El candidato del PP a lehendakari,
Antonio Basagoiti, ha acusado a I
ñigo
Urkullu, de ocultar su independentismo. Apoyado por la presidenta del PP de
Cataluña, y candidata de este partido a la Generalitat,
Alicia Sánchez Camacho,
ha aludido varias veces a la ola soberanista catalana. "El PNV nos quiere
traer la Diada", ha dicho
Basagoiti.
Sánchez Camacho, a su lado, ha
denunciado los intentos de Urkullu por seguir al jefe de la Generalitat y líder
de CiU,
Artur Mas.
No es del todo exacto, pero es un intento agónico de movilizar al
electorado ajeno a las tesis nacionalistas vascas en una campaña de baja
intensidad. Pero en este caso la equiparación no es, todavía, cierta. El PNV,
seguro vencedor de las elecciones, aunque no con mayoría absoluta, se ha visto
obligado a elegir entre su alma soberanista y la pragmática. Hace poco más de
un año, en junio de 2011, Bildu se convirtió en la segunda fuerza política de
Euskadi al obtener el voto de 267.142 vascos, acercándose peligrosamente a los
314.445 del PNV. En esa coyuntura el PNV ha optado por la estrategia más
lógica; en vez de disputar votos al soberanismo en su terreno ha preferido
ocupar el centro con un discurso moderado. Sabe que el desgaste de gobernar en
Guipúzcoa pasará factura a Bildu en su feudo, así como al PSE en la
Lehendakaritza y al PP en la Diputación de Álava. A eso habría que sumar el
efecto reflejo del desgaste provocado por gobernar en Madrid en época de crisis
y algunas salidas de pata de banco, como la de Wert con el término "españolizar"
que levanta sarpullidos en ciertos ambientes vascos y catalanes.
Un discurso agresivamente independentista haría perder a Urkullu los
votos moderados, mientras que los radicales seguirían apostando por Bildu. En
ese caladero no hay peces para el PNV en estas elecciones. Además Urkullu deberá
empezar a negociar con los demás el día después de ir a votar, y lo sabe, por
eso prefiere tender puentes antes que cortarlos.
Urkullu nunca ha gobernado, y en ese sentido no tiene necesidad de
engañar al electorado con espejismos independentistas. La situación es muy
distinta en Cataluña. Los radicales nacionalistas se desplomaron en las
elecciones al Parlamento de Cataluña del 2010; ERC consiguió un escaso 7% del
voto, pasando de 22 escaños a 10. Por su parte, Joan Laporta, con su
"Solidaritat Catalana per la Independencia" obtuvo 4 escaños. Es decir, los
independentistas perdieron 8 escaños. Esos votos son el verdadero objetivo de
Artur Mas, que a diferencia de Urkullu si sabe del tremendo desgaste de
gobernar en épocas de recortes y crisis. Por eso adelanta las elecciones y ha
conseguido que todo el mundo hable de otra cosa y no de sus políticas
neoliberales en las que parece lícito gastar el dinero de todos los catalanes
en promociones nacionalistas mientras se recortan los servicios sociales más
básicos. Por eso mismo, en cuanto pasen las elecciones catalanas y Artur Mas
las gane, y gane, al menos, dos años de tiempo en espera de un cambio de ciclo
económico, empezará a decir "digui, digui" donde decía "Diegui, Diegui".
No deja de ser paradójico; el gobierno de la Generalitat catalana prohíbe
las corridas de toros y luego el "Molt Honorable" se dedica a dar capotazos con
el engaño, mareando al votante nacionalista, que entra al trapo sin pensar. Eso
ya lo hizo el torero sevillano Antonio Barrera en la plaza de toros de
Barcelona usando una senyera como muleta.
Sin embargo, Basagoiti y Alicia Sánchez Camacho no se equivocan del
todo al equiparar a Mas con Urkullu. Pero yerran en la fecha. Cuando el nuevo
Lehendakari del PNV lleve unos meses gobernando en un paisaje desolador de
crisis, y sufra el lógico desgaste, también preferirá hablar de paraísos
soñados y utopías independientes para ilusionar al elector más ingenuo. También
es eso se le habrá adelantado el diestro Antonio Barrera, que ya llevó al toro por donde quiso con el
engaño de la ikurriña pintando su muleta. Olé.
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