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Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena

viernes 13 de septiembre de 2019, 13:44h

La gota fría o DANA que dicen ahora, es un fenómeno tradicional y normal en el levante de la cuenca mediterránea como todas sabemos. Grandes sequías y lluvias torrenciales son normales en todo el sureste peninsular. La propia naturaleza ha formado ramblas y barrancos que permanecen secos durante años a veces, pero que cíclicamente se inundan y llenan de agua.

Son aliviaderos naturales que siempre se respetaron porque nuestros mayores sabían de sobra que “el agua siempre reclama sus escrituras” o lo que los técnicos de las Confederaciones Hidrográficas llaman zonas inundables que siempre son mucho más amplias de lo que el ojo de un propietario de terrenos o un constructor observa, o le interesa.

A estos barrancos naturales, también desde tiempos muy pretéritos “de tiempo de los moros” dice la sabiduría popular, se añadieron y construyeron cauces artificiales al objeto tanto de aprovechar las aguas como de desaguar ante riadas o grandes fenómenos lluviosos. Cerca de ríos y barrancos vivieron los pobres o personas vinculadas a la activad agrícola sin embargo jamás a un agricultor de principios del siglo XX y menos de antes se le ocurrió construir en un barranco o una rambla. De hecho pueblos y ciudades de ribera siempre están en alto o buscando las zonas altas. Las zonas altas de las ciudades y pueblos eran las más cotizadas y de ahí viene la expresión de los barrios altos, es decir los más difíciles de inundarse o alejados de galernas o temporales marítimos.

Pero con la especulación, el negocio del turismo, la corrupción urbanística y la mercantilización del territorio todo cambia. A partir de los años sesenta del siglo XX, comienzan a violarse estas normas de respeto a la naturaleza y se construyen barriadas de casa baratas, urbanizaciones turísticas o casas ilegales en zonas inundables, incluso se construye desde hace unas tres décadas en ramblas y barrancos con la total complicidad de alcaldes incultos, corruptos y/o populistas, muchas veces protegidos por sus Comunidades Autónomas que también están en el negocio que constructores y promotores privados “riegan” generosamente.

Aparece inventado por la especulación privada y bendecido por algunos arquitectos, un mito, y es que hoy en día todo se puede solucionar técnicamente y que maquinas, pilotes y hormigón pueden domar la naturaleza. Mentira. Ramblas convertidas en aparcamientos públicos, urbanizaciones en zonas inundables o barriadas para personas muy humildes ajenas a la realidad por necesidad, son constantemente inundadas a lo largo de décadas. Caminos en vegas bajas asfaltados o carreteras mal diseñadas que cortan vados y bajadas de agua, se convierten en trampas mortales. Autopistas en alto que se convierten en auténticas presas y destrozan todo lo que hay a su alrededor, pues no hay aliviadero que aguante lo que acumula una riada.

Ese y otros son los problemas por no hablar de muchos pantanos igualmente peligrosos, muchos ya obsoletos. Tenemos lo que nos buscamos y muchas veces las desgracias, las muertes, las ruinas de gentes pobres son fruto del egoísmo de promotores y auto-constructores que son los verdaderos culpables de que las desgracias se incrementen.

Lo cierto es que hay algo que jamás se dice y es que es necesario cambiar las leyes urbanísticas al objeto de adaptarlas. Hacer cumplir las existentes, exigir responsabilidades personales a constructores indeseables, alcaldes y concejales corruptos o populistas y Comunidades Autónomas tolerantes con la ocupación de los cauces públicos. Una nueva ley de aguas finalmente.

Pero hay algo que es lo más importante y difícil. Cambiar el concepto de la propiedad de la tierra sea rústica o urbana. En el reino de España, lo único sagrado que existe es la propiedad, tanto en la mente de la persona propietaria, como en el adquirente especulador, como en las leyes y los jueces. Mientras la propiedad de la tierra no esté sujeta a una legislación moderna, ecológica, respetuosa con la naturaleza y social será imposible. Mientras la corrupción del ladrillo no sea dura y rápidamente perseguida, seguiremos teniendo inundaciones trágicas y graves en un Estado como es el español, en el que hay grandes sequías y grandes riadas. Mientras en España lo ilegal sea lo que da votos, quejarse es inútil, además las tragedias son un gran negocio para muchos pues generan nuevas inversiones, reparaciones, créditos bancarios y la venta de nuevos vehículos. Por eso es imprescindible y ya modificar la legislación urbanística y el espíritu de la ley.

Carlos Martínez García

Politólogo y ex portuario. Miembro de la plataforma socialista pro PSF.

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