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De Neptuno al cielo: hoja de ruta para salir de la crisis económica

martes 21 de junio de 2011, 14:00h
De nuevo hay que agradecer a los indignados que llenaron la plaza de Neptuno en Madrid que expresaran el descontento ciudadano por una vía estrictamente pacífica. Y ello en ambos aspectos: porque sacan a la luz el malestar de la crisis, que de otra forma quedaría enquistado en la subjetividad colectiva, y porque lo hacen de forma cuidadosamente pacífica, aprendiendo de los errores de manifestaciones anteriores (Valencia y Barcelona). Ahora bien, nuevamente se aprecia que los movimientos de indignados, que son diversos, tienen más capacidad de protesta que de propuesta. Un repaso a las pancartas no deja lugar a duda. En primer lugar, se minusvalora la dimensión de la crisis: “Esto es una farsa, no una crisis”, decía un lema. Craso error. Es una farsa y una enorme crisis, ambas cosas; o si se quiere, una crisis que comenzó con una farsa, pero que hoy es una severa y condenada crisis. Tampoco es cierto que “esta crisis no la vamos a pagar”, como decía otra pancarta. No creo que convenga hacer retórica ni demagogia al respecto: esta crisis la vamos a pagar todos, independientemente de la cuota de responsabilidad que tengamos sobre de su origen. Y, sobre todo, no hay soluciones mágicas para salir de ella: arremeter ahora contra los banqueros (como piden otro montón de pancartas) no nos va a sacar de la crisis, sino que muy probablemente, como si estuviéramos en el centro de un pantano, nos hundirá mucho más en ella. Ya he mencionado aquí la experiencia del Presidente Obama al respecto, de cómo tuvo que contener sus iras contra el capital financiero para evitar un radical empeoramiento de la crisis en Estados Unidos. ¿Entonces? ¿Cómo hacemos para remontar la crisis? Más aun: ¿Qué hemos aprendido sobre cómo debe gestionarse políticamente esta crisis económica? Creo que pueden plantearse algunas ideas, evitando innecesarios endurecimientos o demagogias. Ahora bien, pese a que hay gente que considera que al 15-M no hay que pedirle otra cosa que capacidad para expresar el malestar, dado que sus portavoces aseguran que también tienen propuestas (y que insisto en el valor de la interlocución ciudadana), voy a describir esas ideas en relación con el documento emitido por Democracia Real Ya (DRY) para esta ocasión, titulado “El Pacto del Euro: por qué lo rechazamos y propuestas alternativas” (que puede encontrarse en su página web). Ante todo, hay que decir que se trata de un documento compuesto por varios segmentos, no siempre bien hilados. Hay una parte enfáticamente referida a los mecanismos políticos y otra directamente ligada a discutir la propuesta socioeconómica aprobada en la Unión Europea. Para comenzar por la segunda (verdadero contenido del Pacto del Euro) es necesario señalar que DRY recoge en buena medida lo planteado ya por los sindicatos, cuya crítica central es que el Pacto representa un propuesta claramente descompensada, a favor de una estabilización económica clásica que puede acabar resultando un tratamiento de shock, económico y social, de los que Stiglitz (el premio Nobel de Economía) recomienda evitar. Y tienen toda la razón: una propuesta desbalanceada también puede profundizar la crisis. Sin embargo, la respuesta de DRY (que toma argumentos de la respuesta sindical) también está desequilibrada. No pone el suficiente énfasis en la recuperación de los equilibrios macro, especialmente el fiscal, y, sobre todo, desconoce el otro aspecto que recomienda Stiglitz: la necesidad de reducir los bolsones productivos de baja productividad, de los que España tiene abundancia, y que son una de las razones principales del nivel de paro tan alto que sufre el país (respecto del promedio de la Unión Europea). Estos bolsones de baja productividad se encuentran principalmente en el ámbito de la pequeña y mediana empresa, que todavía presenta una brecha excesiva de productividad respecto de la gran empresa. (Aviso para navegantes: para remediar esta situación, Stiglitz no confía en el mercado únicamente, sino que considera necesario el desarrollo de políticas públicas desde el Estado). Sobre el tema crucial de la productividad, la propuesta de DRY se embarca en una discusión no siempre productiva (valga la redundancia) respecto de la relación entre competitividad (nacional y europea) y productividad. Hay que coincidir con su idea de que es necesario saber de qué estamos hablando cuando hablamos de productividad, porque hay factores muy diversos que influyen en el asunto. Pero resulta una batalla perdida no ligar la competitividad a la productividad, a menos que estemos pensando en ser competitivos a partir de las supuestas ventajas comparativas o de rebajar los costes de producción. En América Latina, Perú es altamente competitivo basado en esos bajos costes, principalmente el referido a la fuerza de trabajo, pero supongo y espero que no se esté pensando en esa perspectiva. Este asunto tiene un aspecto crucial en cuanto a la revisión salarial. La Unión Europea sostiene que hay que ligar el nivel de los salarios a la productividad de cada país y la respuesta sindical es que hay que seguir ligándolos (al menos en España) al índice de precios. Pues bien, si la primera es una propuesta peligrosa mientras que no se aclare bien que queremos decir con productividad, la segunda no nos dice nada sobre la posibilidad (hoy hecha realidad) de que el país pierda competitividad y comience a gastar por encima de sus posibilidades. Como ya se ha dicho, es necesario encontrar una fórmula mixta que, desde luego, evite cargar solamente sobre los salarios el avance de la productividad, algo sobre lo que los empresarios tienen también bastante responsabilidad. En suma, al desbalance del Pacto del Euro no debe darse una respuesta igualmente desequilibrada en el sentido contrario. No es una respuesta reactiva lo que se necesita, por entendible que esta sea, sino una respuesta nacional ajustada, que busque una ruta sensata para salir de la crisis, sobre la base de un consenso entre las fuerzas políticas y sociales del país. Por cierto, una ruta que mejore drásticamente la gestión política de la crisis que ha tenido lugar hasta el momento. Pero sobre la dimensión política de la crisis trataremos en una siguiente nota.
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