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La nueva rebelión de las masas

La nueva rebelión de las masas

jueves 16 de junio de 2011, 15:19h
El estudio del comportamiento de la masa, de las masas, es una constante en la historia de la filosofía; en la era contemporánea, desde Ortega hasta Peter Sloterdijk se han adentrado en la ardua tarea de discernir por qué los comportamientos masivos son como son y no de otra manera, qué los orienta, cómo pueden dirigirse. Si la coyuntura que estudiaron el primero en ‘la rebelión’ y el segundo en ‘el desprecio’ (de las masas) fuese la que hoy vive el mundo, desde el norte de Africa y países de Oriente Medio hasta la Ciudadela de Barcelona, esa labor de disección filosófica y/o sociológica se haría imposible. Las calles han entrado en efervescencia, arden, y basar la explicación de los mecanismos que mueven a muchas gentes en una u otra dirección simplemente en el contagio de las redes sociales por Internet movilizando un descontento que no es el mismo en todas partes,me parece excesivamente simple.   Sé de quienes, a la vista del comportamiento de unos miles de personas en España entre el 15 de mayo y el 15 de junio pasados, preparan ya ensayos tratando de explicarse y explicar por qué surge un movimiento, el de ‘democraciarealya’, basado en el descontento y la desesperanza, en el ataque a la torpeza de la gestión de la cosa pública, pero movido sin duda también por muchas otras cosas.   Me parece un poco prematura esa pretensión entemológica de los futuros ensayistas: no sé siquiera si los campamentos en la Puerta del Sol se corresponden milimétricamente con las ‘sentadas’ ante el Parlamento valenciano o las salvajadas ante el Parlament catalán. O con el asalto verbal, grosero y zafio, a un alcalde, como Ruiz Gallardón, a la puerta de su domicilio particular mientras paseaba a su perro junto a su mujer y sus hijos. O si todo ello guarda relación íntima con el lamentable comportamiento de algunos vecinos madrileños con el líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, cuando quería unirse a un grupo que defendía a unos ‘okupas’.   Probablemente, cada uno de estos episodios necesite unas explicaciones diferentes y hasta tenga un componente sociológico distinto. Ya hemos acordado que nada tienen que ver los primeros manifestantes del 15-m con las tribus urbanas y suburbanas que arrasaron la Ciudadela barcelonesa ni con los energúmenos que pretenden apropiarse la verdad y la representación del pueblo en exclusiva, sin pasar por las urnas. Una cosa es la crítica a una clase política que ya no nos merecemos y otra, muy distinta, rebajar el nivel hasta el punto de no ser digno ni de ejercer esa crítica, que nunca puede consistir en empellones, insultos, salivazos y cubos de pintura contra los legítimos representes de un pueblo que los ha votado, y no a sus agresores.   Todas esas tribus, urbanas y, sobre todo, suburbanas, son, posiblemente, diferentes. Las hemos homologado y equiparado a base de no comprender cómo funciona el tam-tam de las redes sociales que a unos y otros convocan en su simplicidad de ciento cuarenta caracteres. Como hemos equiparado al movimiento Anonymous con este bullir callejero por el hecho de que ni unos ni otros tienen líderes reconocidos y ‘están en la red’, y porque algunas ‘indignados’, en su afán –propio de la masa-- por diluirse se adornan con la careta mefistofélica del reino de los ‘hackers’.   Tengo la impresión de que quienes nos situamos en el nivel de los observadores, aunque, como yo, tengamos indisimuladas simpatías por el original 15-m –que ninguna por las últimas derivaciones--, habremos de afinar un poco más en nuestros análisis. No vale ‘el totum revolutum’ para descalificar una movida que contó con tantas simpatías en su arranque.   Ni el descontento va a decrecer, porque ahí sigue ese escalofriante 43 por ciento de paro entre los jóvenes, ni, presumiblemente, la actuación de los políticos en cuanto que clase y estamento va a mejorar demasiado. Yo creo que el 15-m debe seguir como movimiento crítico y, por tanto, cada vez más alejado del concepto de masa. Y ahí puede estar una clave: la crítica social, para ser efectiva, tiene que ser dialogante aunque implacable, moderada y tolerante a fuer de demoledora, organizada a fuer de libertaria. Nada que ver con masas vociferantes, airadas, que no conocen de veras por qué lo están, masas que siguen eslóganes simplones, de sal gorda. Es en ese momento cuando llegan los extremistas, los maniobreros, los infiltrados, a controlarlas. Y es ahí donde y cuando han muerto los más bellos sueños que trataron de cambiar el mundo. [email protected]
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