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También los vascos tuvimos una pre autonomía

viernes 02 de marzo de 2018, 13:37h

HACE cuarenta años, quince políticos vascos hicieron historia. Sin experiencia política -prohibida y perseguida durante la dictadura franquista más allá de la Falange Española-, sin apenas competencias ni recursos y en una etapa muy convulsa, construyeron los cimientos del actual sistema de autogobierno de Euskadi. Pese a las graves dificultades de todo tipo, intuyeron la importancia vital del momento, aparcaron sus diferencias ideológicas y acordaron una tarea común en favor “del pueblo vasco”.

Fue el 17 de febrero de 1978 cuando tras nada menos que ocho tensas votaciones, el dirigente socialista Ramón Rubial fue elegido presidente del Consejo General Vasco. Había nacido el órgano preautonómico, una especie de Gobierno provisional o consejo político plural para dirigir el país hacia el autogobierno y que formó el embrión del que unos meses después surgiría el Estatuto de Gernika, vigente hoy en día.

“Solo cuando pasa el tiempo y coges perspectiva te das cuenta de lo que se estaba iniciando entonces. Nos faltaba perspectiva, conocimiento de otras situaciones... Pasado el tiempo, te das cuenta de que eso da lugar al proceso político que fue el Estatuto y, después de los avatares, eres consciente de lo que fuimos capaces de construir”, rememora Juan María Ollora, uno de los componentes de aquel primer Consejo General Vasco por el PNV y que asumió la cartera de Economía y Hacienda.

El órgano preautonómico surgió de la Asamblea de Parlamentarios Vascos, formada por los diputados y senadores electos en los primeros comicios democráticos de junio de 1977. Lo constituían “auténticos gigantes políticos de gran trayectoria y de una talla humana impresionante”, en palabras de Ollora, como los nacionalistas Juan de Ajuriaguerra y Mikel Isasi o los socialistas Rubial y Juan Iglesias. “Otros disfrutábamos y aprendíamos de esa compañía”, insiste.

Y, sin embargo, el Consejo General Vasco nació con grandes tensiones. En virtud de los resultados de las elecciones generales del 77, estaba compuesto por seis representantes del PSOE, seis del PNV y tres de UCD. En aras a la pluralidad -una de sus características esenciales-, tanto socialistas como jeltzales cedieron un representante cada uno en favor de Euskadiko Ezkerra y de un independiente. La elección del presidente fue su primer choque. Se produjeron siete votaciones con resultado de empate entre Ramón Rubial (PSOE) y Juan de Ajuriaguerra (PNV). En la octava votación, Juan Echevarría Gangoiti (UCD) cedió a las presiones y se abstuvo, por lo que resultó elegido Rubial. “He actuado como independiente mientras he podido”, se justificó el representante centrista.

“Hay que decir que los dos candidatos se portaron como caballeros. En ningún momento se votaron ellos mismos. Lo sé porque yo era el secretario de la mesa por ser el miembro más joven”, rememora el socialista José Antonio Maturana. “Se generó un clima con momentos de gran tensión. Al PNV no le sentó nada bien no tener la presidencia. Ofrecimos que Leizaola [lehendakari en el exilio] fuese el presidente y que desapareciese el Gobierno vasco en el exilio pero no lo aceptó. A pesar de las discusiones y tensiones había un cierto ambiente de camaradería. Éramos conscientes de que estábamos en un momento histórico de recuperación de la libertad”, rememora quien a partir de entonces fuera consejero de Cultura.

El buen clima que se respiraba entre los miembros del Consejo es destacado por quienes vivieron aquellos momentos. A sus 95 años, Pedro Morales Moya, que representaba a UCD pese a que no buscó protagonismo alguno, recuerda bien que fue una etapa “constructiva”. “Las relaciones en general fueron buenas. Y además, como teníamos pocas competencias, se trataba más que nada de crear una especie de armonía para que saliera bien”, afirma Morales, que estuvo únicamente siete meses en este órgano.

PLURAL

Con todo, las grandes virtudes del Consejo General vasco fueron su composición plural y el ser capaz de gestar el embrión del Estatuto de autonomía. “Yo el recuerdo que tengo es que todo salía por acuerdo. Era todo incipiente, pero por acuerdo”, evoca Ollora. En opinión del político jeltzale -cuya labor era “buscar dinero para la financiación, hice una ronda por todas las cajas de ahorro”, dice-, el órgano preautonómico fue “construyendo partiendo de la nada” y “cumplió para lo que se había constituido, el Estatuto, para dar paso a algo más sólido. Abrió el proceso. Y nació también para dar una respuesta a la efervescencia social de cambio político de la sociedad vasca”.

Para Maturana, por su parte, todo se hizo “en un periodo de gran intensidad política, de recuperación de la democracia en España y del Estatuto de autonomía en Euskadi”. De esa época guarda “muy gratos recuerdos”. “Estábamos en un hervidero político total. Fueron de los momentos más intensos de mi vida política”. El representante socialista coincide con Ollora en que el Consejo General Vasco fue “el embrión” del autogobierno. “Fue un ejercicio de acuerdo y de consenso. Pese a todas las discrepancias fue un movimiento político de gente muy responsable que dejaron atrás su ideología e intentaron ponerse de acuerdo. Es un ejemplo de la transición política que hay que recordar”, concluye Maturana.

Cuarenta años después, la reforma del Estatuto genera discrepancia. Para Maturana, “tenemos un Estatuto privilegiado. No sé si tocar mucho esto va a producir otras reacciones. Todo es perfectible pero a veces es mejor lo bueno que lo óptimo”. Ollora, sin embargo, considera el Estatuto vasco precisa “retoques” y adaptarse al siglo XXI. “Las situaciones son distintas pero a eso hay que darle respuesta”, precisa.

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