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Inglaterra confirma que los pueblos pueden equivocarse

viernes 24 de junio de 2016, 18:43h
Y cuando digo Inglaterra y no Reino Unido lo digo con toda la intención. Antes que nada, tengo que comenzar señalando que no fui uno de los confiados en la remontada de los partidarios de mantenerse en Europa en las últimas encuestas británicas. Desde hace tiempo le tengo mucho respeto al voto oculto y siempre me pregunto a quién favorecería ante unos comicios. Y no tenía dudas de que en la última semana había más voto oculto entre los partidarios de abandonar la Unión Europea (también por el efecto del martirio de Jo Cox) que entre los partidarios de quedarse. Por eso no estaba confiado en que estos últimos ganarían el referéndum.

Pero una vez producida la ajustada victoria del Brexit, lo que me parece más importante es examinar sus causas. Ya todos los analistas han mencionado la irresponsabilidad de Cameron, los efectos negativos financieros para Gran Bretaña, la división social y generacional que ha mostrado la consulta y varios efectos más. Pero echo en falta un análisis menos superficial de los motivos socioculturales internos.

Parto, como ya he repetido, del enunciado de que no es cierto eso de que los pueblos nunca se equivocan. Desde luego que pueden equivocarse y mucho, eso deberíamos saberlo desde los populismos europeos del primer tercio del siglo pasado, incluyendo a Hitler. Con motivo de la victoria del Brexit, Lluis Bassets, el experto internacional de El País, lo ha dicho con palabras más rotundas: “Democracia y verdad no son sinónimos. Tampoco democracia y acierto”. Desde luego, eso necesita una aclaración inmediata para que no haya malentendidos. El hecho de que democracia y acierto no sean lo mismo, no significa que pueda irrespetarse la democracia (que es el menos malo de todos los sistemas políticos). Como he insistido, los pueblos pueden equivocarse pero son los únicos que tienen el derecho de hacerlo y esas decisiones – incluyendo las erradas- hay que respetarlas.

Pero ¿cuáles son las razones que explican que, como en este caso, puedan equivocarse? Creo identificar dos que han sido y suelen ser cruciales. Los pueblos son cautivos de los atavismos identitarios y, en relación con ello, son sensibles a los populismos circunstanciales. Veamos ambos factores.

Conocí sobre el terreno los atavismos identitarios ingleses cuando viví en ese país hace algún tiempo, sobre todo porque tuve que hacerlo a caballo entre la capital y el país profundo en Yorkshire. Así pude distinguir entre la vida agresiva de Londres y la más gentil de las urbes de provincias; aunque también entre la cultura más cosmopolita londinense y la más tradicionalista del país profundo. Pero lo que más me impresionó fue como la defensa del tradicionalismo se asociaba con el rechazo a Europa. Cuando algún interlocutor, sobre todo si procedía del mundo rural, quería evidenciar su rechazo a algo que contravenía las tradiciones no decía que aquello era demasiado moderno, sino que era una manera “continental”. Lo europeo continental representaba lo que divergía de sus costumbres tradicionales y por lo tanto era rechazable. Pues bien, no es nada extraño que ese provincianismo del país profundo haya votado mayoritariamente por el Brexit, frente al voto integracionista de las nuevas generaciones en las grandes ciudades.

Y ese atavismo identitario suele asociarse muy bien con los populismos epocales. Por ello no es extraño que estos partan de la exaltación de aquel. Desde luego, los populismos de hoy día tienen su propio respaldo en los problemas sociales y económicos de la Europa actual. Pero sus mecanismos de movilización siguen siendo bastante conocidos. Ante una turbulencia económica que cause malestar social, el populismo (de derechas o de izquierdas) plantea soluciones mágicas que permitan sanar rápidamente las heridas sociales, aluden a la activación popular (insistiendo en que ellos sí representan al pueblo) y son partidarios de recuperar soberanía autónoma frente a la Unión Europea. En el caso del populismo de derechas eso se traduce en un nacionalismo contrario a la inmigración. Desde su cultura tradicional, buena parte del pueblo británico se ha dejado arrastrar por los cantos de sirena de ese populismo nacionalista. Y no es extraño que tal cosa lo aplauda el resto de los populismos europeos de extrema derecha.
Deberíamos ser optimistas y pensar que esta ruptura no es irreversible. Pero ya se sabe que el recambio generacional es un proceso lento y que tampoco es unidireccional. En todo caso, sería bueno aprender que es una falacia, muchas veces dolorosa, esa confianza infinita de que el pueblo sabe evitar la seducción populista y aceptar que hoy en Europa es necesario un frente común contra el populismo de todos los que lo rechazamos. Porque la situación sigue siendo cada vez más sombría.
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