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Cinco siglos de campañas de prensa, cinco

Cinco siglos de campañas de prensa, cinco

martes 25 de septiembre de 2012, 08:00h
Nos preocupa, y mucho, la imagen que los demás tienen de nosotros mismos. De hecho somos uno de los países más obsesionados con esa cuestión, llamémosla "imagen exterior" o "marca España". Centrémonos en los medios anglosajones; New York Times, Financial Times, tabloides británicos, o cadenas de televisión en inglés. Son los más influyentes y los que pueden construir una imagen de país o destruirla.
 
Aclaremos primero tres premisas básicas: Una, la información nunca es imparcial ni exacta. Dos: "Good news are no news". Tres: Las imágenes o clichés están dotados de una potente inercia histórica, y resulta casi imposible cambiar ese imaginario colectivo.
 
En síntesis, persisten los mitos de la "Leyenda Negra" iniciada ya con Felipe II, cuando casi todas las imprentas de Europa estaban en territorios protestantes. Durante más de un siglo España se identifica, en grabados y textos, con la pobreza, las bancarrotas de los Austrias, la crueldad contra los indios americanos, la Inquisición, la intolerancia y la ineptitud en los mares. El siglo XIX, con el desarrollo de la prensa escrita, no es mucho mejor. España es vista como un país miserable, arrasado por cuatro guerras que asolaron su territorio. En el mejor de los casos, el deformante prisma del Romanticismo con sus viajeros en busca de exotismos orientalistas pinta un país de bandoleros montaraces, cármenes de rompe y rasga y cuentos susurrados en La Alhambra. Eso visto con displicencia desde las alturas del Peñón de Gibraltar, capaz de resistir todos los asaltos españoles hasta convertir la frase "As solid as the rock" en una frase hecha.
 
Si hasta finales del siglo XIX es la prensa británica la que caricaturiza lo español, la crisis de Cuba centra en el punto de mira de William Randolph Hearst y sus periódicos más sensacionalistas a los españoles. Las historias relatadas por The New York Journal o The San Francisco Examiner han pasado a la antología de la prensa. La historia del cable de Hearst a su corresponsal en La Habana diciéndole: "Por favor, quédese. Proporcione las fotos. Yo proporcionaré la guerra" es falsa, pero bien podría haber sido cierta. Hearst quería artículos como el escrito por Richard Davis, relatando los abusos y ultrajes sufridos por la señorita Clemencia Arango y otras dos jóvenes cubanas a manos de oficiales españoles, en un barco estadounidense sometido a una inspección en los muelles de la Habana. Los desmentidos de la propia señorita Arango y sus amigas, cuando llegaron a Nueva York no borraron la primera impresión causada por el artículo y el dibujo de Remington, mostrando a una Clemencia semidesnuda en un camarote acosada por dos libidinosos oficiales de la marina española. Ya hemos dicho que las imágenes están dotadas de una impresionante inercia histórica.
 
El franquismo y la miseria de la posguerra perpetuaron ese cuadro español de miseria, siestas, catolicismo inquisitorial, polvo, moscas y toros.
 
La mejor serie británica de todos los tiempos, según el British Film Institute, es una, por lo que yo sé, nunca estrenada en España: Fawlty Towers, cuyas divertidas historias transcurren en un pequeño hotel en Torquey. Uno de los protagonistas más cómicos es el español Manuel. Un torpe camarero, no muy listo y con un nivel de inglés comparable al de los jefes de gobierno y oposición españoles. Tal vez por eso no se consideró oportuno doblarla y emitirla en España.
Otro ejemplo, reciente, es el acrónimo PIGS, para referirse a una serie de países supuestamente podridos en lo económico. La "S" como todos ustedes saben, no es de Sierra Leona. Ya decía Lewis Carroll eso de "Just about as much right (...) as have pigs to fly"; vamos, que los cerdos no tienen derecho a volar.
 
De acuerdo con la segunda premisa que establece eso de "Good news are no news" España aparece también en la prensa británica cuando los turistas británicos son detenidos por sus excesos de "Sun, Sex and Sangría" en los enclaves costeros, o se estampan haciendo "balconing". También cuando los toros se llevan por delante en Pamplona a hemingways imberbes, las barbaridades estivales con cabras arrojadas de campanarios, toros alanceados, y como juerga incruenta la Tomatina de Buñol. Y poco más. Este verano, como extra, también ha sido noticia en los medios anglosajones una restauración de un Cristo en Borja y los asaltos a supermercados de la vanguardia de la lucha obrera. Sin contar, por supuesto, las desgracias económicas de la economía española, relatadas con un morbo y regodeo cercano a la Schadenfreude. Esa bonita expresión que el idioma inglés ha tomado prestado del alemán, y que viene a significar el regocijo ante la desgracia ajena.

Ciertamente, la imagen de nuestros presidentes de gobierno y líderes de la oposición con un nivel de inglés comparable al del camarero Manuel, el de Fawlty Towers, no ayuda mucho como tarjeta de presentación en los medios anglosajones.
 
Hay más de una consecuencia penosa en toda esta historia. En el interior los empresarios vascos y catalanes saben que pierden mercado en el resto de España por los cantos de sirena nacionalistas, y que se arriesgan a quedarse fuera de la Unión Europea, pero subrayan el eslogan de "is not Spain" como una forma de mejorar la imagen de marca de sus productos. No es una casualidad que los nacionalismos periféricos florezcan con la crisis de Cuba en 1898, la mala imagen de España y el pesimismo consiguiente.
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