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Darío Facal (dramaturgo y director de escena): "No veo mal que alguien se levante si, en medio de una función, considera que tiene otras cosas más importantes que hacer"

viernes 23 de febrero de 2018, 10:33h
Darío Facal (Madrid, 1978), autor y director de escena, codirige el Corral de Comedias de Alcalá de Henares junto a Carlota Ferrer desde finales de octubre de 2017. Ambos forman parte de ese grupo de directores madrileños que abrazaron hace ya bastante más de una década los nuevos lenguajes escénicos que hoy triunfan en toda Europa.
Darío Facal (dramaturgo y director de escena): 'No veo mal que alguien se levante si, en medio de una función, considera que tiene otras cosas más importantes que hacer'
(Foto: Darío Facal)

Fundador de la Compañía Metatarso, Facal es licenciado en Dirección y Dramaturgia por la RESAD y en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Completó su formación artística en Francia y en Estados Unidos. Es autor y director de diversos espectáculos teatrales que han sido representados en diferentes festivales internacionales de teatro clásico y contemporáneo: La duda, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, Luz de gas, Clausura del amor, El Burlador de Sevilla, Sueño de una noche de verano, Las amistades peligrosas, Breve cronología del amor, La pesadilla de Kepler o Morfología de la soledad, por nombrar sólo algunos. También ha publicado poesía y dirigido varios cortometrajes, al tiempo que es coach de actores y ha desarrollado su labor pedagógica en su propia escuela, Work in Progress, y en lugares como la Escuela Municipal de Cine de Alcorcón (ECA), el Instituto Europeo di Design Madrid (IED), el Centro de Nuevos Creadores / Escuela de Cristina Rota (CNC) o la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

De puntualidad británica, acude en moto a la cita acordada en una concurrida cafetería del barrio madrileño de Malasaña, muy próxima al Centro Cultural Conde Duque. A su hiperactividad habitual como dramaturgo, maestro y director de escena añade ahora la de coordinador artístico del Corral de la Ciudad Complutense, pero no da ni un solo síntoma de tener prisa a lo largo de la hora larga de conversación que mantenemos con él. Sentados frente a frente en una de las mesas del local -por cierto, lleno de clientes que hablan otras lenguas, sobre todo inglés-, recoge su larga cabellera en un moño antes de dar cuenta del desayuno mientras -siempre atento y solícito-, responde de forma directa y reflexiva a todas y cada una de las preguntas que le formulamos, sin eludir en ningún momento las cuestiones que podrían parecer más espinosas…

Para mí es muy difícil -comienza diciéndonos- disociar la labor de la escritura y la de la dirección. Un director debe saber dramaturgia porque sin comprender la escritura me parece prácticamente imposible que pueda desarrollar su trabajo”. Cuando nos habla de su relación con el texto dice que las obras teatrales que le interesan “no consisten únicamente en una trama interesante o en la belleza estilística del propio texto, las posibilidades plásticas y escénicas, la potencialidad escénica es lo más importante. Hay cosas que pruebas en la sala de ensayo y acabas decidiendo que no funcionan”. Pedimos al dramaturgo y director que concrete algo más y lo hace afirmando que “a lo mejor funciona la situación dramática, el conflicto entre los personajes, pero de pronto la acción escénica no es todo lo brillante que debiera, o la idea plástica de lo que debe suceder en el escenario todavía se puede desarrollar más”.

Las amistades peligrosas fue un punto de giro y cambió mi relación con los distribuidores que se reían cuando les decía que intentasen distribuir mis producciones.”

En la carrera de Darío Facal como director de escena, creemos que hay un antes y un después de Las amistades peligrosas. Entre otros muchos aciertos en el montaje, nos sorprendió el uso inteligente del micrófono en escena. Desde entonces, hemos visto muchos imitadores del recurso, pero no con la misma eficacia e inteligencia de la mostrada por Facal. A pesar de que ya había dirigido más de 20 montajes anteriormente, con Las amistades peligrosas Metatarso consiguió realizar su primera gira nacional. “Por entonces yo llevaba ya diez años dirigiendo y había montado 22 obras (algunas de las cuales considero entre lo mejor que he hecho). Aquellos primeros trabajos únicamente se pudieron ver en el circuito alternativo madrileño, entre otras la mítica Sala Pradillo o la desaparecida Ensayo 100 (hoy un gimnasio) y en ciertos festivales de teatro contemporáneo españoles y europeos”.

Las amistades peligrosas fue un punto de giro y cambió mi relación con los distribuidores que se reían cuando les decía que intentasen distribuir mis producciones. Su respuesta era siempre la misma, `esto no se puede distribuir, es imposible…’. Sólo Salbi Senante quiso intentarlo. Cuando fundé Metatarso, éramos muy pocos los que apostábamos por nuevos lenguajes escénicos y por el teatro contemporáneo. Hablo de principios de siglo, año 2002, estaba empezando Escena Contemporánea con Mateo Feijoo al frente, que fue el primero en abrir un espacio diferente para que se empezase a experimentar en esa dirección. Él apostó por muchas compañías españolas, a las que nos proporcionó un espacio dentro del festival, que luego continuaría Paz Santa Cecilia. En aquel momento, Vicente León estaba dirigiendo el ciclo Autor que fue también un nido y una oportunidad para que muchos jóvenes directores comenzásemos a crear”.

