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Hipertrofia ministerial

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
miércoles 15 de enero de 2020, 11:11h

No podemos bautizarlo como un “petit comitté” con veintitrés personas en torno a una mesa ni tampoco como un círculo de confianza. El nuevo Gobierno de los martes -en martes no te cases ni te embarques- supera en un miembro al Politburó que regía al Estado Soviético. O en dos si contamos con Dolores Delgado como fiscal general del Estado ya que Pedro Sánchez debe pensar que si se denomina Ministerio Público a la Fiscalía es que puede considerarse como un puesto más de salida para su ministra de Justicia. Esa inflación de ministros y ministras cuatripresidenciados no tiene ninguna racionalidad en un organigrama administrativo ni la homogeneidad programática de un mando colectivo. Pedro Sánchez ha inaugurado sus plenas funciones como gobernante con una chapuza que intentará controlar desde la sombra de los gabinetes controlados por el recrecido Iván Redondo. Se dirá que no estamos acostumbrados a un Gobierno de coalición. Pero una coalición no significa un sorteo de carteras de competencias variables sino la conformación de un equipo firmemente unido por la lealtad a un único presidente, la confluencia previa en un programa y el compromiso de asumir responsabilidades compartidas, deliberando en secreto y no manifestando discrepancias internas y posiciones individuales poco amalgamadas con el cuerpo del conjunto. Y cuantos menos mejor. Más ahorro de tiempo, de dinero y de conflictos de competencias. Que los ministros no procedan de un solo partido o que la coalición obligue al presidente a buscar a alguien de confianza fuera de su propio partido o entre independientes puede ser consecuencia de un pacto previo claro que aquí no ha existido. Aquí da la impresión de que cada partido ha echado sus propias redes de pesca y que las estructuras administrativas se han reformado para dar satisfacciones personales en vez de supeditar las personas a la eficacia de la administración pública.

De entrada han presentado un ministerio titulado de Igualdad que es una desigualdad en sí mismo. No se trata de que la igualdad sea cosa exclusiva de mujeres sino que, a la vez, es la única excepción de una familia biológica heterosexual con sus dos miembros dentro del mismo consejo gubernativo, sin precedentes en el pasado histórico ni ejemplo alguno en el presente. Hay que suponer que si no se aceptan exclusiones de parentesco también pueda llevarse en el futuro la pareja homosexual al Consejo. Este ministerio titulado de Igualdad lo mismo podría llamarse de Libertad o de Fraternidad que era el trio de propuestas de la Revolución Francesa, donde unos, más iguales que otros disfrutaban viendo como la guillotina cortaba la cabeza de quienes suponían distintos. El comunismo heredó aquel impulso igualitario arrasando los relieves de cualquier sociedad con méritos o iniciativas para sustituirlos por los relieves dentro del pensamiento único dominante de tal forma que el pueblo quedase dividido entre unos iguales y otros menos iguales según el grado de compromiso con el Partido. Otro ministerio llamado de Consumo igual podía llamarse de Abastecimiento según se observe desde el punto de vista del que gasta o del que produce. Universidades sin ciencia, Trabajo sin Seguridad Social, Educación sin Cultura, Transición Ecológica o el redundante Transporte y Movilidad nos hacen dudar donde residen las obras públicas o la política de vivienda. Pero hay un vicepresidente encargado nada menos que de la Agenda para el año 2030 ¿Dónde estarán estos componentes antagónicos dentro de diez años? Porque en el fondo este Gobierno no es una coalición con peso suficiente para mantenerse sobre sus propios pies. Solo es una benevolente concesión del club de los separatistas de todas clases. “Sin mesa no hay legislatura” le repitió amenazante Rufián. Habrá mesa por encima de todo, habrá pensado el resistente Sánchez ¿Pero con quién? ¿Con el semi-inhabilitado, con el encarcelado, con el fugado o con un renovado? Todos juntos y cada uno por separado son suficientes para envenenar el ambiente de tal forma que la negociación de los Presupuestos Generales sea otra prueba de la provisionalidad del sanchismo.

La hipertrofia del Gobierno sostenido por la misma Constitución que sostiene la unidad de la nación española tiene por delante nueve meses en que no es posible convocar nuevas elecciones generales. Nadie podrá decirle ¡Váyase señor Sánchez! Por muy desengañados que se sientan quienes votaron para estabilizar a España y quienes lo hicieron para desestabilizarla. Dentro de nueve meses no se habrá producido una cosa ni otra. Quizá, entonces, llegue la hora de preguntarle ¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia Pedro Sánchez? Como Cicerón le preguntó a Catilina. La hipertrofia del Gobierno es solo un caramelito para contentar a los podemitas para que no incordien dentro de casa. Pero con los podemitas no se va a ningún puerto seguro. La salud del hipertrófico Gobierno depende del rupturismo que lo controla y vigila desde fuera como los cuervos que sobrevuelan la agonía del herido. Hoy Sánchez es tan impotente como ayer cuando se sentía bloqueado. La amnistía, la autodeterminación, el desguace de la justicia, la inoperatividad de la economía, la desigualdad de las regiones son los precios a pagar en cuotas, de mes a mes, para seguir manteniendo sentada a la coalición en torno a la mesa ovalada.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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