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La encrucijada del PSOE: jugar en el campo socialdemócrata o en la cancha embarrada de Podemos

viernes 06 de enero de 2017, 10:11h

El verdadero drama del PSOE estriba en que el escenario de la izquierda que se formó en la transición ha desaparecido. Hasta el inicio de la crisis (2008) ese escenario le era francamente favorable, sin competencias importantes, más allá de la izquierda comunista testimonial y algunos pequeños grupos (marginales) de extrema izquierda. Su verdadero contendiente no era otro que el natural, la derecha conservadora. Eso permitía al PSOE contener en su seno un amplio abanico de sensibilidades ideológicas que iba desde la socialdemocracia liberal hasta sectores socialistas radicales.

Pero con el impacto de la crisis y el malestar social que generó, además del desgaste del sistema político de la transición, el cómodo escenario en que actuaba el PSOE cambió de forma considerable. Del malestar social expresado mediante el 15M surgió una derivación política, Podemos, de nuevo cuño, que significó una pronta competencia externa al PSOE; algo que indujo las consiguientes tensiones internas entre las diferentes alas socialistas.

La gravedad de esta compleja situación se agudizó por la incapacidad del socialismo de dar una respuesta rápida que le permitiera reacomodarse. Primero Rodríguez Zapatero no identificó la profundidad de la crisis ni sus consecuencias sociales y, después de su caída, el socialismo siguió un curso zigzagueante que apenas consiguió salvar los muebles, como entonces se dijo. Luego vino Pedro Sánchez, quien fue decantándose rápidamente por competir con Podemos en la cancha de la formación morada. Es evidente que no logró arrastrar al partido en esa dirección, pero tras perder el conflicto interno, dejó claro (en la entrevista en Salvados, sobre todo) que el PSOE que quería debía mirarse en el espejo de Podemos. Y esa es la estela de los seguidores de Sánchez: recuperar un PSOE que no permita que Podemos le pase por la izquierda… a no ser que se llegue a una alianza estrecha donde las diferencias entre PSOE y Podemos no sean importantes (algo que pretenden los anticapitalistas dentro de Podemos y los que hay dentro del PSOE).

Así las cosas, el PSOE difícilmente puede volver a ser a corto plazo un paraguas de amplio espectro ideológico. Hoy su drama consiste en que tiene que elegir, entre jugar en su campo matriz, el de la socialdemocracia, o hacerlo en la cancha que le propone Podemos, que para el PSOE no es otra que la que corresponde a una izquierda radical (más allá de que Podemos se identifique o no como un partido de izquierdas).

Ello no significa que el PSOE no pueda ser más adelante un partido amplio, pero ahora tiene que decidir si ese proyecto a largo plazo debe partir de un núcleo socialdemócrata o de naturaleza radical. Como ya he insistido antes, ninguna de las dos opciones le evitarán dejarse muchos pelos en el alambre, pero lo importante es acertar en la elección.

Los seguidores de Sánchez tienen un discurso que se detiene en la necesidad subrayar la democracia directa, pero no entra a fondo en el debate programático. En este plano, prefieren acudir a la descalificación del otro (la gestora como la figura más visible), asegurando que representa la socialdemocracia liberal y poco más. Como si ser socialdemócrata tuviera obligadamente que asociarse a la SD más conservadora. Supongo que tal visión producirá que Olof Palme se retuerza en su tumba. No es necesario abundar demasiado acerca de que existe una SD de hueso colorado que es capaz de tomarse en serio la justicia social y la profundización de la democracia, sin necesidad de tirar la democracia representativa al basurero de la historia. Es decir, los atributos que hoy, en el siglo XXI, identifican a la verdadera izquierda, una vez que la izquierda autoritaria o populista ya no califican como izquierda. Y basta echar una ojeada a la gestora y a los que preparan la ponencia para el Congreso (Madina, Fernández, etc.) para comprobar que representan cabalmente esa perspectiva.

Por su parte, la propuesta de los seguidores de Pedro Sánchez para recuperar el PSOE parte de la necesidad de encarar el nuevo escenario, teniendo a Podemos como referencia, tal y como enfatizó el exsecretario. Incluso si fuera cierto que mantienen como línea roja un acuerdo con los independentistas (algo que nunca es seguro), la alianza con Podemos les coloca en la necesidad de competir (fraternalmente) por mostrar quien adopta las posiciones más a la izquierda. Ya se ha dicho muchas veces que esta perspectiva supone que Podemos pase a ser el centro de la propuesta política y el PSOE gravite en torno a ese núcleo. También se ha insistido que el electorado siempre va a preferir el original a la copia. Cierto que dicho original no está mostrando su mejor cara últimamente. Pero eso no cambia la orientación política del “sanchismo”, simplemente le coloca en mejores condiciones de competir con Podemos sin salirse de la estrategia conjunta.

Y respecto de la actual crisis de Podemos creo que las explicaciones que se ofrecen son excesivamente casuísticas. Lo verdaderamente lamentable es su intento reciente de ocultar el conflicto político. Algunos ya han mostrado el ridículo que está haciendo la cúpula al respecto (ver el artículo de Juan Cruz en El País sobre Pablo Iglesias y su desconsolada abuela), pero mi juicio es que el conflicto no tiene sólo causas personales o de simple poder interno, sino que refiere a la experiencia de los movimientos radicales que no alcanzan el poder en la cresta de la oleada de protesta social. Nunca soportan el reflujo y tienden a implosionar. Pero mientras eso sucede, la necesidad dentro del PSOE de tener que elegir entre socialdemocracia o alianza con los radicales parece inevitable.

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