Aunque Darío comenzó como dramaturgo, muy pronto se dio cuenta de que nadie mejor que él iba a dirigir sus propias obras y se lanzó a ello. Como autor escribe Morfología de la Soledad, Kellogg’s Politik, La Pesadilla de Kepler, Madrid Laberinto XXI, entre otros textos. Fue también pionero hace 10 años de la ahora llamada “autoficción” Este es el caso de Theatre no more, que escribió para que fuese interpretado por su mejor amigo, Cristóbal Suárez y su hija, Carmencita, que en esos momentos tenía cinco años (ahora aquella pequeña es ya una chica de 16). “De hecho, una parte importante de la obra se resuelve porque Carmencita está aprendiendo a escribir en el colegio. En la trama de la obra yo, que soy también un personaje, no soy capaz de finalizar el texto, y veo como ella aprende a escribir en un cuaderno de caligrafía y eso, de alguna manera, resuelve el final”.

Como director pudo enfrentarse con los grandes autores de la dramaturgia contemporánea europea gracias a que Vicente León confió en él. “El Ciclo Autor cada año se centraba en un autor -prosigue recordando el director-, y como Vicente confió en mi en varias ediciones consecutivas del Ciclo, aquello supuso para mí un encuentro con la posibilidad de dirigir textos que no eran míos. Aquellos fueron años importantes de aprendizaje y pude conocer en profundidad autores como Passolini, Caryl Churchill, Heiner Müller o Botho Strauss

Los primeros años fueron años de formación muy importantes, pero con ninguno de aquellos espectáculos tuvimos nunca la más mínima oportunidad de recuperar la inversión, era impensable hacer una gira nacional y sólo podíamos aspirar a representarlos con mayor o menor éxito en el circuito alternativo madrileño.Hubo que esperar más de 10 años hasta que un espectáculo como Las Amistades Peligrosas, consiguiera representarse en más de cien ocasiones por toda España. Esa fue la materialización de mi sueño. Conseguir que un espectáculo con ciertos gestos experimentales, y tan arriesgado, pudiese representarse en teatros de toda la geografía española”.

La primera crítica que recibí fue complicada de asimilar”

Volvemos a su montaje sobre Las amistades peligrosas, por cierto, con una acogida muy desigual entre la crítica. No todos lo vieron como nosotros y, precisamente por eso, preguntamos a Facal por su relación con la crítica teatral:

Personalmente creo que todo buen espectáculo levantará opiniones muy contrastadas. Un buen espectáculo debe intentar que nadie quede indiferente. Lo paradójico -nos dice-, es que las malas críticas siempre salen muy rápido y, sin embargo, las buenas tardan mucho más en ver la luz. Supongo que cuando un crítico quiere dañar se molesta en ver el espectáculo lo antes posible y escribir su crítica con rapidez”.

La primera crítica que recibí fue complicada de asimilar, aunque finalmente eso fue una suerte para mí, ya que me ayudó a mejorar mi trabajo y aprender a crear sin tenerle miedo a las malas críticas. Cuando volví de París, donde estuve estudiando algún tiempo, traje un texto de Jean-Luc Lagarce, Estaba en casa y esperé que llegara la lluvia, que traduje, y terminó siendo mi primer montaje. El espectáculo lo estrenamos en Galicia y yo, con la ilusión de un niño de 21 años, junté a toda la compañía para desayunar y leer la crítica que había salido en el periódico. Mientras leía en voz alta aquella crítica demoledora recuerdo que me sentí muy dolido… En aquél momento no la afronté bien. Han pasado muchos años y ahora me tomo las cosas de otra forma. No todo el mundo coincide con tu criterio y, de hecho, eso es positivo. Por eso existe la cultura, para remover la conciencia, para generar incomodidad y a veces también para recriminar ciertas actitudes. La crítica siempre es positiva siempre y cuando se haga desde el respeto.

Lo interesante hoy en día es que en Madrid y en otras ciudades de España pueden verse todo tipo de propuestas escénicas”

El momento de creatividad teatral que se está viviendo en nuestro país le encanta a Darío, sobre todo después de que aquello que hace 15 años parecía un absurdo, hoy se percibe como “el camino natural a partir del cual empiezan a crear los directores más jóvenes… Mi visión del teatro siempre ha sido muy europea, siguiendo la tendencia de lo que se estaba haciendo fuera de España o inspirado por creadores del off madrileño como Rodrigo García o Angélica Lidell. Ahora estamos viviendo un momento maravilloso en el terreno de la creatividad. No hay más que mirar la programación de los Teatros del Canal o de Matadero. La idea nunca ha sido excluir el teatro convencional, sino posibilitar que convivan todas las tendencias, algo que está empezando a suceder”.

