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En defensa de Pedro Sánchez, al pie de la tumba

miércoles 02 de noviembre de 2016, 08:29h

Mal asunto cuando los 'cartoonist', tan influyentes, te dibujan con cara de malo. O de tonto, como si fueses el Donald Trump de la política española. Entre otras cosas, porque, como un día le dijeron a Fraga a propósito de un dibujo tierno/cruel de Peridis, el personaje acaba pareciéndose a su caricatura. Así que cuídese Pedro Sánchez de caer en un mundo caricato, irreal, el que parece ser el mundo de sus erróneas ensoñaciones. Creyó tener tan cerca La Moncloa que algún familiar cercano incluso dijo a sus amigos que lo primero que harían al llegar a la presidencia sería viajar a Estados Unidos, para agradecer a Obama su apoyo. A Estados Unidos sí viajaron, pero no a Washington, sino a Disneyland en Los Angeles. Y Obama, en todo caso, no iba casi a estar ni para apoyarles ni para recibirles en la Casa Blanca, en la que confiemos que se aloje nuevamente Hillary, y no el otro.

No soy de dar consejos ni de usar bolas de cristal -aunque cuántas veces, en otras columnas, pronostiqué el suicidio político de quien proclamaba el 'no, no y no' por divisa. Era fácil la predicción-, pero cuídese Sánchez de hacer el ridículo y de los damnificados que ha dejado a su paso de caballo de Atila, que son muchos en un PSOE que, además, se siente amenazado por sus desafortunadísimas declaraciones en el programa de Jordi Évole. Ha metido una pata que le va a resultar difícil sacar, por muchas entrevistas televisivas que ahora quiera prodigar para intentar rectificar, más o menos sutilmente (¿sutilmente y Sánchez? Enorme 'contradictio in terminis', tremendo oxímoron), sus manifestaciones del pasado domingo en 'Salvados', un programa que le perdió. En vísperas, mecachis, de Halloween y del día de los difuntos; hay que cuidar los tiempos y los momentos, hombre...

Un colega, en una tertulia televisiva en la que yo participaba, se atrevió a decir que la actuación de Sánchez había sido 'indecente', que era el mismo calificativo imprudente que el entonces secretario general del PSOE le dirigió, en aquel famoso debate televisivo, a Mariano Rajoy. Contradije al colega en lo que me pareció un exceso: lo de Sánchez no ha sido indecente, sino equivocado. Una equivocación continua, salpicada, eso sí, con alguna mentirijilla, no tan piadosa, sobre todo a los suyos. El diputado de Esquerra Joan Tardá, que no es un modelo de elegancia dialéctica precisamente, acusó a Sánchez, simple y llanamente, de 'mentir' por haber dicho que había contactado alguna vez con ERC para formar su famoso 'Gobierno alternativo'... que nunca existió. Antes, el propio Felipe González había señalado una mentira importante de Sánchez, cuando dijo al mítico ex presidente que pensaba votar abstención, en la segunda vuelta, a la investidura de Rajoy, cuando en realidad pensaba seguir cabalgando a lomos del 'no'.

Y ahora, lo que son las cosas, Rajoy, a quien Sánchez prometió enviar a la oposición, sigue con el chófer, los asistentes, los bedeles y el Boletín Oficial del Estado. Preparando el-Gobierno-que-le-dé-la-real-gana en el sofá de La Moncloa, y Sánchez, en cambio, se prepara para seguir la galopada hacia la militancia, ahora a lomos de su Peugeot, que se ha hecho más famoso que Babieca y Rocinante juntos. O que el caballo aquel, sin nombre conocido, del que Pablo de Tarso cayó, camino de Damasco, para ver la luz. No sé si Sánchez verá la verdad, porque dicen que los dioses ciegan primero a quienes luego quieren perder; lo que sí sé es que verá publicados los nombres de los nuevos/viejos ministros del PP, en cuya hipotética lista no quiero detenerme porque seguro que metería la pata. Y no verá publicados en el BOE, en cambio, ni el nombre de aquel vicepresidente que se le ofreció para acompañarle en un Ejecutivo 'de progreso', ni los de los ministros que aquel vicepresidente 'to be', y que nunca lo fue ni lo será, quería imponerle, a saber Bescansa, Errejón, Doménech y demás compañeros no mártires de la enseña morada. Menudos compañeros de viaje.

Nunca me ha gustado hacer leña del árbol caído, ni siquiera cuando el árbol cae sobre la propia cabeza, que es lo que el leñador Sánchez ha conseguido: un año talando el árbol de la descongestión política y, claro, el alcornoque se nos ha caído encima a todos, comenzando por esos militantes socialistas con cuyo fervor él cree que aún cuenta. Pero ya digo: quiero creer, y casi creo, que Pedro Sánchez nos ha entregado a todos a un Gobierno de la derecha reforzada creyendo de buena fe que trabajaba a favor de un Gobierno de 'las izquierdas', como él dice. Un Gobierno de socialistas, podemitas, nacionalistas, independentistas (que, en su buenismo, renunciarían al referéndum de secesión, pensaba él)... Demasiados 'ismos': esas mezclas siempre salen mal. O, como ha ocurrido ahora, no salen. Y entonces, claro, los humoristas vienen y se ceban en ti, y no contigo. Pero será solo durante un cuarto de hora, el que dura tu protagonismo. Después viene algo peor, el olvido. Y Rajoy, tan pancho, viendo cómo el cadáver de su enemigo pasa ante su puerta, en La Moncloa, camino de Damasco a bordo un Peugeot.
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