To er mundo es güeno

Según la ponente del Tribunal Constitucional, Elisa Pérez Vera, si mañana acudiese a su amparo un cobrador de la extorsión de una banda mafiosa, declarando que no le parece adecuado amenazar a los comerciantes para cobrarles un impuesto gángsteril, es probable que le parecería un buen candidato a presidir la Cámara de Comercio, y eso sí, le advertiría que fuera bueno y temeroso del Señor, y que no se le ocurriese volver a cobrar el impuesto revolucionario bajo amenaza de asesinar a los que no pagaran, porque doña Elisa se podría enfadar. Elisa Pérez, o, lo que es lo mismo, Pascual Sala y sus mariachis, que cometieron la tropelía con Bildu de convertir al Tribunal Constitucional en Tribunal Supremo A, y al auténtico Supremo en Tribunal Supremo B, han mostrado tanta comprensión que seguramente piensan que a María Antonieta la decapitaron con el caritativo fin de aliviarle definitivamente los dolores de cabeza, y los posibles cómplices de Jack el Destripador eran buena gente que, en realidad, estaban ayudando a un apasionado de la cirugía.
   
Daría risa de no mediar un destrozo en la Justicia que es ya imposible de componer, un atentado a los principios de la Independencia Judicial en los que ya nadie cree, mientras avanza la sospecha de que los magistrados son peleles de los partidos que les nombran, obedientes cabestros del dedo político que les designó. Y a lo mejor no es así, y me alegraría, pero cada vez crece más el número de personas que piensan que Pascual Sala y sus mariachis prevaricaron con Bildu y han vuelto a hacer lo mismo con Sortu. Y, si están equivocados ¡Qué terrible retirarse de la carrera judicial con la percepción de que miles de ciudadanos piensan que has manchado la toga y has sido indigno del cargo!