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Del Etna a Nuria Espert

lunes 17 de enero de 2011, 13:01h
Veo en un telediario las imágenes del Etna, el bicho  más activo de Europa, que ha vuelto a entrar en erupción  y, al instante, con los ríos de lava, mi memoria, inmersa en remordimientos por los espectáculos, libros y pueblos de los que, deseándolo vivamente,  no he hablado hasta ahora,  se  desliza contra la ladera sur del volcán. ¿Por qué no has hablado en seis meses  de la maravillosa Sicilia, que visitaste este verano, y de este volcán, que, a lo largo de la historia, ha demostrado que tiene tan  mala lava como todos los volcanes?, me pregunto tuteándome porque el usted ya ha quedado obsoleto.  Y, mientras bajo por la madrileña calle de Goya, al llegar a la altura de la librería de El Corte Inglés, donde compré  la magnífica guía Sicilia, publicada por El País Aguilar, con cuya lectura, si no me hubiera saltado unas páginas, habría corrido el riesgo de convertirme en sabio, continúo, implacable, mi interrogatorio: ¿por qué, por qué, me pregunto casi con odio a mí mismo,  no has hablado aún de la inconmensurable  actuación de Nuria Espert en La violación de Lucrecia, de Shakespeare, que, espléndidamente dirigida por Miguel del Arco,  representó en el Teatro Español con total éxito de crítica y público? La traducción de José Luis Rivas Vélez es magnífica.

Y, al hacerme esta pregunta, me acuerdo del delirante deseo  del poeta francés Mallarmé, que,  ya avanzada  la segunda mitad del siglo XIX, soñaba con reducir el universo a un libro;  o, dicho a la pierna  la llana,  meter los cinco continentes del mundo, los oceános y mares,  la Vía Láctea y los millones de galaxias que andan por ahí, meterlos, digo,  en un librito, a ser posible, de bolsillo, como  los que ahora  edita Alianza Editorial mejorando, en su nuevo formato, el diseño y la encuadernación de  sus ediciones anteriores. No han sido pocas las pullas que, por supuesto, con no escasa  injusticia, le he dirigido a Mallarmé a lo largo de mi vida. Y,  las últimas pullas de las que me acuerdo, las platiqué con Germán Solís, subdirector de la madrileña Escuela de Escritores, cuando, el pasado 23 de abril,  organizó en el Jardín Botánico, pegado a la estación de Atocha,  un memorable encuentro de autores amparado bajo el título de El silencio de Mallarmé  en homenaje a este poeta, junto con algunos talleres literarios, abiertos al público.   

  Pero,  para mi bochorno, ahora me encuentro, como Mallarmé,  queriendo meter en media docena de párrafos  mis experiencias de un viaje a Sicilia, el torbellino de mis pensamientos y sentimientos en  la representación de  La violación de Lucrecia, cuyo argumento tiene su fuente en el libro I de la Historia de Roma de Tito Livio y, además,  la derrota, el sábado pasado, de Osasuna en Villarreal por 4-2, que, aunque nos la esperábamos todos los osasunistas,  como la lava del Etna, no deja nunca de ser letal. De hecho, esta derrota de Osasuna, que nos coloca a dos terroríficos  puntos del descenso a Segunda, nubla para mí la felicidad de este domingo que, a simple vista,  ha amanecido en Madrid sin una sola nube, como ya había anunciado, con su habitual sabiduría meteorológica y excelente actuación teatral,  Mónica López en el telediario de TVE-1.

Salgo de la librería de El Corte Inglés y, al cruzar en dirección hacia la plaza de Colón ante La Casa del Abuelo, un  bar  muy agradable, donde, en los días de Pericles, tomé unos pinchos con el productor discográfico y teatral  navarro  Rafael Alvero, se me abalanzan los noventa años de vida familiar de  La larga noche de navidad del genial Thornton Wilder. Asistí, en plena navidad, en el teatro Guindalera a la representación de esta obra fantástica, dirigida e interpretada magistralmente por Juan Pastor, e interpretada también por  un excelente  equipo de actores – María Pastor, Ana Miranda – que Osasuna debería fichar con vistas a instalarse, al menos, en la zona templada de la tabla.

Y mi último remordimiento. ¿Por qué, durante tantos meses, no he recomendado vivamente, los tres volúmenes de La sabiduría griega, de Giorgio Colli, que, en fantástica edición bilingüe, ha publicado Trotta? De los autores reunidos en La sabiduría griega – Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito y un amplio equipo de presocráticos osasunistas – me acordé mucho en Sicilia, una isla tan griega como fenicia, árabe   y española. Casi media Grecia antigua sigue hoy viva en  Sicilia. Ya Píndaro escribió que Agrigento era la ciudad más bella del mundo. El Valle de los Templos justifica las palabras de Píndaro. Al guía de nuestro viaje, el cultísimo, eficacísimo y corrosivo en su humor, Stefanno – lamento no saber su apellido –, lo he visto recientemente  en el programa  Corazón, de TVE-1, que presenta Anne Igartiburu, acompañando a la duquesa de Alba en un viaje a Sicilia. El inolvidable Stefanno gasta un humor  tan salvaje como Petronio en su Satiricón. Es  buen momento para alegrarnos de que la erupción del volcán haya sido relativamente benigna. También es una buena ocasión  para leer Recuerdos del Etna, un magnífico relato del griego Emmanuil Roídis, espléndidamente traducido por Carmen Vilela, y recogido en el prodigioso libro Relatos de Siros (Universidad de Sevilla). Como diría el maestro Mallarmé, La violación de Lucrecia, con Nuria Espert, es lo más parecido a una erupción del Etna. ¿Cuántos millones de violaciones de mujeres – y de hombres -  se han perpetrado en el mundo desde Tito Livio, por no ir más lejos, hasta hoy?

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