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Abertzales en las elecciones

lunes 07 de febrero de 2011, 14:48h
Soy muy consciente de cuánto dolor, qué inmensa preocupación y qué tamaño de resentimientos provoca la posibilidad de que un conjunto de individuos que hasta ayer apoyaban a ETA –quién sabe si aún, en el fondo y pese a las descalificaciones a la banda...—concurra a las ya casi inminentes elecciones municipales y autonómicas. No siento, claro está, la menor simpatía por nadie que en algún momento de su vida haya respaldado o no haya condenado el derramamiento de sangre, la extorsión, el secuestro, la privación de las libertades y derechos de uno o más ciudadanos, las víctimas de esos delincuentes. Todo esto lo han hecho ETA directamente e, indirectamente, algunos de quienes apoyaron esos métodos que ahora dicen rechazar.

Pero eso es una cosa y el Estado de derecho es otra. Y pienso que lo primero es defender el Estado de Derecho por encima de cualquier otra consideración. Ni se puede tratar de manera distinta a un partido compuesto por gente que se encuentra actualmente dentro de la ley y no está inhabilitada para ejercer sus derechos ciudadanos ni se puede negar la legalización a una formación simplemente porque alberguemos sospechas más o menos justificadas acerca de su proceder futuro. Si el nuevo partido mal llamado ‘abertzale’ –que significa ‘patriota’-- cumple los requisitos exigidos por las leyes, nada podrá impedir que sea tratado como los demás: ¿cómo justificar legalmente, por ejemplo, esa ‘cuarentena’ que algunos sugieren que se imponga a la nueva formación para evitar que concurra en esta convocatoria?

No, no creo –no quiero creer que lo haga de manera oculta, por mucho que lo repita alguien de tanta enteraza moral como Jaime Mayor Oreja—que el Gobierno esté negociando de alguna forma con la banda del horror y del terror. Más bien tiendo a pensar que ETA está dando pasos unilaterales hacia su fin, acuciada por su propia debilidad. Ojalá no me equivoque. Y, en este contexto, cualquier irregularidad jurídica que hiciese que ese mundo más o menos simpatizante con la banda volviese al victimismo y a las acusaciones contra el Estado, sería, creo, catastrófica. Pienso que, aunque sea con la nariz tapada, hay que probar, confiando en la madurez de los votantes. Precisamente porque los del lado de acá, que somos casi todos, no jugamos con las cartas marcadas, como tantas veces han hecho ellos.



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