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Mujeres sin techo de cristal

jueves 13 de octubre de 2016, 14:37h

No son muchas, es cierto, pero son algunas de las que han llegado al poder después de toda una vida dedicadas a la cosa pública. Me refiero a ese reducido grupo de mujeres que estuvieron en la recepción real: Soraya Sáenz de Santamaría, Susana Díaz, Ana Pastor, Cristina Cifuentes o Esperanza Aguirre. Todas las cuales tienen en común, independientemente de su ideología, la contundencia a la hora de defender sus proyectos, sus metas, sus postulados ideológicos, y todo ello sin perder la sonrisa, convencidas como están de que su futuro está por escribir, después de haber roto su propio techo de cristal.

Tres de ellas protagonizaron las anécdotas más divertidas y tensas de la recepción, incluso sin proponérselo, porque si hubo un momento inusual que los periodistas disfrutamos, como solemos hacerlo cuando conseguimos nuestros propósitos, fue el que protagonizaron Soraya y Susana. Ambas se encontraban en el salón donde los invitados toman una copa y charlan con los compañeros de partido o con los del partido contrario, pues no crean que siempre andan a la gresca aunque lo parezca por sus declaraciones.

A lo que iba: Se encontraba la presidenta de la Junta de Andalucía, vestida de rojo pasión, hablando con Ignacio Camacho, Arsenio Escolar, padre, Carmen Rigalt, Isabel San Sebastián, Pilar Cernuda y conmigo, cuando alguien se separó del grupo, mientras el resto intentábamos arrancarle unas declaraciones sustanciosas. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando Arsenio apareció con la Vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría para situarla justo delante de Susana con el fin de hacerles una foto juntas a las dos políticas más poderosas de nuestro país. Lo consiguió a trancas y barrancas que diría Pablo Motos, ya que mientras nos preparábamos para la instantánea un señor se cruzó en nuestro camino y hubo que esperar hasta que "la reina del Sur", se puso a tiro de cámara. Un momento distendido en medio de la tensión que generó la bronca que la presidenta de Baleares Francina Armengol le echó a su compañero de partido Javier Fernández, presidente de Asturias y de la actual gestora, por abrir, según explicaría poco después, la puerta a la abstención sin haber consultado con las bases.

Duras palabras que consiguieron su propósito: que se hablara de ella y que Fernández se marchara de la recepción con un gesto de amargura y decepción, ya que como bien dijo le comprenden más los de fuera que algunos de sus compañeros de viaje. Palabras que vienen a confirmar lo que muchos pensaban, que Armengol se equivocó porque el Palacio Real no era ni el lugar apropiado, ni el sitio idóneo, para enzarzarse en peleas partidistas que no buscan más que titulares de prensa. Esa mañana, si en algo coincidían quienes ostentan cargos de responsabilidad en las instituciones es la necesidad que tenemos de dotar al país de un gobierno. Lo de estable o no, dependerá de la flexibilidad de unos y otros para llegar a pactos puntuales, para aprobar leyes que beneficien a la ciudadanía y no solo a unos cuantos amigos. Europa no está para bromas.

Y en medio de todos ellos la ínclita Esperanza Aguirre, más guerrillera que nunca, indignada como estaba por la ausencia de la alcaldesa de Madrid en el día de la Fiesta Nacional. Esperanza, que si de algo hace gala es de su franqueza, entiende y entiende bien que hay momentos en que los políticos tienen que dejarse la piel por cumplir con sus compromisos oficiales. La alcaldesa podía haber retrasado el viaje unas horas para, como representante de los madrileños, sentarse junto al resto de políticos a ver desfilar a las tropas. Algo que va incluido en su sueldo y en su puesto de gran responsabilidad.
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