Ahora, con la perspectiva que dan los años transcurridos, a Facal le encanta ver a directores más jóvenes que él teniendo la oportunidad de hacer obras con mayor libertad expresiva y lingüística. Al dramaturgo y director de escena le enorgullece que los jóvenes puedan hoy estar apostando por estos nuevos lenguajes: “me parece fundamental que se haya podido generar ese espacio donde se planteen nuevas posibilidades y que los nuevos creadores puedan recurrir a nuevos conceptos o que se sirvan sin prejuicios de la tecnología (micrófonos, imagen, etc.)”.

Pero, nos preguntamos ahora, ¿cómo descubre Facal dónde puede haber un nuevo montaje, cuál es la clave que determina para él si un texto puede llevarse a escena aportando una nueva mirada? Él nos confiesa que lee muchos textos que, en principio, pueden parecerle interesantes, pero que nunca dirigiría porque no le ofrecen las oportunidades plásticas y escénicas que él busca.

Nunca me he marchado de un teatro, pero si lo hiciese, no será porque me estén provocando

El humor, el lirismo y, posiblemente, una cierta provocación, podrían ser las señas de identidad de tus obras. ¿Me dejo alguna?, preguntamos a Darío, y él nos responde que “a mí lo que me parece más triste es que mi teatro todavía pueda ser provocador. Cuando me dicen que vulnero los textos, me parece que quien realmente los vulnera es la propia sociedad con su estrechez de miras. Creo, por ejemplo, que mi montaje sobre Las amistades peligrosas es mucho menos provocador que la propia novela de Choderlos de Laclos”.

Los clásicos son mucho más provocadores de lo que somos capaces de ver. La mayor enseñanza que nos ha dado Shakespeare con su teatro, es a ser transgresores, porque todo su teatro para su época lo fue tanto temática como formalmente. En realidad hemos leído al autor inglés desde el punto de vista del siglo XIX: desde el romanticismo y la moral burguesa y desde planteamientos escénicos literales, sin pensar en la posibilidad de un escenario más fluido, más líquido, más poético, más basado en convenciones de otra índole”.

Como espectador, a Darío Facal no le gusta el teatro que no le sorprende: “Lo que más agradezco de un espectáculo es que me desafíe artística e intelectualmente. No creo en la provocación vacía. Parece que cuando se marcha un espectador de la sala es precisamente porque el espectáculo es muy provocador. A mí me parece que es al contrario. Cuando un espectador se sale de una de mis funciones, me preocupa mucho porque creo que no he sido capaz de interesarle. Nunca me he marchado de un teatro, pero si lo hiciese, no será porque me estén provocando.

Creo que la gente que nos dedicamos al teatro y al cine tenemos una enorme responsabilidad porque nos apoderamos durante una o dos horas de lo más importante que tenemos que es el tiempo del otro. A un cuadro puedo dedicarle diez segundos o siete minutos. Una novela, si quiero, la dejo y sigo otro día, o la cierro para siempre. Pero el espectador de teatro o de cine, cuando entra en la sala, lo hace para dedicarnos una hora y media ¡Hay tantas otras cosas que podría hacer en esa hora y media…! Por eso, no veo mal que alguien se levante si, en medio de una función, considera que tiene otras cosas más importantes que hacer”.

Los toros desde la barrera

Facal, tres lustros después de sus inicios, ha pasado de las trincheras al despacho (desde octubre dirige junto a Carlota Ferrer el Corral de Comedias de Alcalá de Henares). Cuando le preguntamos si se ven las cosas de otro modo cuando es a ti a quien le toca gestionar, él tiene muy clara la respuesta: “ahora puedo favorecer que las nuevas generaciones y las compañías que están creando y revitalizando el teatro, tengan más oportunidades de las que tuvimos nosotros”.

¿Incluso aunque tengan ópticas sobre el teatro diametralmente opuestas a las tuyas?, le damos una vuelta más de tornillo a la cuestión, y Darío, sin dudarlo tampoco ni un instante, nos responde que “hay muchos teatros y cada uno de ellos tiene una visión diametralmente opuesta. Lo importante en la gestión cultural, tal y como yo la entiendo, es fomentar la diversidad. Si no hubiese otro teatro en Madrid para programar un Jardiel Poncela, programaría a Jardiel con mucho gusto”.

Toda la relación que he tenido con la administración ha sido siempre de absoluta libertad”, termina diciéndonos. “Cuando me han llamado -porque no es la primera vez que, de alguna manera, colaboro con ella-, o cuando algún festival me ha hecho un encargo, siempre ha sido desde la absoluta libertad creativa. Nunca he sentido ningún tipo de intervención ni direccionismo, ni cuando he trabajado con el PP, ni cuando le he hecho con el PSOE. Ahora en Alcalá de Henares sucede exactamente lo mismo, a Carlota y a mi nos han pedido que gestionemos un espacio para la creación, desde la libertad y la confianza. Supongo que cuentan conmigo por mi trayectoria artística y profesional, por haber sabido gestionar una compañía teatral (Metatarso) una escuela de teatro (Work in Progress) y una escuela municipal de cine en Alcorcón. Así pues, mi experiencia en gestión de equipos humanos y en gestión económica.

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