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Terapia infantil: momentos en que se debe recurrir a ella y características que la definen
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Terapia infantil: momentos en que se debe recurrir a ella y características que la definen

sábado 07 de abril de 2018, 17:50h

Entre las numerosas técnicas que comprende este ámbito, hay muchas que pueden aplicadas por los mismos progenitores en casa y docentes en la escuela, pero existen situaciones en las cuales los problemas de los pequeños revisten tal complejidad que se vuelve recomendable o incluso indispensable recurrir a la terapia infantil con un psicólogoespecializado.

Hay varias causas para acudir a la consulta de un profesional, aunque no es necesario ir corriendo a ver a un terapeuta cada vez que nuestra hija o hijo haga algo que para nosotros resulte extraño. Lo fundamental cuando se tienen niños es aprender acerca de ellos. No es infrecuente que los padres crean saber mucho sobre pequeños hasta que tienen uno propio y se dan cuenta de que no entienden ni el prólogo, por hacer un símil literario. El problema predominante en décadas pasadas era que muchos progenitores parecían creer que un niño era como un cactus, y bastaba con darle un remojo de vez en cuando. Hace ya tiempo que esta dinámica comenzó a derivar hacia el otro extremo del espectro, a tenor del cual muchos vuelan en busca de un pediatra o un psicólogo infantil a las primeras de cambio. Tener hijos es una de las mayores responsabilidades que podemos asumir en esta vida, cosa que por suerte bastantes personas comprenden, si bien no tantas como sería deseable. Es importante conocer, en la medida de lo posible, qué conductas pueden considerarse “dentro de lo normal” y ser capaces de diferenciarlas de las que, por el contrario, deban preocuparnos. Considera este artículo la punta del iceberg y continúa informándote de manera constante.

Dicho eso, por supuesto, siempre es mejor recurrir a un profesional cualificado cuando no era necesario que dejar pasar un problema de aparente poca presencia y permitir con ello que nuestro hijo o hija sufra en un futuro. Después de todo, los profesionales asistenciales que trabajan con niños están hechos a la idea de que casi a diario acudirán unos padres primerizos, cuya inexperiencia se compensa por el amor que sienten hacia sus pequeños, aterrados porque acaban de descubrir que los bebés estornudan o los infantes gustan de introducirse “crayons” por la nariz.

Pero vamos a enumerar los motivos más destacables que con seguridad suponen la necesidad de acudir a un terapeuta infantil. Hemos de tener muy presente que problemas a menudo considerados “de mayores” como la depresión, temporal y crónica, los problemas de ansiedad y los trastornos alimenticios pueden darse en niños, con la misma gravedad que en adultos.

Problemas frecuentes, pero que de persistir siquiera unas semanas requieren atención especializada, son los relacionados con el sueño, como insomnio, sonambulismo, pesadillas repetitivas, excesivamente vívidas y/o que parezcan causar un trastorno a los pequeños, y otros similares.

No son pocos los trastornos que afectan de por vida a las personas y cuyo daño podría haberse prevenido en gran parte de haber sido detectados durante la infancia, como los trastornos del aprendizaje, por ejemplo el frecuente TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) y la dislexia, o déficits sociales graves que podrían deberse al trastorno de espectro autista, o asperger.

Debemos estar pendientes, asimismo, de rabietas, cambios de humor y conductas demasiado agresivas o infantiles, ya que al ser algo habitual en niños pueden enmascarar problemas más serios que perjudicarian gravemente a nuestros hijos si no reciben el tratamiento adecuado.

Existen otros indicios, a menudo más sutiles, de que algo va mal, como dolores que carecen de una causa discernible, y disfunciones emocionales o trastornos de la autoestima, que suelen ser llevados en secreto por bastantes pequeños y pueden derivar en consecuencias desastrosas antes de que nos demos cuenta.

Quizá te estés preguntando, ¿pero en qué consiste la terapia infantil? Bien, se trata de un ámbito amplio y complejo, con muchos elementos en común con otros aspectos de la psicología clínica, pero posee tres características idiosincráticas que suelen destacarse para indicar las diferencias fundamentales que presenta.

La primera de ellas, es la importancia que se concede al juego. A diferencia de los adultos e, incluso, de los adolescentes, grupos con los que hasta cierta medida se puede conversar directamente, no resulta tan sencillo con los infantes. En unas ocasiones porque todavía no saben expresarse con la suficiente habilidad o comprender conceptos difíciles, en otras porque no son capaces, ni siquiera de modo superficial, de entender o identificar lo que les sucede, y aún en otras porque les resulta más complicado abrirse o ver la necesidad de hacerlo. Los niños se relacionan con el mundo que les rodea y con otras personas, fundamentalmente, a través del juego, de manera que se recurre a este para “hablar su mismo lenguaje”.

Luego está el componente familiar. En muchas variedades de terapia y tratamientos la ayuda de los parientes más próximos es beneficiosa, más en lo que respecta a los niños resulta indispensable. Al fin y al cabo, los padres (y puede que otros familiares cercanos) representan la “zona segura” de los pequeños, el agente por medio del cual interactúan con aquellos elementos del mundo que todavía les son ajenos, desconocidos o tal vez amenazantes.

Por último, la terapia infantil se enfoca en los objetivos y el futuro aún más que otras (lo que no significa que se descuide el bienestar presente e inmediato de los pequeños, que también es, lógicamente, prioritario), ya que una de las finalidades más importantes de esta es evitar que problemas surgidos en la niñez perjudiquen a los infantes a medio y largo plazo.

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