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Palermo español

jueves 16 de enero de 2020, 12:24h
Palermo español

Gibraltar y Palermo tienen cosa alguna en común, pero conjuntan en la circunstancia de que tras siglos de pertenencia a España se esfumaron de sus dominios en el mismo año de desgracia de 1713 y como resultado de la misma Guerra de Sucesión Española que puso en el trono a la dinastía Borbónica. Por lo demás, Gibraltar es una península rocosa, desabrida, árida y sin la menor donosura, mientras que Palermo es una de las ciudades más hermosas del mundo y con un patrimonio monumental de escalofriante belleza. Asimismo mientras que en el Peñón el rastro hispano oscila entre el cero y la nada, en la capital de la región autónoma de Sicilia la españolidad más esplendorosa, culta, artística, amable y cordial rebosa por todos sus rincones.

Luis de Góngora y Miguel de Cervantes, que allí anduvo reponiéndose de sus heridas en Lepanto, no escatimaron en elogios hacia la ciudad y Lope de Vega hizo transitar por sus calles y aposentos a la bellísima y manipuladora Fenisa, poniéndola frente a frente con la ofendida Dinarda travestida en Don Juan de Lara.

Puorta NovaOtrosí, la calle más antigua, importante y señorial de la ciudad, Corso Vittorio Emanuele, se llamó inicialmente Vía Toledo y a ella se accede por la Porta Nuova, erigida para celebrar la victoria contra el infiel otomano de la Armada Católica en la Batalla de Lepanto, “…la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”, al decir de don Miguel, y en homenaje al rey Carlos I de España, representando también con gracia singular y estatuaria en la Piazza Bologni, para transitar unos cientos de metros después y encontrarse en perpendicular con la Vía Maqueda, que exalta la figura de Bernardino de Cárdenas y Portugal, conde de Maqueda, virrey de Sicilia y natural del pueblo toledano de Torrijos.

I Quattre Canti

Justo en tal cruce de linajudos y blasonados caminos se halla I Quattro Canti, plaza octogonal con cuatro imponentes chaflanes conde se alzan las tallas de cuatro reyes españoles, Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV, y en sobre ellas las de las cuatro santas patronas de Palermo en el momento en que se erigió el conjunto: Oliva, Ágata, Ninfa y Cristina, aunque posteriormente Ágata fuera sustituida en la fe local por Rosalía, la “santuzza”, santita en siciliano, cuyos restos fueron hallados en una cueva allá por 1624 y gracias a un cazador guiado milagrosamente. Que el paleontólogo británico Willian Buckland, primer científico en la historia en describir un dinosaurio, identificara luego los restos de la venerable como pertenecientes Piazza Bolognia una cabra y que en 1984 la prestigiosa revista Sciencie corroborara la hipótesis del naturalista decimonónico, es, como diría Kipling, otra historia, porque lo que aquí viene al caso es que la glorieta y de manera oficial no se llama de Quattro Canti, sino Piazza Vigliena, en honra y prez del virrey Juan Fernández Pacheco y Téllez Girón de Villena, duque de Escalona e hijo de Belmonte, Cuenca, quien encargó la construcción del conjunto al arquitecto florentino Giulio Lasso buscando una composición urbanística que recordara a la de las Quattro Fontane de Roma.

Como grato complemento, entre su multiplicidad de palacios cansados y a terciopelo ajados, iglesias semiderruidas, y variopintas decadencias viscontianas, bulle una colorista turbamulta de mercados hortofrutícolas, charcuteros y golosones que a cada paso evocan cálidamente los zocos y mercadillos hispanos.

Y para no insistir más en la españolidad de Palermo, Quoderatdemonstrandum, no deja de llamar la atención, por mucho que se apunten razones de proximidad y continuidad física peninsular, la obstinación e insistencia con la que se ha venido reclamando tal categoría para Gibraltar.

En alguna ocasión se intentó por la fuerza, al menos sobre plano y contando con el poderío bélico de la Wehrmacht, en la llamada “Operación Félix”, pero cuando Hitler conoció personalmente a Franco en Hendaya en lugar de darle Gibraltar consideró que casi mejor concederle la Gran Cruz de Oro de la Orden del Águila Alemana y que el Peñón para momento más oportuno.

Aún en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el Movimiento optó por mover discretamente al gentío en las calles convirtiendo la reclamación en clamor popular. En 1942 los Puestos callejerosestudiantes falangistas del SEU se plantaron ante la embajada británica y empezaron a tirar piedras mientras vociferaban a favor de la soberanía española. El máximo responsable de la legación diplomática, Samuel Hoare, llamó por teléfono al entonces Ministro del Interior Ramón Serrano Suñer para informarle alarmado de la situación. Muy amablemente y en apariencia preocupado, el Cuñadísimo le preguntó al embajador si quería que le enviase un contingente policial. Hoare, muy británico él, le contestó: “No, lo que quiero es me mande menos manifestantes”.

En posterior coyuntura, se intentó una vía más democrática y formalmente descolonizadora mediante un referendo celebrado en 1967. La población local pudo elegir entre volver a situarse bajo soberanía española o conservar el vínculo con el Reino Unido. Según datos de toda solvencia, participó en la consulta el 95,8% del censo, 12.138 votantes lo hicieron a favor de seguir fieles a Londres, 44 optaron por retornar a obediencia española y 59 introdujeron en las urnas papeletas que fueron dadas por nulas.

¿Y a qué viene todo esto?, pues a que si Gibraltar nos toca en la pedrea del Brexit pues vale, pero tal no debiera ser óbice, valladar ni cortapisa para que aprovechando las movilizaciones que se intuyen inminentes reclamando que León deje de pertenecer a Castilla y el Bierzo se desligue de León no estaría de más que en el barullo se colara una pancarta reclamando: “¡Palermo español!”. Por intentarlo que no quede. Y si cuela, cuela.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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