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El único inocente dentro de la Fiesta es el toro...
(Foto: Pacma)

El único inocente dentro de la Fiesta es el toro...

domingo 23 de diciembre de 2018, 13:06h

El espectáculo taurino fundamental que son las corridas de toros, cada día más polémicas y contestadas socialmente, goza de la más absoluta de las legalidades. Gusten más o gusten menos, se las prohíba directamente, como en Cataluña o intentando desnaturalizarlas, como en Baleares, tienen la protección de que son un espectáculo legal, como puede ser el cine, el teatro, los conciertos y cualquier otra manifestación cultural, aunque haya quien le discuta que sean cultura.

No sólo es una opinión de quien suscribe ni de los millones de aficionados que asisten a los festejos, no sólo. Porque el máximo garante de nuestras leyes, el Tribunal Constitucional, también lo piensa así y lo ha proclamado. Tanto en Cataluña rechazando su prohibición, como en Baleares, con ese intento de desvirtuarlas que el Tribunal acaba de declararlo contrario a la Carta Magna. Porque aunque las competencias normativas taurinas estén transferidas a las comunidades autónomas, son para su regulación, no para su prohibición directa como legisló el Parlament o para transformarlas en otro espectáculo distinto.

Ni siquiera en Canarias, donde llevan lustros sin celebrarse corridas, sería ilegal programarlas, aunque, como acontece en Barcelona, Gerona y Tarragona (en Lleida no hubo tradición), sería un auténtico fiasco taquillero, pues por la escasa presencia actual de aficionados, o por miedo de los pocos que restan a las agresiones de los antitaurinos, nadie iría o intentaría ir a los cosos. Se insiste en que el espectáculo taurino, por cierto que recauda más dinero por IVA que el cine, aunque esta cuestión sea poco conocida y ocultada por los contrarios a los toros, es una actividad legal y reglada en toda España.

Lo que no significa que parezca vaya a tener futuro, pues no sólo cada día interesan a menos gente, sino que, además, la inmensa mayoría de los jóvenes están en contra o no los incluyen para nada en su ocio. Sólo es menester echar un vistazo a los tendidos de las plazas, donde salvo rarísimas excepciones la edad media de los espectadores está muy por encima de los 50 años y la presencia de chavales no es minoritaria, sino ínfima.

Si a esta cuestión económica de pase por taquilla, nada baladí, se une que la sociedad actual cada vez se posiciona más en contra de los festejos, la conclusión es clara: salvo impredecible milagro, los toros no tienen futuro más allá de unos cuantos años. Pero mientras tanto son legales.

Y un apunte final, tampoco nada baladí: que no se preocupen los antitaurinos -incluyendo a los animalistas que quieren tanto salvar al toro que pugnan porque desaparezca, ya que cuando no haya corridas, nadie los criará, pero esa es otra cuestión también nada baladí- pues ya se encargan los taurinos profesionales, tan casposos en general, de irse cargando la Fiesta (así con mayúsculas pero no nacional). Con la organización manipulada de la misma, sin contar en absoluto a la hora de los carteles con la opinión de los clientes que son los aficionados, criando un toro descastado y amorfo que impide la emoción. Y hasta cometen la tropelía en muchos casos de no pagar lo que exige la ley y su reglamento a los toreros, e incluso en ocasiones obligándoles a pagar ellos por desarrollar un oficio en el que se juegan la vida.

Vaya una acertadísima frase resumen que en sus tiempos era tópica pero que cada día es más real: el único inocente dentro de la Fiesta es el toro… y lo matan. Como, por estas y otras razones que harían interminable este artículo, el cáncer está dentro, no es menester que los antitaurinos se esfuercen mucho. Por unos y por otros, la impopularidad de los festejos los va a llevar a su desaparición. Eso sí, mientras, hay que respetarlos y no agredir a los que lo protagonizan ni a los que asisten a los cosos, porque son legales.

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