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Tu ridi, pagliaccio

viernes 22 de junio de 2018, 12:53h

Me resulta sorprendentemente obsceno el contubernio entre Cinque Stelle y la Liga Norte. Para hacernos una idea, es como si en España se formara un gobierno de coalición entre Vox y la CUP.

El vicepresidente Matteo Salvini, un niño pijo y sin estudios al que papá le pagó antaño los Porches y Ferraris y hogaño le subvenciona la carrera política, se ha convertido en uno más de esos defensores de la raza aria que, como aquellos colombianos que hace tres años recibieron una paliza neonazi mientras jaleaban a Hitler y su superioridad racial, tiene en las venas sangre de más negros, moros y judíos que de arios, germanos y nórdicos. Eso sí, el se siente descendiente directo del mismísimo Odín, igual que aquellos colombianos mestizos que se cantaban Tomorrow belongs to me.

No sé cuánto durará en el machito este igualado mental sin entrañas ni enjundias y espero que no tarde mucho en salir aunque solo sea porque el jefe del ejecutivo italiano es de Cinque Stelle, supuestamente de izquierdas. Y si el primer ministro y pusilánime mayor de Roma Giuseppe Conte -tiene miedo hasta de pisar los huevos por donde camina- no se atreve a ponerlo de patitas en la calle, lo harán las pateras que en este verano llegarán cantando y muriendo mientras él sigue con su mal sarcasmo y su bravuconería: por más que él se presente como Uno di voi en sus mítines, no es más que el Joe Pesci de Uno di noi: un matón borrachuzo y sobreactuado que acaba mal.

Mientras el acomodaticio Conte siga mirándose la manicura, con cada barcaza a la deriva su vice Salvini contará un chiste, “Siga, siga, al fondo a la izquierda está Malta”; nos escupirá un exabrupto, “Victoria, los refugiados se los chupa España” y nos avergonzará con sus ideas “Italia no necesita más carne humana, que se la quede España”.

Es extraño que Europa sea la madre de los Derechos Humanos y la inventora del nazismo al mismo tiempo. Es sorprendente que entre nosotros haya nacido el Derecho de asilo y acogida y que seamos el continente más racista del planeta incluyendo Trumpland.

Los suizos nos consideran gitanos a todos los del sur europeo, claro que mientras pongamos nuestros dineros calientes en sus arcas frías, ellos seguirán callandito y sonriendo. En Austria cualquier cosa por debajo de Alemania incluyendo Francia es África y en cada país europeo parece renacer un clamor estúpido bajo el eslogan de “Los [gentilicio] primero”: los españoles primero, los italianos primero, los alemanes primero. En la tierra de Kant, de Sócrates, de Rousseau, de Tomás Moro y hasta de Agustina de Aragón, Juana de Arco y Garibaldi, triunfan personajes de poco estudio y menor conocimiento: Salvini en Italia, Nikolalos Michaloliakos en Grecia; Jan Slota en Eslovaquia; Mariusz Błaszczak ministro de interior bajo el mando del ultracatólico blanquito eslavo Andrej Duda en Polonia; Quim Torra en España; Le Pen en Francia y así podríamos seguir con todos y cada uno de los países de Europa, incluyendo a los cobardes británicos comandados por Paul Golding o a los esencialistas holandeses de Geert Wilders.

Por tercera vez, los dedos de Europa se hacen huéspedes viendo con desesperación como el neofascismo de corbata, gafapasta y formas melífluas se enseñorea del común. Tal vez callarse, sonreír politically correct y mirar pa’ otro lado no sean las actitudes que nos lleven a superar esta ola racista de la misma manera que la lenidad mental de Daladier y Chamberlain frente a Hitler nos llevó al mayor error de nuestra historia. Tal vez es hora de que la Comisión Europea y el Consejo Europeo pongan negro sobre blanco qué es racismo, por qué debe ser delito y cómo afrontar la migración que nos allega y que no detendrán ni las broncas ni los gritos ni las bravuconadas del payaso italiano de la Liga Norte.

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