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Gritos de "¡Torero, torero!" al término de la faena a su segundo, al que cortó las orejas

Un emocionadísimo Paco Ureña es sacado a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas
Un emocionadísimo Paco Ureña es sacado a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas (Foto: Plaza1)

Las Ventas: Puerta Grande para Ureña con lección de toreo a las figuras Roca Rey y Castella (vídeo)

Petardo de los vulgares pegapasistas Sebastián Castella y 'el Rey' Roca, al que se une la mansada de Victoriano del Río

sábado 15 de junio de 2019, 22:17h
Paco Ureña, por fin, vio cumplido su sueño de salir a hombros de Las Ventas entre lágrimas. Y lo hizo también a lo grande, con el toreo más puro, en capote y muleta. Una lección para las figuras, Roca Rey -actual número uno- y Sebastián Castella, que pegaron muchos pases, y malos. Al petardo de ambos es menester, justo y necesario añadir otro nombre: Victoriano del Río. Que envió un encierro manso y descastado, anque nobilísimo en general. Frente a semejantes bicornes sólo cabía la calidad máxima: la de Paco Ureña.

Loor a Paco Ureña, loor. La religión laica, olorosa y flamígera de la Fiesta necesita oficiantes con su empaque sacerdotal, su liturgia y, claro: su toreo. Porque si el lorquino, que por fin alcanzó esa pasional salida a hombros que lleva buscando años sin desmayo, toreó como los ángeles con el capote, con la muleta toreó como los dioses o como el mismísimo Dios vestido de luces. Si la lección que explicó en el templo venteño fue importante, adquiere mayor relevancia porque la llevó a cabo delante del número uno actual de la torería, por poder mediático y taquillero, Roca Rey, a la par que también ante un Sebastián Castella que vive instalado en los altos puestos del escalafón casi tres lustros.

Tan bien estuvo el de Lorca como mal tirando a pésimos anduvieron sus compañeros. Con lo que la diferencia no sólo era evidente, sino que la apreció toda la plaza, que formó una masa coral gritando tan compulsiva como merecidamente lo de “¡Torero, torero!” cuando dobló el sexto de la tarde, al que el lorquino cortó las dos orejas. El burel, que como el resto de sus hermanos -un petardo de corrida también-, manseó y persiguió en banderillas a los subalternos porque le daban salida en la querencia a las tablas, se adornaba al menos con comportamiento encastado en la muleta, a diferencia de los demás excluyendo al cuarto.

Pero Ureña, que había iluminado la función en este burel con cuatro profundísimas verónicas, lo supo imantar con su muñeca mágica en la muleta merced a un inspiradísimo comienzo de faena con tres estatuarios, los pies atornillados a la arena, una trinchera y el del desprecio mirando al público. Un público ya entregado ante tan inmarcesible belleza, que aumentó con cortas series –el animal no aguantaba más- de redondos y naturales que aceleraban los pulsos de los espectadores. y rematados nuevamente con creativo talento y pases de pecho que eran arrebatados monumentos escultóricos.

Incluso en su borrachera de toreo de oro puro, Ureña aguantó dos parones sin inmutarse antes de seguir con dos nuevas tandas de aleteo de mariposas que el bondadosísimo y boyante colaborador se tragó. Todos temíamos que, como tantas veces, la maldición se apoderara del coletudo, quien ha rondado la Puerta Grande muchas veces, por fallar a espadas –lo que ya le había pasado en el anterior de su lote-; sin embargo en esta ocasión hubo justicia poética: acertó y se produjo el delirio en comunión suya con los afortunados espectadores.

Ya se ha escrito que otra oreja podía haber echado en su esportón por una faena similar en cuanto al alto voltaje artístico y la filigrana con el tercero, con el que también actuó ajustado al evangelio de la pureza en las verónicas, delantales y dos medias barroquísimas. Y al que con la flámula -siempre la verdad por delante, cargando la suerte, ligando y rematando detrás de la cadera- desarrolló otra labor de caros quilates, aunque un pinchazo y un feo espadazo desprendido rebajaron algo la petición de trofeo.

Por cierto que también le aguantó un parón a este funo y el animal lo prendió feamente y se lo echó a los lomos de fea manera, por lo que Ureña pasó después a la enfermería. De donde salió para, tras correrse el turno, pegar esa bofetada de toreo a las figuras. Porque un mecánico y funcionarial Castella nada dijo más allá de su ‘vulgarité’, que para eso es francés. Realizó dos lidias de esa película que hemos visto miles de veces. Mas lo peor es que desaprovechó el segundo suyo, único que con el último sacó casta en la muleta, por lo que desbordó al coletudo y además éste lo mató de un horroroso bajonazo. En otros tiempos, había ardido la plaza con las protestas. En ortros tiempos, y no ahora con esta sociedad blandurria.

Y el ‘Rey’ Roca tampoco anduvo mucho mejor: tampoco se acopló con los de su lote y aun con sus trucos habituales del cite fuera de cacho y el toreo en línea recta, fue incapaz de dar la talla, ni siquiera a su manera posmoderna, perdiéndose en un sinfín de trapazos. Lo malo es que el peruano y el galo, aunque estuvieron en primera línea ante la lección de su compañero de terna, seguro que no han tomado nota, que para eso son figuras, figuritas o figurones. Da igual: loor a Ureña, loor.

FICHA

Toros de VICTORIANO DEL RÍO: bien presentados excepto el anovillado 5º; todos mansos, flojos y nobles; descastados menos 4º y 6º. SEBASTIÁN CASTELLA: silencio tras aviso; silencio. PACO UREÑA. vuelta; dos orejas tras aviso; salió por la Puerta Grande. ROCA REY: silencio tras aviso; silencio. Plaza de Las Ventas 33ª de Feria pero fuera de abono y bautizada como Corrida de la Cultura. Lleno de 'no hay billetes'.

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