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Noche oscura de otoño

sábado 11 de noviembre de 2017, 17:12h
Noche oscura de otoño. El televisor fulge con su oxígeno azul por lo oscuro. Afuera el camión de la basura llena de luces multicolores las paredes y parece que nunca se aleja. La familia duerme. Qué felices en su ausencia, con esa languidez del primer sueño adonde todavía no pueden entrar las pesadillas. El único que se levanta y se acerca de vez en cuando, extrañado por ver al jefe tirado en el sofá, mirando la tele, es el perro. Baja la escalera rápido, como si se deslizara. Luego se me queda mirando con las orejas tiesas, inclinando el rostro, balanceando el rabo como un columpio de lana. Que te pasa tío parece decirme. Ojalá hablara me digo yo, ojalá se quedara a mi lado aquí sentado, o tirado, mirando la tele, embobado en una tertulia de greñas, corta palabras, voces y cuchilladas. Pero el can hermano, compañero de tantos paseos, el único que sabe percibir los estados de ánimo, y ayudarlos, el único que habla con su silencio, se aleja y se vuelve al lecho huyendo de la bulla nocturna.

Noche de insomnio. Hasta las farolas duermen con su luz amarilla que se cae en las aceras, con su penumbra que emboza las esquinas y sus proyecciones de antenas alargadas por las calles. Ni un alma. El camión se va. Aquí estoy yo solo con mi insomnio, mi noche, mi tertulia, mi tema Cataluña, solo ante un murmullo de varas frías de ediles que saludan a Puigdemont. Está en el estrado y da su discurso número 1150, capítulo 2025 de esta serie que va por no sé cuántas temporadas. El frío de Bruselas, el peor que he sentido en mi vida, le ha hundido los ojos y le ha vuelto las mejillas de carne plástico hasta el punto de que parece un maniquí parlante. La tele se ha llenado de recuadros pequeños y a la izquierda hay uno grande en donde reina Puigdemont. Dice un discurso que parece grabado de antemano, un discurso que sale de su cuerpo como si saliera de un gramófono humano con gafas y cara bobalicona. Vaya matraca. Qué cansinería como dirían en Tomelloso. Qué chute de independencia día tras día, que sigues ahí mirando y te das cuenta una noche de que te has enganchado al procés.

Lo sé porque cuando, a las tantas, Ferreras, sudando como un chino, casi lloraba por decir adiós a la tertulia, y se quedaron los anuncios, comencé a zapear como un loco buscando el mogollón de la independencia. Incluso después de un rato llegué a decir: tantas cadenas y no hablan de Cataluña. Noticias insulsas, realitis zafios, películas de año la pera, de todo pero nada de Cataluña. Hasta que por fin llegué otra vez a la Sexta que reponía programas. Se me aplacó la angustia. Un canal como tiene que ser, a todas horas con su independentismo, su Puigdemont, sus esteladas, sus 'Jordis', sus cuperos folloneros, sus estudiantes sobre el asfalto, su Junqueras y su Turull y su Romeva, y su Forcadell y su ANC y su Òmnium y su huelga y sus alcaldes independentistas... Qué bien, me di un chute, y después de un rato, al fin pude dormir a gusto.
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