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¿Rajoy acierta en Bruselas?

martes 31 de enero de 2012, 20:49h
En contra de lo que muchos pensaban, Rajoy se sintió el lunes a gusto en Bruselas. Aún es pronto para saber si fue casualidad o si la estrategia estaba diseñada de antemano para poder cantar victoria, pero lo cierto es que la primera cita europea del nuevo presidente del Gobierno le salió redonda.

Para empezar, esquivó habilidosamente la difícil tesitura de sentarse en el Consejo Europeo y decirles a sus socios europeos, y en especial, a la todopoderosa canciller Angela Merkel, que necesita más tiempo para cumplir con el límite del déficit del 3% obligatorio. A cambio, se reunió a puerta cerrada con su colega del Partido Popular Europeo, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien para sorpresa de su propio equipo económico abrió la puerta a una "discusión" para buscar una solución para España. Y es más, el portugués se puso de perfil, faltando a su obligación de guardián de los Tratados, y lanzando la pelota al tejado del Consejo, empujó sin disimulo a Rajoy a que dé la cara en el edificio de enfrente, en el búncker del Justus Lipsius donde se reúnen los mandatarios.

La jugada a favor de España fue tan evidente que el propio Rajoy, en corrillos después de la rueda de prensa final de la Cumbre, se atrevió a evaluar las palabras del presidente de la Comisión: "Lo interpreto a mi favor", dijo con una sonrisa mientras su jefa de prensa tiraba de él angustiada.

Asimismo,  Rajoy también supo utilizar a su favor la novatada que sufrió al ser cazado por un micro abierto durante el tradicional "tour de table", cuando se le pudo oír la contundente frase que este martes llena las portadas de los diarios españoles: "La reforma laboral me va a costar una huelga". Independientemente del significado de fondo de la frase en cuanto a lo que espera a los trabajadores españoles, esos instantes sirvieron para desvelar la estrategia del mandatario:  poner de relieve su sacrificio político en pro de cumplir con el mandato de Bruselas.  Y además, lo hizo acertadamente con dos de los países donantes más tiquismiquis a la hora de juzgar a los países del sur: Finlandia y Holanda. A Merkel no se acercó. Por si acaso...

Pero, la ya famosa frase permitió además al presidente hacer un ejercicio de cercanía y, ante la prensa, destacó que era "absolutamente consciente" de que sus reformas no gustarán a todos y levantarán ampollas, pero, situándose nuevamente en el bando de la responsabilidad por encima de la política, destacó que llevará a cabo las reformas porque cree que es "lo que necesita España hoy". Echó mano del pasado, pero no recordó que su antecesor Rodríguez Zapatero solía expresarse en términos similares cuando hablaba de las medidas que había tenido que tomar en contra de su deseos. Rajoy  jugó de nuevo a la defensiva: apuntó que es lógico que los sindicatos le monten una huelga general si incluso a los socialistas se la hicieron, aunque fuera contra una reforma laboral "que no sirvió de nada".

El balance por tanto es favorable a Rajoy, y eso, incluso para los observadores más críticos. Pero, al final, no siempre llueve a gusto de todos. Algunos en Bruselas ya le afean su nulo interés en reunirse con el verdadero hombre de moda del momento, el primer ministro italiano, Mario Monti.  El ex comisario ha conseguido definitivamente colarse en el dúo Merkozy y es citado por todos como una referencia en los temas económicos. Prueba de la dedicación de Monti al engranaje europeo es la intensidad de su agenda: Este martes, tras asistir al consejo Europeo y a una reunión con Merkel y Sarkozy, permanece en Bruselas para reunirse con nada menos que con cuatro comisarios: Barnier, Almunia, Rehn y Semeta. Igual Rajoy debería pensárselo y aprovechar el viento de cola.


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