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EREse una vez

viernes 22 de noviembre de 2019, 18:01h

Desde hace años se viene repitiendo la expresión “otoño caliente” pero parece que esto del calentamiento global nos afecta cada vez más de cerca. Septiembre se despachó con el intento de investidura tras infructuosas negociaciones, y como si el tiempo no fuera lo más preciado que tenemos, se acordó ir a un partido de desempate fijado para el 10-N.

Tras la investidura y las elecciones, estallaba otra bomba de calor con la sentencia del procés y las condenas a los políticos encarcelados y algún otro que andaba de paseo vigilado por los alrededores, mientras la corte de Puigdemont compraba chocolate belga, por más señas. La decisión del Tribunal Supremo en forma de condena, disparó la conflictividad en Cataluña en unas jornadas marcadas por manifestaciones multitudinarias y por violentos incidentes en las calles.

Pero faltaba la guinda para calentar el gélido y lluvioso otoño que vendría en forma de resolución judicial con la sentencia sobre los famosos ERE de Andalucía. Este triunvirato de calentones, ha puesto a nuestro país a prueba de bombas, en un todos contra todos, pero con un matiz: “la corrupción ajena, es más pestilente que la propia”, dicen los unos de los otros, como si de una interminable procesión de mofetas se tratase.

Pero para animar el calentón otoñal, los independentistas condicionan con su voto la formación del nuevo gobierno de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias sentado en el Consejo de Ministros. Este papel de los partidos catalanistas no es nuevo, si bien el PP y los huérfanos de Ciudadanos se empeñan en presentarlo como una hipoteca jamás vista en los años de democracia. Tal afirmación no es casual y corresponde al intento de demonización de la derecha de un pacto PSOE y UP que pronto tendrá luz verde.

Los nacionalistas catalanes, de siempre han sido cruciales para la gobernabilidad de España, inclusive cuando la aritmética parlamentaria no necesitaba de sus apoyos. La ley Electoral en vigor escogió un sistema de asignación de escaños basada en la Ley D`hont, como uno de los acuerdos estratégicos en aquellos días de la Transición y donde los Pactos de la Moncloa rubricaron acuerdos impensables hoy en día con los actuales dirigentes políticos al uso. Dos personajes sin duda relevantes como Jordi Pujol y Xavier Arzalluz, se encargaron de apretar al resto de colegas políticos a elegir el sistema de repartos de escaños por un procedimiento que fuera favorable a sus intereses y donde primara la representación territorial de los partidos nacionalistas. “O jugamos con estas reglas, o se rompe la baraja” ……y todos tragaron.

Gobiernos de izquierdas y de derechas, han tenido que firmar acuerdos con fuerzas nacionalistas en casi todas las legislaturas. Ellos son sabedores de su influencia, pero sus fieles votantes, aún más. Pero desde que el PP hizo resucitar al más radical independentismo con su recurso de inconstitucionalidad a la reforma del Estatut, los nacionalistas catalanes amagaban, aunque sin llegar a erizar la piel. Eran mas temidas las proclamas procedentes del nacionalismo vasco en tiempos del lehendakari Ibarretxe, cuando además ETA seguía en activo. Los catalanes parecían mas serenos y cabales en sus demandas, incluso un tripartito con ERC en la vicepresidencia de la Generalitat, era escasamente beligerante en materia independentista, aunque un personaje como Carod-Rovira fuera la nota folclórica.

Y mientras, en Andalucía se sucedían los gobiernos socialistas elección tras elección. Escuredo, Pepote Rodríguez de la Borbolla, Chaves y Griñán, todos ellos victoriosos cada vez que las urnas salían de su acogedor retiro. Andalucía era (y es) la federación mas poderosa en numero y notoriedad del partido socialista. No olvidemos que el resurgir del PSOE tiene como referentes a muchos de los que inmortalizó aquella famosa foto de la tortilla de patatas en la pradera de la Puebla del Río en 1974, con Felipe Gonzalez, Alfonso Guerra o Luis Yáñez, entre otros, y también un desconocido (por su poblada cabellera) Manuel Chaves. Chaves lo ha sido todo en el partido: diputado autonómico, nacional, ministro, vicepresidente del gobierno, presidente de la Junta de Andalucía, presidente de partido…, es decir, toda una carrera política a espaldas de este ceutí ahora condenado por el escándalo de los ERE. Ni él ni Griñán esperaban una condena de semejante dureza, pero esa frase de “la justicia es igual para todos” (que nos recuerda a Urdangarin, que ya se pasea por Pozuelo), a veces es un arma arrojadiza, dependiendo del encausado.

La justicia se puso de moda a raíz de los casos de corrupción del Partido Popular, como antes se pusieron con Filesa, o en las tramas delictivas del Clan Pujol. En nuestro país, algunos han pensado que podían hacer fechorías, sin que nadie les pidiera cuentas y así ha sido durante muchos años. Era impensable que a un político lo juzgaran y menos que lo detuvieran y metieran en el coche policial con el gesto de sujetar por el cuello al detenido (Rodrigo Rato) y menos si este ha sido “el artífice del milagro económico español” (Aznar dixit).

El escándalo de los ERE es mayúsculo y es evidente que deja un rastro de corrupción innegable, a la vez que se ve lo chusco y grotesco que era el proceder de los implicados: cocaína, putas, gin tónic, tabaco…… ¡solo faltaba que lo fueran a pagar de sus bolsillos! Eran los Intocables, pero en hortera ¡Una vergüenza! Pero lo peor de todo es que el origen de los fondos desfalcados, estaba destinado a lo más sagrado en la vida de un trabajador: el empleo y la formación.

Es cierto que ahora se apela a la inocencia de los ex presidentes Chaves, Griñán o la ex ministra Magdalena Álvarez, pero la responsabilidad política y administrativa, obliga a actuar in vigilando prestando especial atención en el manejo y administración de un presupuesto público. Nadie puede ocultar el bochorno y hace bien Susana Díaz (¡ya era hora que hablase!) en pedir perdón en nombre del partido a todos los andaluces y a todos los españoles, pues el dinero sale del fondo común, pero es evidente que a ella la puso Griñán como su sucesora y ahora no es la mejor recomendación posible, ni el renglón a destacar en el currículo de ningún político.

El PP lo embarró todo y ahora lo de los ERE`s, que, según el PP, deja a la Gürtel como una cosa de aficionados, pero no es ni cierto, ni comparable. Algo es evidente y es que “ese PP” de la corrupción, implicaba de manera directa a entonces presidente del partido y del Gobierno Mariano Rajoy, mientras que cuando se producen los ERE`s andaluces, Pedro Sánchez era un concejal anónimo del Ayuntamiento de Madrid, que se paseaba por Ferraz con cara de despistado.

Pedir a Pedro Sánchez responsabilidades políticas por este caso, es como aquella salida de madre del presidente mejicano López Obrador, cuando exigía a España que pidiera perdón por lo que hicieron los conquistadores españoles hace 500 años, cierto es que no son comparables los hechos, pero si que se igualan las imbecilidades.

El PSOE debe aislar cual enfermo infecto, a esa clase golfa que afloró en los tiempos del poder absoluto, abochornarse y poner controles. No debe enmascarar un escandalo de esta magnitud. Es hora de dar la cara porque los actuales dirigentes nada tienen que ocultar de aquella época, y por eso, son los mas legitimados para pedir perdón y actuar con firmeza para que la corrupción no vuelva a ser un hecho recurrente.

“Érase una vez………”, empezaban los cuentos y EREse una vez acaban condenados los cuentistas.

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