos tienen más propensión a ser votados por los electores con mayor formación.

Autoubicación

Izquierda [1,2,3]

Centro [4,5]

Derecha [6,7,8,9,10]

Estudios

Primarios o menos

3,8%

PSOE: 41,7

Podemos: 40,3

7,5%

PSOE: 45,7

Ciudadanos: 8,7

Podemos: 4,3

PP: 3,6

6,8%

PP: 76,7

Intermedios

16,1%

PSOE: 18,7

Podemos: 56,0

26,4%

PSOE: 24,6

Podemos: 17,5

Ciudadanos: 15,3

14,8%

PP: 56,0

Ciudadanos: 23,8

Universitarios

8,1%

Podemos: 61,7

PSOE: 18,4

9,3%

PSOE: 19,1

Podemos: 16,7

Ciudadanos: 22,8

7,2%

PP: 47,4

Ciudadanos: 33,3

En conclusión, debemos conocer bien al elector, para saber cómo convencerlo.


José Luis Sanchís.

Juan Antonio Flores.

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