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Padilla, que se despedía de Madrid, fue obligado a saludar al concluir el paseíllo
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Padilla, que se despedía de Madrid, fue obligado a saludar al concluir el paseíllo (Foto: Plaza1)

San Isidro: petardo ganadero con los ‘novillos’ de Jandilla y orejita para Castella

viernes 18 de mayo de 2018, 23:21h
La auténtica ley que manda en la Fiesta volvió a lucir en la cátedra venteña. No, no la normativa taurina del B.O.E. ni el reglamento, no. Una que lleva protagonizando el espectáculo desde hace décadas sin solución de continuidad. ¡La del embudo! Lo estrecho para los modestos con el toro/toro y lo ancho para las figuras, con el semitoro/semitoro justo o aparente de cabeza pero sin remate ni culata o el 'novillo/novillo' colado como toro. Así aconteció en esta décima de abono, con una impresentable corrida de Jandilla, seguro que exigida por los dos mandamases del escalafón que hacían el paseíllo, Castella, que cortó una oreja facilonga al valor, que no al toreo, y Roca Rey, que ni eso. Padilla, vulgar como casi siempre, se despidió con el cariño de Madrid.

Un auténtico engaño el trapío, o sea, su falta del ganado de Borja Domecq, con el que tragaron los veterinarios y el presidente, casi siempre tan colaboradores con los poderosos. Lo malo es que a lo largo de la temporada ya han salido en la novilladas bureles con mayor presencia que la corridita de Jandilla. Y lo peor es que, además de su vergonzosa presentación, de adornaban con su endeblez de fuerzas –la suerte de varas fue una desgracia, una suma de picotazitos- y su ausencia total de casta. Vamos, un petardazo ganadero, esta moruchada al que hay que sumar el de quienes autorizaron su lidia: veterinarios y presidente, un tal Justo –vaya con el nombrecito, qué paradoja- Polo.

Como es habitual en el cartel había dos figuras, Roca Rey y Sebastián Castella, que para más 'inri', es apoderado por Simón Casas, el empresario de la Monumental. Y de comparsa, pero también beneficiado por lidiar una novillada en lugar de una corrida, Juan José Padilla, en su último paseíllo en Madrid en esta su temporada en la que ha anunciado su despedida de la profesión, en la que –calidad aparte- se mantiene a pesar del gravísimo percance de Zaragoza hace siete años que le costó la visión del ojo izquierdo.

La siempre sensible afición venteña no olvidó este detalle de su adiós y tributó al jerezano, después de destrenzarse el paseíllo, la que posiblemente sea la más cerrada ovación de su carrera en la cátedra. Luego él no se justificó, si acaso en un par de banderillas al cuarto en la suerte del violín y asomándose al balcón de las astas.

Inició de hinojos su faena –o lo que fuera aquello- a su primero, tan flojo y manso como sus hermanos para ponerse de pie y mostrar su vulgaridad. Eso sí, hay que reconocerle que no tardó mucho en coger la tizona. Lo que se agradece por aquello que de lo malo, si breve, dos veces menos malo.

Peor estuvo en el cuarto, con una faena aún más desaliñada y en la que, entre pase y pase –o lo que fuera aquello- Padilla corría ora los cien metros ora el maratón, y valga la exageración.

De los dos culpables del desaguisado ganadero, con la complicidad, se recuerda del equipo veterinario y presidencial, uno de ellos, encima, echó una oreja a su esportón: Castella. El francés, apático y despegado en el inválido segundo, salió arreando en el otro al recibirlo con el percal y al inicio de la labor muletera con sus clásicos pases cambiados, cuatro en total y el de pecho.

Después, en vista de que el feble animal no ofrecía otras opciones, se pegó un arrimón de verdad, con las astas rozándole su anatomía en los parones del bicho. Y con eso y algún que otro circular logró, al menos, sacar del sopor a la parte de menor exigencia del cotarro, ya se sabe que mayoritaria, que le pidió la oreja, también de forma mayoritaria.

No óbstate, la expectación fundamental por la corrida se debía a Roca Rey, por sus triunfos en este coso los dos últimos años con toros, que el peruano intentó repetir ahora con novillos. Pero no pudo ser, porque el segundo de la tarde era un cadáver semoviente y a nadie interesó la labor del su matador.

Que tampoco logró calar en los tendidos con el que cerró función un mansazo de libro al que Roca se llevó a la querencia de chiqueros para otro arrimón que no llegó a los tendidos, más pendiente de marcharse, que eran casi las nueve y media. Porque, con la ligerísima excepción de lo sucedio en el quinto -muy poco-, lo malo, si largo, dos veces malo.

FICHA

Toros de JANDILLA, sin trapío, fuerza ni casta, aunque nobles. JUAN JOSÉ PADILLA: silencio; silencio. SEBASTIÁN CASTELLA. silencio; oreja. ROCA REY: ovación; palmas. Plaza de Las Ventas, 18 de mayo.11ª de abono. Lleno de 'no hay billetes'

Crónica del festejo anterior

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