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El G20 y la Guerra de Divisas

El G20 y la Guerra de Divisas

jueves 14 de febrero de 2013, 13:22h
La próxima reunión del G20 se realizará en Moscú en los días 15 y 16 de febrero próximos, un foro que reúne a los países industrializados y los emergentes para realizar su cooperación y consultas en los grandes temas que afectan al mundo global y que singularmente se centrará en la preocupación actual por mantener la estabilidad financiera internacional.

El G20 se reúne en 2013, en un mundo que vive una crisis económica profunda, "la Gran Recesión",  cuya duración aún desconocemos y en la que como reconocen los Estados Unidos a través de su portavoz en el G20 "un tercio de los países del G20 se encuentra actualmente en recesión". Y aunque probablemente se ocupe de cuestiones como el crecimiento intrusivo, la generación de empleo y la reducción del déficit, esta reunión se centrará en los riesgos de las devaluaciones competitivas y la fragmentación de las regulaciones financieras internacionales.

El mundo global se encuentra con lo que algunos ya vienen llamando una "Guerra de Divisas" que no es sino una devaluación que algunos países están produciendo en sus propias monedas para alcanzar un tipo de cambio relativamente bajo con lo que consecuentemente baja el precio real de las exportaciones y exportan más, que es su mayor objetivo.

Este fenómeno puede llegar a provocar una espiral de devaluaciones competitivas como la que ya se vivió en la década de los 30 del pasado siglo, cuando las economías depreciaron sus monedas para estimular sus exportaciones. Pero lo que es claro es que los movimientos desordenados de los tipos de cambio generan riesgos y pueden tener consecuencias adversas para la estabilidad política y financiera global. Ya vivimos desde inicios del siglo XXI un conflicto entre Estados Unidos y China sobre la devaluación del yuan y algunos mantienen que como consecuencia de la crisis en 2010 ha estallado ya una guerra de divisas global cuando algunos Estados utilizaron una devaluación competitiva como herramienta política. Ahora, en plena crisis económica y aún financiera, que sólo puede superarse a través del crecimiento y de la recuperación global de la economía vuelven a producirse estas devaluaciones competitivas que enturbian el escenario mundial.

El G7, el grupo de países industrializados del mundo, al que pertenecen las cuatro grandes potencias europeas, alemana, Francia, Italia y Reino Unido junto a Estados Unidos, Canadá y Japón, reunido el 13 de febrero en Londres, se ha comprometido a no entablar una guerra de divisas mediante devaluaciones competitivas y a dejar que sea el mercado el que determine el tipo de cambio de las correspondiente monedas.

Ahora, tiene la voz el G20, foro que en 2009 sustituyó al G7, al G8 y al G14 según anunció entonces Barack Obama en la reunión de Pitsburg, como verdadero protagonista de la organización económica mundial y ha de tomar una decisión en Moscú sobre esta preocupante situación de devaluaciones competitivas de las que tenemos dos ejemplos distintos muy recientes, la intervención de Japón para frenar la subida del yen, con la venta masiva de yenes, por parte del gobierno para aliviar la presión sobre los exportadores nipones como Toyota o Nintendo, consiguiendo una devaluación de la moneda japonesa y la reciente devaluación que se ha producido en Venezuela, de un 32% de su moneda, para controlar la inflación, pero cuyo efecto en todo caso, significa reducir el valor y la capacidad adquisitiva de los venezolanos.

A nadie se le oculta que la devaluación es una política dramática, mientras que la moneda alta es una manifestación de fortaleza del país, lo cierto es que la devaluación es una solución atractiva para el desempleo y sobretodo para los países que desean adoptar una política de crecimiento liderada por exportaciones. 

Desgraciadamente parece que los Estados de la Unión Europea no van al G20 con la misma voz. A Alemania le basta con que el G20 acepte el acuerdo del G7 de no entablar una guerra de divisas y que sea el mercado el que fije el tipo de cambio de las monedas, pero Francia no se conforma con esta posición y su Ministro de Finanzas, Pierre Moscovici, presiona para que se tome una acción más rotunda frente a la apreciación del Euro.  


El Presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi, acaba de estar en España, y ha intervenido en el Congreso de los Diputados diciendo que no hay guerra de divisas y manifestando que "la subida del Euro demuestra el retorno de la confianza en la zona euro, pero fijar el objetivo político de cambio no entra en las prerrogativas del BCE. Y la política no puede hacer presión sobre el BCE, cuyo mandato se limita a la estabilidad de los precios".

Draghi ha negado que haya una guerra de divisas y no ha entrado en el debate abierto por Francia respecto el posible valor excesivo del euro. Su posición coincide en alguna medida con la manifestación del Ministro de Economía español, Luís de Guindos, quién ha señalado que hay que evitar la volatilidad y las evoluciones "excesivamente abruptas", pero considera que en este momento es mejor no entrar en la discusión sobre si la moneda única está o no infravalorada. 

La cuestión es preocupante para España porque evidentemente la apreciación del Euro inquieta al país y también a la Unión Europea, tanto que el propio Draghi ha advertido que en caso de una apreciación continua actuaría. La posición de España, que aunque no forma parte del G20 asistirá a la reunión de Moscú como país invitado, inevitablemente está muy relacionada con la cuestión de nuestras exportaciones. Un euro sobrevaluado fortalece el mercado interno pero dificulta las exportaciones al encarecer las mercancías del país. 

Es aquí donde se plantea que las exportaciones están contribuyendo muy positivamente a la salida de la crisis de España, unida al descenso de los costes laborales unitarios, a la mejora de la competitividad y al saneamiento de las cuentas públicas.  Se dice que entre 2009 y 2012 las exportaciones en España han crecido un 20% y que el incremento del peso de las exportaciones en el PIB están contribuyendo muy positivamente al crecimiento real de la economía, a la par que el descenso de los costes laborales está permitiendo mejorar la competitividad que constituirá la base para un crecimiento sostenible.

El propio Draghi ha destacado esta evolución positiva de las exportaciones españolas y el Ministro de Guindos ha dicho que en cualquier caso, las exportaciones españolas están creciendo, de modo que en 2012 prácticamente se ha cerrado el déficit exterior y se podría alcanzar en 2013 un superávit comercial, lo que atribuyó a la mejora de la percepción de la economía española. Pero también se está rebatiendo esta tesis al precisar que el peso de las exportaciones en el PIB depende de la evolución de las exportaciones pero también depende del tamaño del PIB y que el indicador puede aumentar porque aumenten las exportaciones o porque disminuya el PIB, o ambas cosas. En el caso español, aunque es cierto que las exportaciones han crecido, la caída del PIB ha destacado aún más, por lo que el indicador ha mejorado en buena parte gracias a que el PIB español es mucho menor ahora que antes, y no tanto porque las exportaciones estén aumentando. La Unión Europea tiene un problema si el euro está sobrevalorado.

Lo que parece inevitable es que corresponde al G20 llamar al orden al escenario global y tener que afrontar la situación de los tipos de cambio que, como París sostiene, deben reflejar los fundamentos de las economías y no estar sujetos al humor de los mercados y la especulación. Esta es la papeleta que tiene encima el G20 en lo que esperamos sea una histórica reunión que, se abra paso ante nuestro presente siglo XXI de manera distinta de lo que se hizo en el pasado siglo XX.


* Rogelio Pérez Bustamante
Catedrático Jean Monnet

Rogelio Pérez-Bustamante

Catedrático Jean Monnet ad personam

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